Tawaruchar llama el pueblo Añú a la laguna que le da vida. Es una palabra que yace dormida en lenguas ancestrales.
Suenan las cañas sobre la laguna. Su silbido adormece al niño quien hace tarea sobre la estera. A su lado el abuelo confecciona una atarraya disponiéndose a salir de pesca según su costumbre ancestral. Para la familia añú, las canoas son masculinas, los tejidos femeninos.
En un tendencioso afán hegemónico, hay quien se refiere al pueblo Añú como próximo a su extinción. Es gente descendientes de la familia arawak, caracterizada por sus viviendas construidas con estacas de mangle y esteras de enea que habitan en el municipio La Guajira, en el estado Zulia de Venezuela. En este paraje se evoca la presencia del pueblo Wayuu pero poca gente tiene a mano la presencia de quienes también habitan en la Laguna de Sinamaica.
Una gran diferencia numérica signa este hecho. El pueblo Añú está constituido por 12.969 personas frente a las 295.577 Wayuu. Por algo decimos que el principal problema de las minorías es la mayoría. Pese a esta ventaja numérica, la muerte de una cultura no puede ser decretada por otra. Son los vínculos primordiales que definen lo que constituye el país como propio.
Hablan entre sí en wayuunaiki y con los no indígenas se comunican en castellano pero su propia lengua está dormida; salvo algunos ancianos o ancianas ya casi nadie puede expresarse fluidamente en ella.
Si bien el idioma propio no es la única forma de preservación de la cultura, sí es una de las más resaltantes. Somos como nombramos. La criollización del lenguaje es una forma de coloniaje contemporáneo en el cual se van transparentando las manifestaciones culturales hasta extinguirse.
La religiosidad y cosmogonía propia se mantienen pese al mestizaje y la disgregación. Por ejemplo, el agua no da vida, es la vida. El pueblo Añú nace del agua, es el agua. Todo su quehacer está en ella. Es una cultura de pesca, mangle y enea pero sobretodo de una laguna-espejo que permite reconocerse.
La casa no se habita, nos habita. Nuestra casa es más que vivienda, es el centro medular de referencia, es recinto sagrado y familiar que debe ser quemado al ser violado y se transfiere (no hereda) cuando la mujer principal muere. Mantiene siempre la referencia originaria: cumbrera cupular como el árbol que le dio el ser y cual bóveda celeste que permite el ingreso de la comunidad al giro universal.
La lengua no se escribe, nos define. Hay que conversar sobre muchas cosas, incluso las que no se dicen pero que sabemos que estamos hablando de ellas. Todas las cosas están alrededor de mí por lo que jamás se debe pronunciar un improperio mucho menos referirnos a algo o alguien con mentira ya que la palabra se revierte, no como mal-dición sino como mal-acción.
Según el testimonio de antropólogos y lingüistas, basta que exista una persona que hable una lengua para poder revitalizarla, desarrollando políticas positivas para su aprendizaje como lengua materna o para adquirirla como segunda.
En las mismas condiciones que el añú se encuentran otros de los 45 pueblos originarios que habitan en Venezuela: los baniwa, baré, warekena y mapoyo. En estas poblaciones solamente alrededor de cien personas son hablantes, todos mayores de 50 años.
No basta que se reconozca que los idiomas indígenas son también de uso oficial y deben ser respetados por constituir patrimonio cultural de la Nación y de la humanidad, hay que actuar a tiempo.
La lengua no se escribe, nos define, esencia nuestra, la lengua, la palabra, uy estos pueblos tan desconocidos nuestros, y tan nuestros no?
Ile, cuando tus artículos no están llenos de poesía y muchas otras cosas, son didácticos. Ya ves, siendo mayor y venezolana, desconocía el nombre de las tribus originarias de nuestra patria. No todas por supuesto, tampoco así. Siempre hablamos de los guajiros, los wayuu, pero ahora ya sé que existen otros nombrados por tí y aún algunos que no nombras. Eran los verdaderos dueños de estas tierras pero los eternos olvidados. Cosa que apenas ha empezado a cambiar. Abrazo