En los últimos días, todo el mundo ha estado atento a las negociaciones de paz que se adelantan entre los distintos sectores de la vida política de la hermana República de Colombia.
Sin embargo, no puede haber paz sin justicia, sin reconocimiento de los movimientos sociales y su lucha por la posesión de la tierra y el desarrollo agrario, sin reparación integral a las víctimas y personas desplazadas interna e internacionalmente, sin una batalla honesta y frontal contra el narcotráfico y la corrupción. En definitiva, la irreversibilidad del proceso de paz pasa por el reconocimiento y plena vigencia de los derechos humanos para todas y todos.
No es sólo en estos tiempos que la cámara enfoca este país. La realidad de Colombia se nos muestra, también, gracias a la dirección cinematográfica de Sergio Cabrera (Medellín, 20 de abril de 1950).
Hijo de exiliados españoles, llegados a Colombia huyendo del horror del franquismo, el joven Cabrera estudió en China y el Reino Unido iniciándose en la magia del cine al lado de su padre para quien sirvió de director de fotografía en varias ocasiones. Largos, cortos y documentales se suceden en su trayectoria artística en la que se combinan los trabajos de productor, editor, director, director de fotografía, actor y, también en España, director de series y novelas televisivas.
Recientemente ocupó la pantalla grande «Todos se van» (2015) reflejo de la ruptura familiar, el desencanto político, la ingenuidad que matiza la radicalidad y sobre todo, un afán de búsqueda del sosiego del hogar, la seguridad y el amor que tantas veces se exilian antes que las personas lo anhelan.
Ese dramático film de ficción contrasta con otro en el cual Sergio Cabrera nos revela su veta documentalista haciéndose pasar por un grupo de ellos en «Diario de viaje» (1996). En esta obra, Cartagena de Indias es la protagonista: sus paisajes, costumbres y tradiciones, situaciones con el sabroso sabor absurdo de lo cotidiano que se hace relevante ante la cámara de quienes quieren colocar el acento verbal y el foco visual en un punto característico de la demografía de Colombia que ya había sido finamente pincelada en «Elementos para una acuarela» (1986) a través de la solidaridad de los amigos de un pintor que sufre la peor enfermedad que pudiera tener alguien que se dedique a hilvanar sueños entre colores: olvidar pintar.
El fútbol es sin lugar a dudas una pasión mundial. Cabrera no se escapa de su influjo y en diciembre de 1998 estrena la producción «Golpe de estadio» en la cual se puede ver uno de los rostros humanos de la guerra que ha enlutado tantos hogares colombianos. Un grupo de insurgentes y sus perseguidores funcionarios policiales se dan un alto al fuego para ver, en el único televisor existente en un pueblo, la disputa que, a puntapié limpio, libran los equipos de Colombia y Argentina. Las acciones armadas quedan relegadas por el tiempo que dura el partido demostrando cómo las diferentes opciones políticas pueden, permaneciendo en conflicto, tener puntos de coincidencia.
Cuentan que una pequeña noticia publicada en un diario, dio pie para la construcción del argumento de «La estrategia del Caracol» (1993). Basada en la realidad de los desalojos arbitrarios a que la clase opulenta -en alianza con funcionarios corruptos- somete a quienes viven alquilados, muestra la riqueza humana de personajes que en su diversidad se encuentran en una causa común.
Ganadora de tres premios nacionales y siete en festivales internacionales, es nominada a la mejor película extranjera de habla hispana en el Premio Goya (España, 1995).
Lo macabro y el humor se juntan para engendrar un largometraje de antología. Con «Perder es cuestión de método» (2004), Cabrera retoma el análisis de situaciones a través de múltiples miradas. Cada personaje, un enfoque de vida; variaciones sobre un mismo tema que hace de dicha película otra de las más galardonas en su haber. Fue en la Selección Nacional para el Festival de Venecia y el Festival des Films du Monde (Francia). Obtuvo el Premio al Mejor Director y Premio del Público en el Festival de cine Iberoamericano de New York y el Gran Premio de Las Américas en el Festival de Cine Mundial de Montreal.
«Ilona llega con la lluvia» (1996), basada en la novela del también colombiano Álvaro Mutis, «Águilas no cazan moscas» (1994), «Los tres jinetes del Apocalipsis» (1987), son otros títulos que dan fe del fructífero trabajo de quien este lunes 20 de abril sopla 65 velitas cumpleañeras.