México: nadie ayuda… nadie me hace el paro

Cuando las mujeres son acosadas en el transporte público nadie hace nada, señala Karla Domínguez González en su blog especializado en el sitio web del Banco Mundial, en el marco de un proyecto piloto sobre la prevención de la violencia contra las mujeres y las niñas en el transporte público de la Ciudad de México.

“Como mujer joven, me siento impotente y expuesta cuando un hombre me acosa en el autobús. Una se siente más vulnerable porque las personas no reaccionan ante la situación. Nadie ayuda… NADIE ME HACE EL PARO”, sostenía una niña de 16 años que participó en uno de los grupos de discusión organizados por el Banco Mundial en el marco de este proyecto.

Cartel de la campaña «Hazme el paro»

Lo que ella y otras mujeres describieron acerca de sus experiencias fue claro: “cuando somos acosadas nadie hace nada”. El nombre de este proyecto piloto “Hazme el paro” refleja esa realidad. Se trata de una expresión coloquial en México que significa “respáldame”.

Los debates del grupo de participantes, que fueron parte de un ejercicio para diseñar una campaña de comunicación, permitieron descubrir que los testigos se abstienen de intervenir no por falta de voluntad, sino porque temen ponerse en riesgo ellos mismos. Fue entonces cuando el equipo del proyecto vio una oportunidad para tratar de dar herramientas a los usuarios del transporte público de manera que puedan intervenir activamente sin verse involucrados en una confrontación violenta.

La intervención propuesta tiene tres componentes:

  1. Una campaña que entregue información a los testigos sobre lo que pueden hacer para interrumpir el acoso sin que exista un enfrentamiento.
  2. La capacitación de los conductores de autobuses en estrategias de intervención que no incluyan la confrontación, y
  3. Una aplicación móvil, que permite a los usuarios de autobuses efectuar denuncias cuando sean víctimas o testigos de acoso.

Cuando un pasajero denuncia un evento (que va desde el abuso verbal al físico) y solicita ayuda, se crea una alerta y la información es enviada al centro de operaciones de la empresa de autobuses, tras lo cual se sigue un protocolo de acciones progresivas. Las medidas pueden incluir desde una advertencia a través del altoparlante del autobús hasta la detención del vehículo para que el conductor llame a la policía. La experiencia muestra que enviar simplemente un mensaje mediante el altavoz hace que las personas tomen conciencia y genera una vergüenza pública que suspende el acto de acoso.

Este proyecto fue puesto en marcha recientemente en la Ciudad de México y se evaluarán rigurosamente sus impactos. Hasta ahora, el diseño del programa ha generado importantes lecciones para futuras intervenciones, que incluyen:

  • Involucrar a organizaciones locales en el diseño y la implementación del proyecto.
  • Trabajar con organizaciones no gubernamentales (ONG) locales relacionadas con el transporte y la defensa de las cuestiones de género permitió adaptar el curso sobre el Programa de respuestas adecuadas contra el acoso sexual (SHARP, por sus siglas en inglés) al contexto social y cultural de la Ciudad de México.
  • Hacer participar al sector privado. Por ejemplo, una empresa de tecnología de la información y las comunicaciones contribuyó con la iniciativa proporcionando servicio de wifi en los autobuses.
  • Lanzar campañas que apelen a la cultura local.

A partir de las conversaciones con ONG locales y usuarios de autobuses, se acordó usar la frase “Hazme el paro” para captar la atención de la comunidad en lugar de usar el lenguaje técnico asociado normalmente a las campañas informativas. Las personas se comprometían más cuando escuchaban mensajes en un lenguaje familiar o casual.

Hacer participar a los conductores masculinos ha sido un elemento clave para prevenir la violencia contra las mujeres y las niñas en el transporte público de la Ciudad de México. En los grupos de discusión de los conductores surgió que, para provocar un cambio de comportamiento en ellos y que intervinieran en las situaciones de acoso, también era necesario mejorar algunas de sus condiciones laborales.

1 COMENTARIO

  1. Yo presencié el acoso a una mujer en un microbús. Doy fe de que nadie, nadie, salvo yo, hizo algo por la mujer: ella fue a decirle al conductor que parara y echara al «sobón» que la había tocado, ella tuvo que obligarle a que se bajara, porque se hizo el loco… y, nadie, repito, nadie, ni mujeres ni hombres, abrieron la boca.
    Esa mujer tuvo un ataque de nervios y lloró desesperadamente. ¿Creen que alguien intentó consolarla, decirle alguna palabra amable…? Pues no.Todo el mundo se desentendió. Me dio una rabia tremenda. Me puse de pie y, en medio del autobús, les recriminé su egoismo, su cobardía, más bien. A ella, le dije, muy alto, para que todo el mundo se enterara, que había hecho bien, y que, la pena, es que no le dio una paliza. Y dirigiéndome a los hombres, solo a ellos les espeté: nos vais a obligar a llevar una navaja y clavárosla en las manos,para que aprendáis a ponerlas en su sitio. No hubo ni un solo sonido. Ellos miraban al suelo; ellas, a la calle.
    Dicho sea de paso: yo era la única extranjera. Los demás, mexicanos.

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