Cuando se habla de los personajes que a lo largo de la Historia dominaban simultáneamente varias disciplinas, a todos nos viene a la mente una imagen, la de Leonardo da Vinci, y una época, el Renacimiento. Hasta el punto de que cuando se menciona a un sabio contemporáneo se le suele identificar con la figura de Leonardo o atribuírsele la cualidad de renacentista.
Sin embargo ni Leonardo fue el más polifacético de este tipo de creadores ni el Renacimiento fue el periodo más pródigo en ellos.
El historiador Peter Burke ha estudiado en profundidad este fenómeno en su último libro «El polímata. Una historia cultural desde Leonardo da Vinci hasta Susan Sontag» (Alianza), aunque en realidad el contenido rebasa los límites del subtítulo, pues se inicia en el mundo antiguo con Pitágoras, Aristóteles, Cicerón y Plinio el Viejo, y termina en la era digital contemporánea.
Un polímata, según Burke, es alguien que se interesa por muchas materias y domina varias disciplinas. La abundancia de polímatas en la antigüedad grecorromana decayó en la Edad Media con el declive cultural que registraron aquellos años. Sólo surgieron unos pocos nombres como Boecio, Isidoro de Sevilla, Alberto Magno o Ramón Llull, dignos de ser considerados como tales gracias a obras como las «Etimologías» o el «Didascalicón», de clara vocación enciclopedista.
El mundo islámico recuperó la figura del polímata con figuras como Avicena y Averroes pero no fue hasta el Renacimiento cuando reapareció con toda su fuerza y su significado con Da Vinci, pero también con otros como Petrarca, Leon Battista Alberti y Pico della Mirandola en Italia, Tomas Moro y Francis Bacon en Inglaterra o Conrad Gessner en Alemania.
Uno de los elementos decisivos para la reaparición de los polímatas durante el Renacimiento fue sin duda la invención de la imprenta y una de las novedades aportadas por el Renacimiento fue la de mujeres polímatas.
Aunque desde la antigüedad ya venían apareciendo algunas, fue en el Renacimiento cuando destacaron a la altura de algunos hombres Isotta Nogarola, Laura Cereta o Cassandra Fedele. Y, fuera de Italia, Beatriz Galindo, Margaret Roper (hijade Tomas Moro) o las cinco hijas del humanista Anthony Cooke. El objetivo de los polímatas fue siempre la unificación del saber y la conciliación de ideas y culturas en conflicto, impulsados por un deseo de armonía intelectual y sobre todo religiosa.
La edad de oro de los polímatas
Fue en el siglo diecisiete cuando se registró el mayor número de polímatas, alentados por los cambios culturales y sociales de la época y la atmósfera de libertad que se vivía en Europa, a lo que se unió la invención de nuevos instrumentos como el microscopio, el prestigio de la llamada República de las Letras, la revolución en las comunicaciones y la aparición de nuevas formas de comunicación como los boletines y revistas. Francis Bacon, Kepler, Galileo, Descartes, Pascal, Newton y Leibniz son algunos de los nombres que destacaron como polímatas durante este siglo, unidos a los de mujeres como Marie de Gournay, Cristina reina de Suecia o sor Juana Inés de la Cruz.
Después del diecisiete sobrevino la primera crisis de la polimatía, provocada por la gran cantidad de conocimientos disponibles a raíz de la divulgación a través de la imprenta. Los descubrimientos se producían demasiado deprisa y cada vez resultaba más difícil estar a la altura de un saber universal. De ahí que los siglos dieciocho y diecinueve fueran más propicios a los hombres de letras y a trabajos en equipo como el que dio lugar a la «Enciclopedia» de Diderot, d’Alembert y otros intelectuales del momento, desde donde se criticaba la polimatía como una masa confusa de conocimiento inútil y un espectáculo.
Las mujeres sobresalieron por la organización de salones que reunían lo más selecto de la intelectualidad y la cultura de la época: Mme. Dupin, la marquesa du Deffand, mademoiselle Lepinasse… También destacaron en las letras, como demuestran las obras de Germaine de Staël y George Eliot. Eminentes polímatas aparecieron en este siglo también en Escocia (David Hume, Adam Smith), Inglaterra (Samuel Johnson), Italia (Giambattista Vico), Alemania (Herder, Goethe) o España (Jovellanos, Feijoo).
Una nueva crisis de la polimatía llegó arrastrada por la nueva división del trabajo que desembocó en la especialización y en la aparición de numerosas instituciones y sociedades especializadas en disciplinas y subdisciplinas, y promotoras de la concentración dentro de unos límites, debido, como ya ocurriera en el diecisiete, a una nueva explosión de conocimientos y a una sobreproducción de obras. Fue en este momento cuando se produjo la escisión entre las dos culturas, ciencias y humanidades. Aún así se registraron casos de polímatas supervivientes a esta nueva crisis, como Patrick Geddes, Paul Otlet o Lewis Mumford.
En el siglo veinte apareció un nuevo tipo de polímata, identificado con el crítico cultural. Burke incluye en esta categoría a Ortega y Gasset, Edmund Wilson, Susan Sontag y Umberto Eco. También aparecieron nuevas disciplinas como la sociología, la semiótica, la bioquímica y sobre todo la informática y la cibernética, promotoras de una nueva crisis de la polimatía, cuyas causas, como en anteriores ocasiones, está en la sobreproducción y en la imposibilidad de controlar los flujos de información que se generan en el mundo. Si la Enciclopedia Británica contó con 1507 colaboradores en 1911 y con 4000 en su decimoquinta edición, la Wikipedia tenía ya 34 millones en 2018.
En fin, pese a la casi desaparición de la figura del polímata en nuestro siglo (Burke cita a George Steiner, Peter Sloterdijk, Slavo Zizek, Jurgen Habermas y pocos más) el autor afirma que seguimos necesitando figuras capaces de percibir la conexión de las cosas y detectar la interdependencia de los conceptos.