El abogado Javier Casal Tavasci explicaba en octubre 2021, que se empezaba un nuevo curso escolar en España con la esperanza de atajar los casos de acoso escolar, un problema que no decrece, y explicaba cómo los expertos cuentan con una serie de indicadores para detectar que un menor está siendo acosado: irritabilidad, ansiedad, insomnio, malestar general; en casos graves, depresión; y, en casos extremos, ideas suicidas.
Estos estados de ánimo suelen venir acompañados de un descenso en el rendimiento escolar, dificultad para concentrarse, aislamiento social, apatía, sentimientos de culpa, negación de los hechos e incongruencias, que permiten al entorno del menor, junto a las autoridades educativas y con el apoyo de entidades especializadas como Aldeas Infantiles SOS, que trabajan para mejorar la vida de miles de niños y niñas en situación de riesgo, pobreza o exclusión social.
Señalaba Javier Casal en su artículo que cuando no había teléfonos móviles con cámara ni internet, el menor que era acosado recuperaba la tranquilidad necesaria a la salida del colegio para continuar con su vida, pero actualmente el acoso continúa fuera del centro cuando se publican imágenes y vídeos comprometidos del menor en internet o se hacen circular a través de aplicaciones de mensajería móvil.
Actuar en este escenario no es fácil porque los menores afectados suelen tener mermada su autoestima y, además de un apoyo inicial del entorno familiar y de los responsables del centro educativo, los expertos recomiendan acudir a profesionales de la salud, como psicólogos.
Pero hay que tener en cuenta que cuando se constata un caso de acoso escolar, significa que la prevención en los ámbitos de la educación primaria o secundaria ha fallado, y será muy difícil recuperar la confianza del menor en sus responsables, siendo fundamental entonces que el entorno familiar actúe debidamente en tiempo y forma, porque a la baja autoestima inicial se pueden añadir actitudes pasivas, trastornos emocionales, problemas psicosomáticos, depresión ansiedad y pensamientos suicidas, así como pérdida de interés por los estudios y como consecuencia fracaso escolar.
El psicólogo especialista en acoso escolar José Antonio Luengo explicaba en 2019 que los escenarios de la educación no son solo los que se viven en la escuela, ya que están condicionados por lo que se ve en la televisión y en las redes sociales.
También por el modelo de comportamiento que tienen los padres, cómo se responde a las dificultades, cómo se responde al conflicto, cómo se gestiona la preocupación, el dolor o la alegría; y advertía que, aunque pueden parecer palabras vacías de contenido, están presentes en la educación y configuran la responsabilidad más cercana al menor en casos de acoso escolar o de acoso infantil.
Y cuando ha fallado la prevención en el ámbito escolar y también falla o no es suficiente la respuesta familiar, corresponde a otros responsables y entidades sociales actuar con la mayor celeridad para proteger y cuidar a los menores, a ser posible ayudando a mantener unidas a las familias y que puedan superar el problema sin necesidad de tutela exterior de los servicios de protección de menores.
Es en estas situaciones cuando asociaciones como la citada de Aldeas Infantiles SOS desempeñan un trabajo esencial para evitar la separación familiar, y deben contar para ello con recursos materiales y profesionales adecuados en el ámbito de la salud, de la nutrición y alimentación, de la higiene, de la vivienda; y siempre en un marco de respeto profundo por las convicciones personales de las familias con las que tratan.
Es un trabajo de profundo calado social, en el que se ha demostrado en infinidad de ocasiones que nunca serán suficientes los recursos que puedan dedicar las administraciones públicas, y que la solidaridad siempre se sentirá más cercana cuando viene de la sensibilidad humana de personas que eligen aportar su esfuerzo personal, su capacidad profesional o sus recursos económicos a esta labor.
Solemos apreciarlo cuando hemos visto en la televisión respuestas en tiempo récord a desastres naturales, a conflictos sociales como la migración venezolana o a los desplazados por conflictos bélicos en Irak, Siria o Afganistán.
Pero también ocurre en nuestros entornos más cercanos y se puede cuantificar su magnitud en las memorias que presentan los departamentos especializados de las Comunidades Autónomas o los grandes ayuntamientos de España.
Así que en la próxima ocasión en que nos aborden en una estación de metro, en una calle céntrica, a la puerta de un centro de salud, o recibamos una llamada telefónica en la que se nos solicita apoyo, haremos bien en no volver la cabeza o argumentar prisa, y dedicar al menos unos minutos a conocer más en profundidad cómo desarrollan su trabajo los voluntarios de esas organizaciones.