“¿Qué importa la fe si les arrebatáis los sueños?”
Retrato colectivo de un país esbozado a partir de cinco personajes pertenecientes a minorías oprimidas: una mujer, un homosexual, un judío, una adolescente y un maestro bereber.
“Razzia”, del realizador franco-marroquí Nabil Ayouch (“Mektoub”, “Los caballos de dios”, “Much Loved» (2015), prohibida en Marruecos)”, nos habla de integrismo, patriarcado, tabúes, tradiciones y sueños imposibles; de cinco destinos que se cruzan en algún momento, cinco casos emblemáticos que sufren la represión, la “razzia” de los islamistas ultras que invaden todos los sectores de la sociedad.
En un paralelismo entre los años 1980 y 2015, dos épocas significativas en la historia de Marruecos, de un poblado en las montañas del Atlas a las calles de Casablanca, el realizador hace una lectura crítica de la evolución político-social y las numerosas represiones de las libertades que se suceden continuamente en el Marruecos actual donde bajo una capa ligera de aparente modernidad perviven costumbres y tradiciones opresoras.
Como en un trabajo de patchwork, la película empieza con unas secuencias de una escuela del Atlas donde a un maestro bereber se le obliga a explicar las materias en árabe a unos niños que solo hablan la lengua local.
Extranjeros (saudíes, sirios y egipcios) están reemplazando a los profesores y dando a los niños una visión del mundo pasada por el prisma religioso del salafismo… y continúa con imágenes de manifestaciones en Casablanca contra la reforma de la Ley de la herencia, en 2015, cuando una multitud de hombres y mujeres protestaban contra la igualdad de derechos tras la victoria electoral de los islamistas; y de manifestaciones de estudiantes que denuncian que ni sus títulos académicos, ni haber “aprendido francés” como les recomendaban sus dirigentes, les sirve para encontrar un trabajo acorde con sus conocimientos (Es la cruz de las últimas generaciones en gran parte del mundo).
Siguiendo con este sistema de contraponer imágenes de ayer y de hoy, Nabil Ayouch nos explica que han cambiado muy pocas cosas –quizá la moda sea el aspecto que presenta mayores avances- y que, en contra de lo esperado por progresistas y reformistas, Marruecos se hunde en un autoritarismo galopante que impone el integrismo religioso, y que está provocando una insoportable atmósfera de presión social con sus inevitables secuelas de desigualdades, terrorismo, miseria.
En el desfile de situaciones conocemos también al joven cantante homosexual que quiere ser “el Freddy Mercury marroquí” y al que acosan sus vecinos de la Medina; a la mujer que rechaza su embarazo ante el temor de que sea una niña porque “Marruecos no es país para mujeres”; a la adolescente que se descubre tendencias lésbicas y pretende combatirlas ofreciéndose a su compañero de instituto “como regalo de cumpleaños”; y al adulto judío, propietario de un restaurante, perteneciente a una minoría cada vez menor y más despreciada en el proceso de arabización y nacionalismo a ultranza que está destruyendo los pequeños logros sociales conseguidos en los últimos años del siglo XX.
En todos los casos late el fenómeno de la “desposesión: la que tuvo lugar en las escuelas de las montañas hacía mucho tiempo que se estaba repitiendo en los hogares, donde padres y maridos se han convertido en amos que dictan el comportamiento justo” (Frédéric Strauss, Télérama).
“Razzia” pretende ser una película comprometida y muy didáctica de principio a fin, con la elección de personajes intencionadamente representativos de una situación, una clase, un estatus.