Thomas Piketty rechaza la Legión de Honor y enmienda al gobierno francés

“Rechazo el nombramiento porque no creo que el papel de un gobierno sea decidir quien es honorable”. El economista francés de izquierda Thomas Piketty, cuya obra El capital del siglo XXI (Fondo de Cultura Económica, 2014) ha vendido ya más de veinte millones de ejemplares, en todo el mundo y en diversas lenguas, ha usado este argumento para “devolver al remitente” la condecoración de la Orden de la legión de Honor, máxima recompensa honorífica que el estado francés concede a sus ciudadanos más distinguidos en todos los campos.

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Thomas Piketty en una conferencia en Cambridge

 

“Mejor harían en dedicarse a relanzar el crecimiento en Francia y en Europa”, ha añadido. Con su rechazo, Piketty “cuestiona toda la política económica y sobre todo fiscal del quinquenio” socialista actual (Sylvaine Gouz, Rue 89).

También se ha quejado de que publicaran su nombre entre los elegidos para ser caballeros sin consultarle antes porque, ha dicho, eso de la Legión de Honor es algo que le suena raro: “Siempre me ha parecido que es algo completamente desfasado. Me parece muy anticuada esta concepción del papel del Estado, esta forma de decidir quienes forman el grupito de los ciudadanos honorables. Cada vez que he presenciado la ceremonia me he dicho: ‘No querría esto para mi, es algo que me parece muy extraño”.

Thomas Piketty, nacido el 7 de mayo de 1971, “normalien”(*) como muchos otros economistas, políticos y grandes empresarios franceses, es doctor en economía, dirige la prestigiosa EHESS (Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales), está especializado en economía pública y se ha distinguido en el estudio de las desigualdades económicas, en particular desde una perspectiva histórica y comparativa.

En 2002 recibió el Premio al mejor economista joven de Francia, que entregan el diario Le Monde y el Círculo de Economistas, y en 2013 el Premio Yrjö Jahnsson que cada dos años conceden la fundación finlandesa del mismo nombre y la Asociación Económica Europea (EEA) a un economista menor de 45 años «que haya aportado una contribución destacable a la investigación teórica y aplicada del estudio de la economía en Europa”. También es uno de los promotores de la Escuela de Economía de París (PSE, Paris School of Economics, creada en 2006 como fundación de cooperación científica), donde ejerce como profesor.

Thomas Piketty es editorialista del diario Libération y ocasionalmente escribe también en Le Monde. En 2014, la publicación en Estados Unidos de El capital en el siglo XXI suscitó un importante debate público que posteriormente se extendió a los círculos intelectuales europeos. Para el premio Nobel de Economía Paul Krugman, ha sido «la obra más importante del año, y quizá de la década (…) Piketty ha transformado nuestro discurso económico. Ya nunca más hablaremos de riqueza y desigualdad de la misma manera” (citado en Stéphane Lauer, “Le Capital au XXIe siècle” de Thomas Piketty, best-seller aux États-Unis , Le Monde, 24 avril 2014).

Cercano al Partido Socialista, aunque no afiliado, desde 2003 es miembro del comité de orientación científica de la asociación “A gauche en Europa” (A la izquierda en Europa), fundada por Michel Rocard y Dominique Strauss-Khan; participó en la comisión económica del PS entre 1995 y 1997, apoyó, como consejero económico, a Ségolène Royal en su campaña de 2007 frente Sarkozy. El 17 de abril de 2012 firmó, junto a otros economistas, un texto de apoyo a François Hollande publicado en las páginas de Le Monde (“Nosotros, economistas, apoyamos a François Hollande”). Posteriormente se ha distanciado del actual gobierno francés (ver Régis Soubrouillard, Marianne.net, 22 abril 2014).

La «revolución fiscal» preconizada por Piketty, publicada con el título «Pour une révolution fiscale» (Por una revolución fiscal, La République des idées, Seuil, 2011) y firmada por tres profesores de economía: Camille Landais, Emmanuel Saez y el propio Piketty (“una descripción de lo que podría ser una reforma ‘justa’ de la fiscalidad francesa”), se basaba fundamentalmente en la creación de un nuevo impuesto, fusionando los dos ya existentes sobre el trabajo y el capital, que se cobraría en origen siguiendo un baremo progresivo. Una promesa de reforma que era el Punto 14 del proyecto presidencial que François Hollande llevaba en su programa cuando fue candidato en las primarias socialistas del otoño de 2011 y que había concretado con toda claridad en su libro “Le rêve français” (El sueño francés, Editions Privat 2011), compilación de discursos e intervenciones del entonces candidato a la presidencia francesa promesa que olvidó inmediatamente apenas instalado en el Eliseo. A partir de entonces Piketty comenzó a cambiar de opinión sobre su candidato favorito, para terminar diciendo que lo encuentra “assez nul (bastante nulo)”.

