«¿Aquí se puede fumar?», le pregunta un cliente al recepcionista de un hotel en la capital cubana. «No», responde el empleado. El huésped insiste «¿Y esas colillas en el suelo?». «Son de las personas que no preguntaron», espeta el hostelero.
El chiste, muy repetido en este país caribeño, describe la situación del derecho a un ambiente libre de humo en Cuba, reconocida por producir los mejores puros tipo Premium del mundo, informa Ivet González (IPS) desde La Habana.
Varias regulaciones antitabaco están vigentes pero se aplican poco en el país, donde persiste una cultura permisiva del tabaco, según deestacaron fumadores y no fumadores consultados por IPS.
«Esos derechos están vulnerados porque cualquiera fuma en las guaguas (autobuses) y en las áreas comunes de muchos centros de trabajo», valoró Jordán Puebla, un biólogo de 26 años que trabaja en un laboratorio de medicamentos en La Habana.
Puebla dice que suele regresar a casa con la ropa impregnada del fuerte olor de los cigarrillos prendidos por su jefe en la oficina climatizada, que comparte todo el equipo.
«A mucha gente les molesta (ser fumadores pasivos) y saben que tienen la ley de su parte. Alguien protesta a veces pero callan por lo general», afirmó.
«No hay una conciencia de los daños a la salud y el ambiente del tabaco. Y eso que la incidencia del cáncer es evidente porque cualquiera tiene un amigo, pariente o vecino con la enfermedad», valoró.
El joven, que fumó «por moda» en su adolescencia, se refiere a los tumores malignos, que en 2012 se convirtieron en la primera causa de muerte en Cuba.
Desde entonces, las autoridades sanitarias subrayan los factores de riesgo al cáncer como fumar y la exposición al humo de tabaco, que fuentes científicas identifican como causantes de muerte, enfermedad, discapacidad y contaminación.
La alerta se agudizó en agosto, cuando fuentes del Ministerio de Salud Pública adelantaron algunos resultados de la última encuesta sobre factores de riesgo, que sondeó en 2013 a nueve de los 11,2 millones de habitantes en el país insular.
Alrededor de 24 por ciento del segmento de 15 años y más fuma, reveló a los medios locales la médica Patricia Varona, del Programa Nacional de Prevención y Control del Tabaquismo del ministerio.
El dato conspira contra la meta oficial de que en 2015 las personas fumadoras se ubiquen en 19,2 por ciento de ese sector etario, aunque representa una reducción respecto a los fumadores de 2001, que alcanzaban a 31,9 por ciento de la población.
La encuesta, aún sin publicar íntegramente, observó ese mal hábito en dos de cada 10 mujeres y en tres de cada 10 hombres. El grueso de la adicción está en el grupo de entre 40 y 50 años, mientras que 17 por ciento de adolescentes de 13 a 15 años consumen cigarrillos.
Y, a pesar de las restricciones y campañas educativas, más de 50 por ciento de la población está expuesta al humo en su hogar, centro laboral o lugares públicos, remarcó Varona.
Cuba prohíbe fumar en espacios públicos cerrados, medios masivos de transporte, instituciones educativas, de salud y deportivas, desde que en 2005 entró en vigor el Acuerdo 5 570 del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros.
También se veda la venta de cigarrillos y tabacos, en manos estatales, a menores de 18 años y se establece que deben estar señalizadas las áreas de fumadores y no fumadores en los centros.
«Antes de esa ley, la situación era mucho peor. Había gente que sin más encendía un cigarro en medio de una reunión», recordó Raquel León, que lleva 30 de sus 51 años trabajando en oficinas del Estado.
La contadora de la provincia de Mayabeque, que colinda con la capital, aseguró: «No permito ni que entren fumando a mi despacho. Con buena forma, hago uso de mi derecho».
Otra arista del problema lo recalca la profesora universitaria Ileana García, de 27 años: «Hay siempre gente indisciplinada, incluso en los lugares donde se prohíbe fumar como los ómnibus, pasillos de hospitales y policlínicas, porque suelen quedar impunes», opinó.
A su juicio, se necesitan crear más espacios libres de humo y arreciar el control y exigencia para mantener los amparados por la ley. Actualmente, estimó, solo se logran ambientes sanos «cuando no hay ningún fumador, como sucede en mi trabajo».
Las bocanadas de humo se suceden una tras otra en restaurantes, bares, pubs, discotecas y centros nocturnos de la nación caribeña, porque la normativa no cubre esos establecimientos, según el Informe sobre Control del Tabaco para la Región de las Américas, realizado en 2013 por la Organización Panamericana de Salud (OPS).
Menos de la mitad de la población de América está protegida de la exposición al humo de tabaco en lugares públicos y de trabajo cerrados. En el continente existen 145 millones de fumadores, 12 por ciento del total mundial.
Solo 16 países del área exigen advertencias sanitarias gráficas que ocupen al menos 50 por ciento de las superficies principales de las cajetillas. En el caso de Cuba, la OPS indica que los avisos abarcan solo 30 por ciento de los empaques.
Algunas advertencias locales indican los daños para el fumador pasivo y del efecto contaminante de la combustión de tabaco, que emite hasta gases que aceleran el efecto invernadero y por tanto contribuyen al cambio climático.
Los fumadores inciden también en la mala calidad del aire urbano porque el humo acarrea niveles de concentración de partículas contaminantes hasta 10 veces mayores que los causados por las emanaciones de algunos motores diésel.
«Hay un déficit de políticas comunicativas de bien público más efectivas. No es suficiente con las campañas (antitabaco) de la televisión que muchas son reduccionistas, moralistas y aburridas», dijo el comunicador social Marcel Luheiro.
El último de los estudios sistemáticos del mercado de cigarrillos en Cuba, publicado en la Revista Cubana de Salud Pública, encontró que el consumo por persona creció 4,8 por ciento en 2013 en relación con 2012.
Su autora, Nery Suárez, asegura que este aumento «pudiera tomarse como el inicio de una nueva tendencia creciente» y propone «incrementar los precios en proporciones que regulen la demanda».
Así se reaviva una antigua paradoja del Estado cubano, señalada por especialistas.
Las autoridades brindan gratuitamente todos servicios de salud a la población local, incluso contra la epidemia del tabaquismo, cuyos costos corren por las arcas públicas menguadas por la crisis económica que persiste desde 1991.
Por otro lado, fortalecen la industria tabacalera, bajo control del Estado, que es el tercer rubro exportable del país, un problema calificado de sensible porque muchas familias dependen del cultivo y procesamiento de la hoja.
- Editado por Estrella Gutiérrez