“Mi posición es esta: El poeta no cumple su palabra
Si no cambia los nombres de las cosas” Nicanor Parra
El 23 de enero de 2018, se nos ha ido el gran escritor chileno Nicanor Parra. Tenia 103 años y compartió su vida entre la ciencia y la poesía. Creador del movimiento “Antipoesía”, influyó en los poetas latinoamericanos con sus conceptos estéticos renovadores. Obtuvo, entre varias distinciones: el Premio Nacional de Literatura de Chile, el Premio Reina Sofia de Poesía Iberoamericana en 2001 y el Premio Cervantes en 2011. Fue testigo de su siglo y mantuvo una línea independiente en la literatura y en la política. Yo tuve el privilegio de conocerlo.
De origen humilde, mientras estudiaba Matemáticas y Física en la Universidad de Chile, escribía poemas. Cuando publicó “Poemas y antipoesía” (1952), revolucionó la estética poética con sus paradigmas donde desmitificaba la poesía, la volvía democrática, sin eufemismos. Con ironias, descreimiento filosófico, imágenes surrealistas, nos hablaba de un mundo próximo y nos sorprendía con su desenfado y contradicciones. Su lenguaje se nutria de la tradición oral y de la poesía popular, leerlo era oir frases coloquiales, refranes, juegos de humor. Su “antipoesía” bajó del pedestal a la soberbia literaria, la opulencia verborrágica y la exageración lírica.
Luego aparecieron “Versos de salón” (1962), “Obra gruesa” en 1969, hasta que nos vuelve a sorprender con “Artefactos” (1972), poemas visuales, donde continuo su poética libre.
Tuve el privilegio de conocerlo en Chile. Yo había ganado la beca para los cursos de verano de Valparaiso, a mediados de los 60. Un amigo, el cineasta Raúl Ruiz, me llevó a las clases de literatura de Parra y quedé fascinada, entonces me lo presentó y pude compartir varios momentos del mundo poético de Don Nicanor y de su personalidad tan singular.
Cuando terminaron los cursos de Valparaiso, fui a Santiago de Chile invitada por la mamá de Raúl Ruiz. Fueron días maravillosos, descubriendo Chile, sus tradiciones y su mundo cultural. Una mañana Raul me dijo: “Hoy vamos a visitar a Nicanor. Nos invitó a su casa La Reina”. Y allá nos fuimos.
Parra nos recibió bien contento. Su casa estaba sobre la ladera, había mucha luz y se veía la majestuosa cordillera. Recordamos los cursos de Valparaiso, me mostró su biblioteca, me dedicó su libro de “Poemas y Antipoesía”, hablamos de Argentina y los escritores: Jorge Luis Borges, a quien Parra admiraba, Manuel Mujica Lainez, a quien yo conocía y frecuentaba bastante, de Ernesto Sábato, quien, como Parra, era científico pero se había dedicado exclusivamente a la literatura.
Para Parra, la ciencia era parte de su vida de la misma manera que lo era la literatura, no prescindia de una ni de otra. Yo le pregunté si no eran mundo “incompatibles” pero para él, eran mundo “compatibles”, nunca en conflicto.
Nicanor era amable y tranquilo, era un placer estar en su casa, nos hacia sentir en familia. Nos habló con gran amor de Violeta Parra, su hermana, un ser excepcional. Nos puso música de ella. Tenía muchos discos de música clásica y folclore. Comentamos sobre el folclore chileno y argentino y terminamos hasta bailando una “cueca”….
A Parra, ese mundo de coplas y romances, de poesía popular lo había atraído siempre. Me dijó versos del “Martin Fierro”, famoso libro de poesía gauchesca argentina, que reflejaba la pampa y el mundo de los gauchos. La pampa esa extensión incommensurable de tierra fértil que se funde con el horizonte, tan distinta al paisaje chileno… y entonces hablamos de la cordillera, de lo que significaba para Parra esa cordillera que presidía su casa, habló de esa geografía entre la montaña y el mar….dos inmensidades.
