Nuestro cerebro es una maquinaria poco conocida, de la que muy lentamente y gracias a diversas investigaciones, vamos conociendo facultades y misterios; entre los que ocupa lugar principal, la memoria.
Un artículo de Jessica Mouzo publicado este 3 de octubre 2024 por New York Times, la define como una biblioteca de recuerdos que se va formando en el hipocampo; donde la corteza prefrontal medial, la hace de bibliotecario y los organiza para que podamos encontrarlos.
Y cita a Christopher Baldassano, investigador del Instituto Incite de la Universidad de Columbia en Nueva York, quien explicó en la revista Current Biology que la comunidad científica lleva tiempo intentando armar el rompecabezas que es la memoria y no hay al respecto una sola teoría.
Él sostiene que es el cerebro de cada persona conforme su estado de ánimo del momento, el que empieza a fabricar y almacenar nuevos recuerdos y es por eso que las personas evocan lo sucedido de diversas formas.
Y el neurocientífico Rodrigo Quian Quiroga investigador del grupo de Percepción y Memoria del Hospital del Mar Research Institute, advirtió que se conoce cómo funciona la memoria en procesos de laboratorio, pero no en la vida real y como las experiencias que forman nuestros recuerdos son complejas, las partimos en pedacitos para que resulten más manejables; como los números de teléfono, que se cortan en grupos de tres o cuatro, para procesarlos.
Agregó que, hasta ahora, las investigaciones han encontrado el lugar del cerebro que guarda los recuerdos y las áreas cerebrales que están involucradas, pero desconoce cómo funciona el proceso y cómo se interconectan las neuronas que lo llevan a cabo.
Y en un artículo del pasado día 2, el corresponsal de Ciencia de la BBC, Pallab Ghosh, afirmó que el estudio del cerebro es tan apasionante que una red internacional de científicos está desarrollando una «fascinante investigación» sobre el cerebro de las moscas, que tiene más de 130.000 cables con 50 millones de intrincadas conexiones y arrojará luz sobre el proceso del pensamiento humano.
Esa investigación se llama FlyWire Consortium, y es el análisis más detallado del cerebro de un animal adulto, que se haya conseguido; lo que significa un «salto enorme», para comprender el nuestro.
Y ha descubierto, entre muchas cosas, que los machos de las moscas de la fruta cuyo cerebro es más pequeño que la cabeza de un alfiler, entonan canciones de amor para cortejar a sus parejas.
El doctor Gregory Jefferis, del Laboratorio de Biología Molecular (LMB) del Consejo de Investigación Médica de Cambridge, en Reino Unido, dijo a la BBC que actualmente no tenemos ni idea de cómo la red de células cerebrales nos permite interactuar entre nosotros y con el mundo que nos rodea.
Y que la forma y estructura del cerebro de la mosca son claves para explicar, cómo un órgano del tamaño de una semilla de amapola puede llevar a cabo tareas tan potentes.
Y la doctora Mala Murthy, de la Universidad de Princeton y codirectora del proyecto, sintetizó que el diagrama del cableado del cerebro de la mosca que se conoce como conectoma, podría catalogarse como un mapa de Google cerebral y ayudará a entender cómo funciona un cerebro sano para compararlo, con lo que ocurre en uno enfermo.
Opinión que respalda la doctora Lucía Prieto-Godino, jefa de grupo de investigación del cerebro del Instituto Francis Crick de Londres.
Tener un conectoma completo de un cerebro con 130.000 cables como el de la mosca, es una proeza técnica asombrosa, dijo, es como saber en un mapa de Google donde están las calles y edificios.
Y describir sus neuronas, equivale a añadir al mapa los nombres de calles y ciudades, horarios de apertura de los negocios, números de teléfono, opiniones de los clientes, etc.
Los científicos han identificado en el cerebro de la mosca circuitos para muchas funciones individuales; lo que allana el camino para encontrar los conectomas de cerebros más grandes y con muchas más neuronas, como el del ratón y quizá dentro de varias décadas el nuestro.
Por lo pronto, el conectoma de la mosca está a disposición de cualquier científico, lo que llevará a una avalancha de descubrimientos en los próximos dos años.
Y quizá en tres décadas será posible disponer de un conectoma humano, porque el estudio del cerebro de la mosca ha iniciado una nueva y más profunda comprensión del funcionamiento de nuestra propia mente.
Aún no disponemos de la tecnología que permita captar toda la información sobre el cableado de nuestro cerebro, porque los actuales escáneres sólo muestran una pequeña fracción de lo que hay en él.
Pero gracias a lo logrado en la investigación del cerebro de la mosca y de otros estudios, no se partirá de cero.
Se sabe que los cables que intervienen en el movimiento están en la base del cerebro; mientras que los que procesan la visión, están en la parte lateral y que en ellos intervienen muchas más neuronas, porque la visión requiere más capacidad de cálculo.
Y utilizando los diagramas de sus circuitos, se está indagando por qué las moscas son tan difíciles de atrapar, por qué captan en qué dirección viene el periódico enrollado que las va a aplastar y cómo trasmiten eso a las patas, para que salten.
Lo que de paso podría explicar, por qué rara vez podemos matarlas.