Leo con cierto asombro en unas instrucciones de la Universidad Complutense, «los alumnos con minusvalía»…, escucho a algunos profesores que se han referido así a un colectivo de personas; «¿los alumnos discapacitados quiénes son?, veo con incredulidad que aún algunas aún personas llegan a decir: «los de diversidad funcional que se pongan aquí»…
Así una tras otra volvemos al principio de la historia.
Las personas con discapacidad no son discapacitadas, no son menos válidas, no tienen una diversidad funcional; solamente son distintas porque padecen una dificultad que les impide llevar una vida plenamente normal. Dependen sí, claro que dependen. Necesitan calles en donde se pueda marcar la bajada de la acera con una botonera de color si ven poco o si llevan bastón. Necesitan poder transitar por las calles que no tienen aún aceras accesibles. Necesitan que las personas que les rodean puedan comunicarse con ellos con la lengua de signos si son sordos; necesitan que las personas tengan paciencia si tienen un problema intelectual. Necesitan baños accesibles que no estén en un sótano, necesitan ascensores para subir a los pisos…
Necesitan, sí, necesitamos; ¡no lo olviden!
Poseen quizá otras cualidades que marcan la diferencia entre el resto de los seres humanos. Diferencia que les hace ser grandes porque deben levantarse cada mañana con una barrera con la que no contaban y por ello reinventan su modus vivendi según la discapacidad que tengan. Es importante esa consideración cuando si los vemos, alcanzan metas y récords difíciles de conseguir si no nos pusiéramos alguna vez en su lugar. La palabra y por tanto, lo jurídico marcará la diferencia a la hora de ayudarles como se merecen. El enfoque inclusivo y la forma de dirigirnos hacia ellos debe ser siempre normal y eso supone quizá un esfuerzo por nuestra parte. Las discapacidades que no son evidentes y quizá, siguen siendo invisibles y no nos deben dejar atrás. Ser sordo no se ve, por ejemplo; pero ir con muletas sí.
Es necesario, propone, «que la sociedad y sus instituciones no solo cambien el lenguaje sino también el modo de mirar y asumir la discapacidad, sobre todo las psíquicas y las intelectuales, que son las que suponen en la actualidad un margen de mayor restricción, o incluso anulación, del ejercicio de los derechos» afirma el Dr. Pérez Gallardo.
Las personas con discapacidad son sujetos de derechos y, por consiguiente, concluye Leonardo Pérez, urge superar la visión de la discapacidad como enfermedad, para abordarla desde una perspectiva social, inclusiva, holística. Se trata, únicamente, de diferencias que deben ser reconocidas y aceptadas, y que en ningún caso agotan la individualidad de las personas. La escuela debe ser ¨ocasión de una primera y fuerte experiencia social de democracia¨ y, como señala la UNESCO,
“Lograr el derecho a la educación es el cimiento sobre el que erigir una sociedad verdaderamente inclusiva en la que todos aprendan juntos y participen en un plano de igualdad¨ . La educación posibilita a los estudiantes dejar el mundo privado e incursionar en el espacio público, como espacio “que hace iguales a los diferentes. Iguales en derecho, iguales en ciudadanía¨ .
En el caso de la educación inclusiva de personas con discapacidad se construyen en lucha con constantes de desigualdad en el acceso, trato, condiciones, clima y reconocimiento de logros de los estudiantes con discapacidad. Referirse a una persona con discapacidad es relatar que es igual de válida que otra que no la tenga, pero necesariamente tiene unas limitaciones que debe vencer cada día, invisibles en la mayor parte de los casos que hace que por ello deban ser atendidas.
No son minusválidas, no están incapacitadas solamente padecen una discapacidad. En la red todavía existen demasiados datos relativos a la minusvalía. Artículos, trabajos y libros en donde no se expresa correctamente lo que verdaderamente queremos decir. Son personas con discapacidad, no discapacitadas, tampoco minusválidas.
El camino está hecho pero queda mucho para que la sociedad aún entienda qué significa vivir con una discapacidad y por tanto, ser una persona con discapacidad; total nada. Una vida llena de obstáculos que no son físicos y sí, son muchas veces, esos que nos hacen pararnos a pensar que todos sin dejar uno, seremos personas con alguna discapacidad alguna vez; personas que entenderemos la vida desde la capacidad porque alguna vez tuvimos delante a algún amigo, compañero, hijo, vecino, que padecía una discapacidad y siguió adelante con ello.
En España desde 2007 se debe utilizar en textos normativos el uso de persona con discapacidad según la ley de Promoción de la Autonomía Personal y atención a las personas en situación de dependencia. Disposición adicional octava.
Sigamos construyendo el mundo para lograr una convivencia entre personas mayores. Todas serán entonces dependientes. Todas sin dejar una, tendrán una discapacidad por la edad; perderán el oído, podrían perder la vista y seguramente la movilidad. Entonces, y solamente entonces entenderemos las barreras a las que otras personas desde la infancia tuvieron que padecer, y éstas, criadas en la lucha por sus derechos caminaran fuertes hacia lo siguiente, porque lo más difícil, obviamente ya lo han vivido, necesariamente varias décadas atrás. La comunicación es un acto fundamental en la participación social, aspecto que sin duda es relevante para todos los seres humanos porque posibilita la integración, pero que debe ser considerada con mayor fuerza en aquellas personas que presentan alguna discapacidad porque, de no hacerlo vamos a dificultar su proceso de intercambio e inclusión en la sociedad.Es por ello que debemos plantearnos el aprovechamiento de todos los recursos comunicativos que tiene la persona, tanto en sus aspectos verbales, no verbales como paralingüísticos, y que la ausencia del uso de la palabra no es impedimento para que el sujeto se comunique, a lo que cabe agregar que todas las intervenciones que se implementen deben dirigirse a la búsqueda de recursos que le permitan a la persona con alguna discapacidad insertarse en el medio social y consecuentemente mejorar su calidad de vida.
La empatía, la ternura, el amor por el prójimo haría una sociedad en donde no solamente sobresaliera lo que es mejor. Todos somos iguales ante la ley y también entre iguales debemos vernos. Así es la vida, también necesariamente para las personas con discapacidad aunque no lo crean.