La naturaleza tenía para Nicanor una dimensión especial, fue la primera vez que oí la palabra “ecología”. Nicanor hablaba de la naturaleza con conciencia y devoción. Fue el creador de “Ecopoemas” (1982), homenaje a la naturaleza y reclamo a las políticas insensibles con respecto al medio ambiente.
En eso, apareció una de sus hijas, preguntando sobre la cena y entonces nos invitó a quedarnos y yo quise ayudar en los preparativos. Raúl se quedó con Nicanor conversando en la sala y yo salí a la huerta a recoger papas con su hija. Tenían una huerta con verduras, su hija me explicó cómo sacar las papas y ponerlas en la canasta. De pronto al levantar la vista, vi la Cordillera de los Andes. Imponente. Nos tomó un tiempo preparar la cena, ensalada, algo de carne, papas, en fin, lo que había y se abrió otra botella de vino.
Por supuesto comentamos sobre nuestros vinos: el chileno y el vino argentino, que si los rojos argentinos eran mejores, que si las cepas, que si la tradición vitivinicola francesa, que si la tierra…
Volvimos a la poesía, Parra tenía ideas muy distintas con respecto a la poesía de las ideas de Pablo Neruda, a quien yo había conocido en esos días y recitado sus poemas. Nicanor respondía a otros conceptos estéticos y sin duda había una ruptura entre esas dos concepciones.
Parra quería saber por qué me atraía su poesía. Era por esa diferencia, porque arrastraba algo de la poesía popular, Parra era como un payador que recitaba versos duros, a veces prosaicos, siempre sorpresivos y con humor. Su poesía pertenecía a la vertiente de la tradición popular, juglaresca, narrativa, donde el sentido del humor, la picardia y el filosofar se unen. Parra así lo consideraba, su revolución poética había sido traer esa poesía a la palestra culta.
Comentamos sobre la extrañeza del lenguaje poético, la poesía es algo difícil de definir, ha sido un lenguaje primero en las civilizaciones, este tema de la poesía lo apasionaba y no negaba sus lecturas y reflexiones.
También se hablo de cine, de mis películas, de los proyectos de Raúl y de política, Parra tenía una actitud crítica frente a la política, me parecía un científico que observaba un fenómeno. Creo que esa postura equidistante le trajo problemas pero él defendió siempre esa independencia, sin duda, muy saludable. No entendía por qué los escritores tenían que enrolarse politicamente. En esos momentos, gobernaba Allende, y había mucha euforia en Chile. Neruda era un poeta “Estrella” que hablaba en sindicatos, escuelas y salones.
Parra daba sus clases de matemáticas, escribía y viajaba cuando lo invitaban a dar conferencias. Era de perfil bajo, más analítico que emocional, una personalidad muy diferente. Eso sí, le gustaba platicar y siempre tenía alumnos a su alrededor, fue un placer tenerlo de maestro y luego esa inolvidable invitación a su casa.
La conversación giró hacia la filosofía y los tópicos de Wittgenstein, el concepto del lenguaje y el pensamiento. Yo no había leído al matemático y filólogo vienés y escuchaba a Parra que sabía mucho de filosofía.
La noche ya había caído y era tarde para irnos, asi que Nicanor nos ofreció quedarnos, yo me acurruqué en un sofa mientras Nicanor y Raúl conversaban tomando pisco o vino…me quedé dormida hasta que llegó el perfume del café de la mañana.
Raúl y Nicanor habían conversado toda la noche hasta el amanecer, estaban calmados y contentos. Nicanor parecía haber disfrutado de la conversación y de nuestra compañia. Nos despedimos con una canasta de papas para la mamá de Raúl y con las puertas abiertas para volver cuando desearamos.
Y volveremos, querido Nicanor, grande de nuesta literatura hispana, volveremos a tus poemas, a tus “artefactos”, a tu antipoesía.
Gracias Maestro!
- Puedes encargar un póster de este dibujo de Xulio Formoso a [email protected]