Por la abolición planetaria de la pena de muerte

Uno de los puntos esenciales que distingue a la civilización de la barbarie es la existencia o inexistencia legal de la pena de muerte en los distintos países. En la Unión Europea, el artículo 2 de la Carta de Derechos Fundamentales la prohíbe tajantemente.

En Francia, donde acaban de conmemorar la aprobación de la ley que la erradicó, esa conmemoración ha estado protagonizada por Robert Badinter. Era ministro de Justicia hace 40 años, cuando la Asamblea Nacional votó el fin de las ejecuciones, que seguían practicándose mediante la guillotina.

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Robert Badinter defiende su proyecto de ley contra la pena de muerte en la Asamblea Nacional francesa, 17 de septiembre de 1981.

En su famoso discurso ante los diputados franceses, Badinter utilizó todo el peso de la razón filosófica y jurídica, toda su pasión también. Al día siguiente, la votación lo reflejó con 363 votos a favor de la abolición contra 117 negativos. En el voto del Senado hubo 160 votos a favor de la supresión de la pena capital; 126 senadores se mostraron partidarios de continuar con la sombría tradición de la guillotina.

Entonces, la izquierda acababa de ganar las elecciones en mayo y habían transcurrido pocos meses del primer mandato presidencial de François Mitterrand, quien promulgó la ley Badinter el 9 de octubre de 1981. Sin embargo, la supresión definitiva no tuvo lugar hasta el año 2007, cuando la decisión de suprimir la pena de muerte fue inscrita en la Constitución de la República Francesa, durante la presidencia de Jacques Chirac. Antes de la presidencia de Mitterrand, el último guillotinado fue el tunecino Hamida Djandoubi, quien fue ejecutado en la prisión marsellesa de Baumettes el 10 de septiembre de 1977.

En Francia, el debate sobre la pena capital había aumentado especialmente tras el guillotinamiento el 26 de julio de 1976 de Christian Ranucci, como Djanoubi, condenado por violación, secuestro y asesinato de una menor (aunque las circunstancias de ambos casos fueron muy distintas). Ranucci fue un asunto muy mediatizado, con abundancia de reportajes, cartas, artículos y libros, donde se cuestionaban algunas de las pruebas presentadas ante el tribunal que lo condenó.

Valéry Giscard d’Estaing desestimó todas las peticiones de gracia y decidió «laisser la justice suivre son cours», según la fórmula legal firmada por un presidente que confirmaría aún otras dos penas de muerte durante su septenato presidencial, antes de perder las elecciones ante Mitterrand (en 1981). Durante el resto de su vida, Giscard d’Estaing se atuvo siempre a sus emociones íntimas de aquel tiempo utilizando una expresión críptica: «En moi, rien ne bouge» (dentro de mí, nada cambia).

En España, la supresión de la pena de muerte había tenido lugar años antes que en Francia, al aprobarse la Constitución de 1978.

Badinter, empecinado humanista

 En lo que se refiere a Robert Badinter, estamos ante una figura humanista que mantiene -a sus 93 años- todo su empeño contra la pena capital para seguir reclamando su ilegalización absoluta en todo el mundo.
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París, 11 de enero de 2015. Robert Badinter habla con el autor de este artículo y con Ricardo Gutiérrez (Secretario General de la Federación Europea de Periodistas) en la manifestación de rechazo masivo al atentado contra la revista Charlie Hebdo.

«Tengo la absoluta convicción de que la pena de muerte está destinada a desaparecer porque es una vergüenza para toda la Humanidad. También porque nunca hizo retroceder los delitos de sangre», ha declarado Badinter en el acto solemne celebrado en el Panteón. El anciano jurista lo sostuvo en el acto formal conmemorativo con un argumento añadido contra la extrema derecha en alza, que reclama la vuelta atrás de la historia en los casos de terrorismo y otros delitos gravísimos: «La pena de muerte transforma a los terroristas en héroes y mártires», dijo Badinter en el Panteón, añadiendo después: «Porque lo cierto es que la pena de muerte no sirve para defender a las mujeres y hombres libres, sólo deshonra a la sociedad».

La Asamblea General de las Naciones Unidas ha adoptado una serie de resoluciones (no vinculantes) pidiendo «una moratoria» planetaria de las ejecuciones. Sin resultado global, desde luego.

En el acto del Panteón, el presidente francés Emmanuel Macron ha prometido promover de nuevo en la ONU esa moratoria, junto a los demás países de la UE.

Victor Hugo, quien fuera en Francia el Robert Badinter del siglo XIX, dejó tras de sí los argumentos más certeros, las mejores reflexiones, las frases más bellas, contra la pena capital. Entre ellas, la siguiente: «Donde quiera que se prodigue la pena de muerte, domina la barbarie; allí donde la pena de muerte no existe, reina la civilización». Vista desde nuestra época, esa idealización parece propia de una persona demasiado inocente, pero  el mismo Victor Hugo añadiría después algo más directo. Decía el escritor decimonónico que quienes no se pronunciaban ante la pena de muerte, seguramente, no habían visto una guillotina en toda su vida. Podríamos completarlo diciendo que tampoco una cámara de gas, ni una ejecución por inyección letal, ni una escena de fusilamiento, ni una horca en el patio frío de una prisión. Desde luego, tampoco una explicación detallada de cómo funcionó el garrote vil en España.

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En España, las cinco últimas ejecuciones tuvieron lugar por fusilamiento casi al final de la dictadura de Franco (27 de septiembre de 1975). El año anterior, el militante antifranquista Salvador Puig Antich fue ejecutado mediante el garrote vil, instrumento habitual utilizado durante los siglos XIX y XX para acabar con la vida de los condenados a muerte.

En 2020, unas 500 personas fueron ejecutadas legalmente en todo el mundo, donde la mayor parte de los países, cierto, han abolido la pena de muerte. Sin embargo, sigue vigente en los países más grandes: en Estados Unidos, en Rusia, China, Japón, India, Pakistán, Indonesia, Nigeria, en Egipto y en Arabia Saudí, entre otros.

Como una síntesis de odio inútil, esos estados siguen practicando las ejecuciones capitales, de modo que aproximadamente dos tercios de la población mundial siguen viviendo en estados que condenan a determinados reos a la pena máxima para ejecutarlos a continuación.

En ese aspecto, no es difícil asumir lo argumentado por Robert Badinter: la pena de muerte carece de sentido en la práctica, pues nunca disuade a todos los criminales, y está siempre alejada de cualquier sociedad que busque la verdadera justicia y la humanidad en sentido profundo.

Paco Audije
Periodista. Fue colaborador del diario Hoy (Extremadura, España) en 1975/76. Trabajó en el Departamento Extranjero del Banco Hispano Americano (1972-1980). Hasta 1984, colaboró en varias publicaciones de información general. En Televisión Española (1984-2008), siete años como corresponsal en Francia. Cubrió la actualidad en diversos países europeos, así como varios conflictos internacionales (Argelia, Albania, Kosovo, India e Irlanda del Norte, sobre todo). En la Federación Internacional de Periodistas ha sido miembro del Presidium del Congreso de la FIP/IFJ (Moscú, 2007); Secretario General Adjunto (Bruselas, 2008-2010); consejero del Comité Director de la Federación Europea de Periodistas FEP/EFJ (2013-2016); y del Comité Ejecutivo de la FIP/IFJ (2010-2013 y 2016-2022). Doce años corresponsal del diario francófono belga "La Libre Belgique" (2010-2022).

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