En Cachemira, nuevos intercambios de fuego entre tropas indias y pakistaníes en la llamada Line of Control (LOC). Se trata de una línea fuertemente militarizada y no de una verdadera frontera, puesto que no es reconocida como tal por ninguno de los dos países que reclaman –ambos– la soberanía total sobre toda aquella región (equivalente al 36 por ciento del territorio español).
Esa tensión sucede a una matanza de turistas indios que visitaban la localidad de Pahalgam, en Cachemira, el día 22 de abril. Un grupo llamado Kashmir Resistance, también conocido como The Resistance Front (TRF) asumió la responsabilidad de una acción terrorista en la que 26 personas fueron asesinadas con disparos, después de ser interrogadas para saber su credo religioso. Quienes se declararon hindúes o no supieron responder a preguntas y fórmulas islámicas, fueron cruelmente asesinados.
El grupo TRF es una especie de emanación de otro grupo islamista, largamente activo en Cachemira, llamado Lashkar-e-Toiba. Para Nueva Delhi, es una organización manejada por Islamabad; según ese gobierno, Pakistán no proporciona apoyo militar al TRF, «únicamente apoyo moral y diplomático».
Cachemira parecía en vías de pacificación y el turismo había regresado allí. Sin embargo, los choques armados entre ambos ejércitos se han producido periódicamente desde hace 75 años, desde la partición colonial de la antigua India británica, cuando el maharajá del estado principesco de Jammu y Cachemira dejó en suspenso su adscripción a una u otra de las dos entidades (India y Pakistán) en las que se dividió la vieja India, hasta entonces dominada por el Reino Unido.
Aquel soberano llamado Hari Singh disfrutaba de cierta autonomía bajo la soberanía de Londres, aunque su religión hindú era minoritaria ante la mayoría musulmana de aquel territorio. Aspiraba a constituir otro estado independiente, separado tanto de India como de Pakistán. Los acuerdos de independencia negociados con Londres por el Partido del Congreso (del Mahatma Gandhi y de Jawaharlal Nehru) y la Liga Musulmana (de Muhammad Ali Jinnah) lo impedían. Para forzar la integración de Cachemira en Pakistán, el recién nacido estado pakistaní amparó el envío de fuerzas irregulares para adscribir por la fuerza Cachemira a Pakistán.
Entonces, Hari Singh firmó el documento de accesión a la India y pidió ayuda militar a Jawaharlal Nehru, quien envió tropas regulares indias para rechazar a los invasores y a las fuerzas pakistaníes. Así estalló la primera guerra abierta entre India y Pakistán. La región de Cachemira quedó dividida de facto. Hasta hoy.
Ambos ejércitos se acababan de formar mediante la división de las unidades y medios militares comunes, que hasta el día anterior a la independencia habían formado parte de las fuerzas del Imperio Británico.
De algún modo, Cachemira se convirtió en un escenario bélico en el que se podía hablar –a la vez– de una guerra civil, aunque se convirtiera de inmediato también en una guerra internacional. De algún modo, tuvo, asimismo, un cierto perfil de guerra de religión.
Desde entonces, 1947, India y Pakistán han sostenido tres guerras abiertas y declaradas entre sí, así como un número incontable de choques armados (muchas veces no relatados por los medios internacionales).
Amenazas de guerra atómica
Ambas naciones son potencias fronterizas con China, también potencia atómica; de modo que un escalofrío recorre la espina dorsal de la geopolítica planetaria cada vez que se calienta el conflicto de Cachemira. Y cuando alguien sugiere que la guerra nuclear no tendrá lugar nunca entre los tres grandes estados del Himalaya, cabe recordar declaraciones como las realizadas en 1999 por un ministro pakistaní, Zafarul Haq: «Las armas nucleares no han sido fabricadas para permanecer en un almacén, si la seguridad de la patria [en ese caso Pakistán] estuviera amenazada» [*].
China también ocupó una parte del territorio histórico de la vieja Cachemira (Aksai Chin), tras una breve guerra en tiempos de Mao-tsé-Tung y Jawaharlal Nehru (en 1962).