En el resumen de la edición española de El capital en el siglo XXI se lee que “para Thomas Piketty, los debates intelectuales y políticos sobre la distribución de la riqueza se han alimentado sobre todo de grandes prejuicios y de muy pocos datos. En ese campo de batalla han convergido ideas sobre la igualdad entre los ciudadanos, el derecho de las personas a ser retribuidas conforme a sus méritos, la confianza en que el crecimiento económico mitiga de manera natural los contrastes entre los más favorecidos y los francamente abandonados, pero la información concreta, referida a un plazo largo y a diversas geografías, no se había empleado con suficiente rigor para entender cómo se acumula el patrimonio, qué consecuencias sociales tiene ese proceso y qué pueden hacer los Estados para enfrentarlo (…) hay en estas páginas un muy detallado análisis de cómo se han distribuido el ingreso y la riqueza en el mundo, desde el siglo XVIII y hasta nuestros días. A partir de una rica base de datos económicos de una veintena de países y con certeras pinceladas literarias -Balzac y Austen sirven para dar ejemplos de cómo las sociedades han entendido su relación con el dinero-, Piketty hace un minucioso recorrido histórico y estadístico para identificar ciertos patrones en el proceso de acumulación del patrimonio en las principales economías. Para el investigador cada nación ha respondido de manera diferente a una ley básica del capitalismo, según la cual el rendimiento del capital suele ser superior, a veces por mucho, a la tasa de crecimiento de la economía, lo que puede estimular la concentración de la riqueza y agravar la desigualdad; queda a los Estados decidir, individual o colectivamente, cómo influir en esa fuerza polarizante”.

La Orden Nacional de la Legión de Honor fue establecida el 19 de mayo de 1802 por Napoleón Bonaparte (quien en aquellos momentos tenía enfrente al pueblo español rechazando sus intentos a adueñarse del país) para recompensar “méritos eminentes” de militares o civiles. No tiene acompañamiento económico ni más privilegio que el de que los descendientes de los titulares pueden estudiar en elitistas colegios que todavía practican la separación de sexos –las Escuelas de la legión de Honor-, como la que el propio emperador creó cerca de París, en Saint-Denis, donde todavía estudian 500 niñas que tienen prácticamente asegurado el título de bachillerato, porque es uno de los establecimientos que más éxitos escolares consigue (normalmente el 100%). La Orden es mayoritariamente masculina, aunque desde 2008 se practica la paridad en la elección de los premiados. Hasta la fecha, ha recibido la condecoración cerca de un millón de personas.

Antes que Piketty, otros científicos e intelectuales franceses rechazaron la Legión de Honor, por diferentes motivos. El compositor de origen ruso Hector Berlioz, en 1864, porque el estado francés no le pagaba los 3000 francos que le había prometido cuando le encargó su Requiem (“Me cago en vuestra cruz, dadme mi dinero”). El matrimonio Pierre y Marie Curie se mostró mas sobrio (“No vemos la necesidad”), la escritora George Sand se negó con humor (“No quiero parecer una vieja cantinera”). Los escritores y filósofos Louis Aragón, Jean-Paul Sartre (quien también rechazó el Nobel), Simone de Beauvoir y Albert Camus pensaban que “el escritor debe negarse a dejar que le transformen en institución”; los escritores Céline y Marcel Aymé, lo mismo que el escritor y autor de comics Jacques Tardi, respondieron en argot que no estaban interesados en el reconocimiento de personas que no les gustaban: “pueden metérsela donde les quepa” (se la carrer dans le train).

El actor Bourvil la rechazó por modestia (no creía merecerla) y el cantautor Georges Brassens, en 1972 le dedicó una sátira en la que denunciaba “le fatal insigne qui ne pardonne pas (la fatal insignia que no perdona)”, lo mismo que su colega, el anarquista Léo Ferré, quien cantaba a la condecoración en Il n’y a plus rien: “Ce ruban malheureux et rouge comme la honte dont vous ne vous êtes jamais décidé à empourprer votre visage (Esa cinta desgraciada y roja como la vergüenza…)”.

El actor y humorista Coluche, fundador de Les Restaurantes du coeur (donde comen cientos de miles de desfavorecidos cada año), aseguró que si se la daban “iría a recogerla en calzoncillos para que no supieran conde colocarla”, mientras que la doctora Annie Thébaud-Mony, especialista en cánceres profesionales, la rechazó en 2012 para denunciar la “indiferencia” ante los “crímenes industriales”.

  • La Escuela Normal Superior (o ENS, ENS Paris, ENS Ulm, familiarmente conocida como Ulm, Normale sup y Normale), es uno de los grandes establecimiento de enseñanza pública superior, situado en París, cuyos orígenes se remontan a la Revolución Francesa y que, en su forma actual, existe desde 1820 (la otra gran escuela es la ENA, Escuela Nacional de Administración, de donde proceden, entre otros, François Hollande y Ségolène Royal. La misión de esta “gran escuela” es “preparar, mediante una formación cultural y científica de alto nivel, alumnos destinados a la investigación científica, la enseñanza universitaria, el servicios de las administraciones del Estado y las colectividades territoriales, los establecimientos públicos y las empresas”. La ENS depende directamente del Ministro de la Enseñanza Superior. Entre los antiguos “normaliens” figuran entre otros los filósofos Louis Althusser, Henri Bergson, André Comte-Sponville, Jacques Derrida, Michel Foucault, Maurice Merleau-Ponty, Simone Weil, Jean-François Revel y Bernard Henry-Lévy; los sociólogos Raymond Araon y Alain Touraine; los políticos Leon Blum, Jean Jaurès, Georges Pompidou, Laurent Fabius, Alain Juppé; los escritores Paul Nizan, Jean Prévost, Jean-Paul Sartre, Robert Brasillac, Jean D’Ormesson, Romain Rolland (Premio Nobel de Literatura) y Marie Darrieussec; los científicos Louis Pasteur, Elie Cartan, Claude Cohen-Tannoudji (Premio Nobel de fFsica), Gérard Debreu (Premio Nobel de Econnomía), Albert Fert (Premio Nobel de Física)y Gabriel Lippmann (Premio Nobel de Física).
Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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