A medida que avanza la enfermedad de Parkinson, las manifestaciones no motoras se van haciendo cada vez más evidentes. Estas, que en un principio no se toman en cuenta, llegan a producir diversas alteraciones de conducta en el paciente y se enmarcan dentro de los llamados trastornos disautonómicos.
Por esa razón, muchas personas padecen una hipersexualidad y la falta de control de impulsos se ha relacionado con el uso de agonistas dopaminérgicos que hacen que el hombre, principalmente, no tenga la capacidad de regular su conducta sexual y tenga hábitos complejos que le lleven a manifestarse sin control alguno.
La rigidez, el gran temblor, la dificultad de caminar o la inactivadad de cuestiones precisas se ven debordadas a veces por las múltiples adicciones de los cerebros tratados para mejorar esos síntomas. Una de ellas es la hipersexualidad que es del todo embarazosa en su contexto pero ciertamente el cerebro adicto puede serlo a varias cosas; al juego, al alcohol, a las drogas, etc. Las conductas adictivas sugieren en algunos pacientes también, compras compulsivas, obsesiones desmesuradas o casos de punding (mente colgada). Mentes que trabajan de forma compulsiva, con conductas erráticas y una hipersexualidad descontrolada.
La demanda excesiva de actividad sexual, el uso de líneas eróticas o servicios de prostitución así como masturbaciones obsesivas llevan a afectar a los enfermos, especialmente los más jóvenes. Aunque realmente estos problemas no se asocien a la enfermedad neurodegenerativa, es cierto que bajo estos medicamentos es normal que al menos tengan conductas aisladas o continuadas que hacen avergonzar a su entorno y en el caso de tener pareja, esta se sienta desbordada por las peticiones sin control.
Como trastorno del control de los impulsos, la hipersexualidad lleva al paciente a tener pensamientos frecuentes sobre sexo y el deseo elevado de actividad sexual aunque esta no la haya tenido siendo más joven. Es frecuente que vean pornografía que utilicen la prostitución como vía de escape y que no se reconozca al paciente dado que es una conducta que antes no experimentaba.
La farmacología utilizada en pacientes con párkinson generalmente actúan sobre la dopamina; el químico cerebral que está en déficit en estos pacientes y al elevar la misma o imitar, mejor dicho, su acción en el cerebro, modulan la excitación sexual y el sistema de recompensa en general. Este aumento se produce en todo el cerebro por ello, no solo en las áreas de párkinson sino en las otras afectadas por la enfermedad e involucradas en la motivación y excitación sexual.
La descripción de la hipersexualidad en pacientes con párkinson parece ser una reacción adversa a los medicamentos como los agonistas dopaminérgicos fundamentalmente aunque se han descrito también casos debido al tratamiento con levodopa e incluso debido a la estimulación cerebral profunda en algunos pacientes.
Si se ha notado esta falta del control de los impulsos en pacientes cercanos afectados por la enfermedad de párkinson el manejo o ajuste de la medicación sería conveniente por ello, en ocasiones severas se reduce o suspende, a criterio del neurólogo el tratamiento con agonistas dopaminérgicos. Si por lo que fuere solamente está tratado con levodopa la dosis será la mínima tolerada por el enfermo.
En otras ocasiones extremas se ha recurrido a la castración química con espironolactona o medroxiprogesterona, pero todo ello, debe pasar por ver en qué medida esta conducta es disruptiva y afecta a toda la familia. En otros pacientes la ayuda con neurolépticos atípicos como la clozapina o la quetiapina pueden ayudar también. En todo caso ante el menor atisbo de cambio conductual debe pasar por la consulta del neurólogo de inmediato.