Sucedió lo que algunos no dudarían llamar un milagro: los emisarios de Kiev y Moscú, reunidos en Estambul, dieron ayer luz verde a un anteproyecto de acuerdo que presupondría el cese de las hostilidades entre Rusia y Ucrania e, implícitamente, la firma de un tratado de seguridad.
Sucedió lo que algunos no dudaron en llamar una catástrofe: para Washington y Londres, el advenimiento de la paz sería a la vez prematuro e indeseable. El guion de los políticos anglosajones contempla probablemente más derramamiento de sangre, más sacrificio, más sufrimiento. La Casa Blanca le advirtió al presidente Zelensky que el acuerdo con Moscú parecía… inoportuno. Sin embargo…
El eterno candidato al cargo de mediador internacional, Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía y amigo personal de Vladímir Putin y Vlodímir Zelensky, tenía sobrados motivos para celebrar el éxito de esta ronda de consultas. Hacía más de un mes que los países neutrales de Europa habían apostado por los dotes de persuasión del sultán. De hecho, Turquía, potencia regional en auge, podía desempeñar la función de intermediario activo en el conflicto entre vecinos.
Para Erdogan, adalid del nuevo otomanismo, el papel de Turquía consiste en tratar de igual a igual con los zares del Kremlin, recordándoles la época en la que el Mar Negro –el Lago Turco– contaba con asentamientos otomanos en la península de Crimea y las orillas del Mar de Azov. Las ciudades arrasadas estas últimas semanas por el cuerpo expedicionario ruso fueron edificadas hace siglos por navegantes griegos y comerciantes turcos, armenios, tártaros, italianos. Se trata de una herencia cultural significativa para el Estado turco, para los nostálgicos del glorioso pasado del Imperio Otomano.
Tampoco olvida Erdogan su primer contacto con Ucrania, la recién independizada república exsoviética que organizó, en 2007, un sonado encuentro regional de agrupaciones nacionalistas, al que asistió como representante de Milli Görüs, conglomerado de grupúsculos políticos y religiosos de corte islamista inspirado en el ideario del Necmettin Erbakan. El sultán supo mimar a sus amigos ucranios…
En la reunión de Estambul, la delegación de Kiev exigió la apertura inmediata de pasillos humanitarios para la evacuación de los civiles que se hallan en las zonas del conflicto y la retirada de las tropas rusas. A cambio, Ucrania se comprometía a renunciar a la adhesión a la OTAN y de negociar sin prisas su integración en la Unión Europea.
La neutralidad y la seguridad del país serían garantizadas y supervisadas por ocho Estados: Francia, Alemania, China, Rusia, Estados Unidos, Polonia, Israel y Turquía. El tratado de garantías de seguridad sería muy parecido a la Carta de la OTAN, con un Artículo cinco análogo, aunque mejorado. Según la propuesta de Kiev, el acuerdo se implementaría a través de un referéndum, comprometiéndose los Estados garantes a proteger activamente a Ucrania ante cualquier agresión.
En cuanto a la anexión de Crimea se refiere, las partes dejan constancia de la intención de resolver el problema por vía diplomática en un plazo de quince años.
Por su parte, Rusia se compromete a reducir su presencia militar en las inmediaciones de Kiev y Chernihiv para fomentar la confianza en el porvenir de las consultas, abonando el terreno para la aprobación y la eventual firma de un futuro tratado de paz.
Una perspectiva ésta, que no acaba de convencer a los partidarios de las últimas sanciones contra Rusia, quienes sueñan, muy probablemente, con el derrocamiento de Vladímir Putin y el derrumbe total del imperio exsoviético.