La línea de separación no reconocida como frontera legal se llama allí Line of Actual Control, LAC, que sí ha aceptado Pakistán, no la India. En su día, China apoyó a Pakistán para que se convirtiera en una potencia nuclear; anteriormente, en menor medida, la India había recibido apoyo técnico de Israel para lograr el mismo objetivo.
Tras la última matanza que ha tenido lugar en Cachemira, la India dice haber identificado a varios atacantes, entre ellos al menos dos de ellos serían ciudadanos pakistaníes. Pakistán lo niega y demanda una investigación internacional neutral, al mismo tiempo que ha ordenado cierres en su espacio aéreo. Ambos países han suspendido los visados de los ciudadanos del país adversario (o enemigo, según se desee). https://www.reuters.com/world/india/india-pakistan-exchange-gunfire-2nd-day-ties-plummet-after-attack-2025-04-26/
Nueva Delhi ha ordenado la expulsión de todos los pakistaníes que se encuentren en la India y ha suspendido el tratado del Indo (1972), que determina el curso de los grandes ríos del Himalaya que fluyen hacia territorio pakistaní.
De manera simbólica, Pakistán ha suspendido otro tratado en el que aceptó que el antiguo Pakistán Oriental se convirtiera en el estado independiente de Bangla Desh, al final de otra guerra entre los dos países (1971).
Tras numerosos períodos de inestabilidad política y terrorismo en Cachemira, con abundantes violaciones de los derechos humanos, el nacionalista primer ministro Narendra Modi (hindú profundamente religioso) anuló lo que quedaba de autonomía de Cachemira y dividió el territorio en dos zonas administradas por el gobierno central de la India. Al mismo tiempo, autorizó la compra de bienes inmuebles y tierras por parte de ciudadanos indios de otras zonas del país, que hasta ese momento no podían hacerlo.
Además, su firme política de seguridad interna había hecho disminuir la actividad terrorista y el terrorismo había empezado a disminuir. En 2024, el valle de Cachemira volvió a tener entre tres y cuatro millones de visitantes. Una victoria política para Modi que los últimos acontecimientos han quebrado.
El ministro indio de los recursos naturales, C.R. Patil, ha declarado que no dejarán que «una sola gota de agua fluya» el otro lado de la cordillera del Himalaya.
Pakistán afirma que eso sería «un acto de guerra», mientras que el prominente parlamentario pakistaní, Bilawal Bhutto, ha amenazado a la India así: «Si nuestras aguas no fluyen hacia donde deben, fluirá su sangre». Es la retórica de la guerra total.
En realidad, algunos expertos dudan de que el corte de esas grandes corrientes de agua sea posible a corto plazo, sin años previos de grandes inversiones.
Modi se encuentra atrapado entre la exigencia de sus seguidores –y quizá de la gran mayoría de los indios– para que ordene las represalias más duras contra los autores de la matanza (y contra Pakistán) y la contención estratégica que reclaman otras potencias internacionales, como Estados Unidos y Arabia Saudí, en principio aliados tanto de la India como de Pakistán.
A no olvidar, sin embargo, que los saudíes ampararon en su día la fabricación de la bomba atómica por parte de Pakistán y han sido considerados en el pasado como patrones (al menos ideológicos, no se sabe si también financieros) de Lashkar-e-Toiba (que significa ‘el ejército de los puros’), génesis del grupo TRF, autor de la matanza terrorista de hace pocos días.
En la Cachemira administrada por Nueva Delhi, las autoridades indias han derribado tres casas que pertenecían a familias de los tres presuntos autores de la matanza de Pahalgam.
Por el momento, la retórica bélica sobrevuela tanto las declaraciones políticas de Delhi como las de Islamabad.
«Castigaremos a los culpables, aunque se escondan en los confines de la Tierra», ha dicho Narendra Modi.
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*Véase La India: fracturas internas y conflictos exteriores, Paco Audije en el libro de varios autores La India de ayer a hoy, Instituto de Indología/Goyal Publishers, Delhi 2000.