Soy muy consciente de dónde vengo, no olvido mis orígenes ni quién soy. Un emigrante de mi tierra, un inmigrante en mi tierra. Las decisiones políticas, económicas, sociales, hacen que unos territorios sean más favorecidos en su desarrollo que otros, y, por supuesto, no todas las personas tienen las mismas posibilidades, dependiendo de la familia, del lugar, del país dónde nazcas así serán tus posibilidades.
Con eso que ahora algunas ideologías quieren denostar, suprimir, desterrar de nuestras mentes y convicciones, eso llamado justicia social ha permitido cierto equilibrio y que las clases más desfavorecidas puedan acceder a una vida, a una situación social y económica mejor.
De decisiones políticas que benefician a unos pocos en detrimento de la mayoría de la población, deterioros conscientes por falta de inversión, o mejor dicho por desigual inversión, menos hacia los servicios que prestan las administraciones y más para los que se prestan hacia sectores privatizados, de ahí viene el deterioro de todos los servicios públicos.
Lo estamos viendo en sanidad, en educación, en servicios sociales, en dependencia, todo se orienta hacia el sector privado al que, para acceder a esos servicios, resultará más difícil si no imposible. Quién podrá pagarse una carrera en las universidades privadas…
Somos obreros, empleados, trabajadores de todos los sectores, con monos de trabajo, uniformes o con trajes y corbatas pero dependientes de un empleo o un autoempleo que nos da para vivir más o menos dignamente mientras tenemos nuestro salario o nuestra pensión, porque ese es para la gran mayoría su único patrimonio, junto a su casita si se la pudo comprar cuando todavía era posible.
Si nos falla nuestro salario, nuestra pensión, nos caemos con todo el equipo, apenas podremos subsistir, unos meses, unos años en el mejor de los casos. Nos hemos creído nuevos ricos porque ahora vivimos en viviendas unifamiliares o áticos con vistas a un mar de ladrillos, hemos pensado que ya no somos esos pobre desgraciados con las manos manchadas de grasa, pero seguimos comprando nuestras casas, nuestros coches de media gama, televisores o incluso los viajes de nuestras vacaciones a plazos, porque la mayoría no puede hacer frente a eso pagos al contado.
Y como nos hemos creído los nuevos burgueses actuamos en consecuencia y nos olvidamos de dónde venimos.
Muchas personas empleadas en las administraciones americanas, en la federal o la estatal, se están dando de bruces con la realidad, el mesías que les prometía que con él y los suyos les iría mejor, al que al menos la mitad de la población le ha votado, les ha puesto de patitas en la calle, y de pronto esos nuevos burgueses se ven sin su modo de sustento, sin su único patrimonio, sin su trabajo, ante el terror de no poder sobrevivir.
No olvido de donde vengo, y sé cual es mi sitio, quién es mi gente, soy un obrero, un trabajador digno de serlo y de cumplir con su labor en el puesto que me ha tocado. Estoy en la nave viajando por el espacio porque la sanidad y la educación pública me lo han permitido, a ellas me debo y a ellas defenderé hasta mi último aliento.
Todas estas reflexiones me han venido a la cabeza porque ayer en la filmoteca de la nave pude ver la entrañable película francesa Por todo lo Alto un film de Emmanuel Courcol interpretada en sus dos papeles más importantes por Bejamin Lavernhe y Pierra Lottin.
Una película sin demasiadas pretensiones pero con varias grandes virtudes. Es amable y con su punto divertido, trata un tema con mucha seriedad pero sin dramatismo, la solidaridad que enlaza con todo lo que desarrollaba en los párrafos anteriores.
La solidaridad cuando necesitamos ayuda de nuestros familiares porque la salud nos pasa una mala jugada y la solidaridad entre trabajadores cuando las fábricas se desmontan, se cierran, y son expulsados del mercado laboral, cuando pierden su patrimonio, su salario y empiezan a acumularse las deudas y los problemas sociales.
De cómo entre esas personas que lo van a perder todo se organizan para defenderse de la agresión capitalista con las únicas armas que tienen, su compromiso y su unidad. En esa lucha que está siendo larga aparece el tercer protagonista de esta historia, la música. La música como sostén del grupo, como escape de la agobiante situación, el lugar donde siguen siendo ellos y se pueden expresar con alegría.
A medida que la película se va acabando asistiremos a un final sorprendente donde los compases repetitivos y crecientes del Bolero de Maurice Ravel harán que soñemos y nos emocionemos en nuestros asientos. Incluso podremos pensar que no todo está perdido.