Nicaragua, bello país centroamericano, cuyo nombre en lengua nahuatl quiere decir “junto al agua”, esta bañado por dos océanos, el Pacífico y el Atlántico, con una población de apenas 5,595,538 millones de habitantes, con playas vírgenes, volcanes y bosques tropicales, es tierra de poetas.
“Sin duda, es extraño que un país tenga a un poeta como héroe nacional- nos dice el escritor Sergio Ramírez– pero eso sucede en Nicaragua, donde el poeta Rubén Darío, nacido hacia mitad del siglo XIX, se considera como padre de la patria, el gran poeta nacional, y cada nicaragüense, a su manera, es también, un poco poeta.”
Este sentimiento poético aflora entre los niños y la gente del pueblo de Nicaragua, siempre hay alguien que recuerda algún poema suyo:
- “Yo soy aquel que ayer no mas decía/ el verso azul y la canción profana”
Ese verso azul de Darío iluminó su tierra y se propagó por todo el continente Americano y Europeo. Su obra poética marcó una verdadera revolución artística, convirtiéndose Darío, en lider del Modernismo, el primer movimiento literario de origen latinoamericano, que significó una reacción al Romanticismo, un rejuvenecimiento del lenguaje y una verdadera revolución artística latinoamericana independiente del dominio cultural europeo.
De alguna manera, Darío, fue un libertador literario, creador de una nueva estética, llena de musicalidad, metáforas y filosofía, renovador del vocabulario y la versificación. Abordó los temas del amor, la naturaleza, la religión y lo histórico. Evocó el mundo de la antiguedad clásica junto al mundo indígena. Resaltó la riqueza y el preciosismo pero también lo profundo y esencial.
Tuvo conciencia de los cambios socio-económicos de Latinoamérica que marchaba hacia la modernidad. Reconoció los avances de la ciencia y la tecnología, cantó al progreso y a la democracia, supo integrar la cultura europea con la americana, tendió puentes entre las naciones y apoyó el ideal de la unión centroamericana.
Su vida fue un torbellino de experiencias, fue periodista, conferenciante y diplomático, viajó a CentroAmerica, Estados Unidos, México, Cuba, Chile, Argentina, donde fue corresponsal del Diario La Nación en Europa. Vivió en París y Madrid y conoció grandes personalidades de la política y la cultura.
Desde sus primeras libros: Abrojos (1887) Azul (1888) Prosas Profanas y otros poemas(1892) Los Raros (1896) hasta en sus últimas obras Cantos de Vida y Esperanza (1905), El Viaje a Nicaragua (1909), El Poema de Otoño (1910), El Oro de Mallorca (1913), Canto a la Argentina y otros poemas (1914), creó una corpus literario con una nueva concepción estética. Buscó el sincretismo cultural, sin olvidar la identidad regional, porque Nicaragua siempre estuvo presente en su pluma.
- “Si pequeña es la patria Uno grande la sueña.”
Recorrer la ruta del poeta es descubrir su sentir y pensamiento y admirar la naturaleza y la belleza del paisaje que lo acompañó en sus primeras visiones. El Arquitecto Mario Salinas, Presidente del Comité de Turismo de Nicaragua (INTUR) dice:
“Rubén Darío es una figura emblemática para Nicaragua y su presencia poética es importante para nosotros, por eso se han hecho trabajos de restuaración en la casa natal y en el pueblo y se ha formado un equipo de guías especializados. Hay una conciencia por nuestra cultura y esa casa de Darío es un ejemplo de nuestro interés por el legado histórico”.
Emprendemos el viaje a Ciudad Darío, a solo 90 km de la capital Managua, por la ruta que va a Matagalpa. El departamento de Matagalpa es una región agrícola, donde se cultiva café, cacao, malanga, frutas y vegetales, rodeada de montañas y forestas tropicales, tiene el clima mas fresco de Nicaragua y una exhuberante vegetación, pequeños pueblos, fincas cafetaleras y bellos panoramas.
El poeta en su crónica “Viaje a Nicaragua” (1909), nos describe la naturaleza del terruño:
“La figura tropical es una belleza que causa una sensación de laxitud. El paisaje diríase que penetra en nosotros por todos los sentidos, y hay una furia de vida que su proximidad enerva”. Un cartel anuncia Ciudad Dario, entramos en el pueblo de calles empedradas buscando la casa del poeta. El poblado fue un antiguo asentamiento llamado Chocoyos, con casas de adobe donde vivían campesinos. En 1752, fray Agustín Morel le da el nombre de San Pedro de Metapa. En 1920 se rebautiza el pueblo con el nombre de Ciudad Darío, en honor al escritor. Debido a una mayor concienciación del cuidado del patrimonio histórico, en 1943, la casa natal del escritor se declara Museo Nacional y en 1999 se restaura la vivienda y se acondiciona para los visitantes.
Actualmente, el pueblo tiene 10.000 habitantes, casas pintorescas y una actividad agrícola proveniente de la producción de la región, aunque también es punto de atracción para los amantes de la cultura que desean conocer los orígenes de uno de los grandes poetas de la lengua española.
Don José, dueño de una tiendita que vende hamacas y artesanías comenta:
“El pueblo cambió mucho, apenas habían algunas casas en la época que nació el poeta. Ahora, gracias a Darío vienen muchos a visitarnos y la ciudad creció.” Nos detenemos en una glorieta donde hay un monumento con la estatua del poeta, en esa esquina se encuentra el Museo Sitio Histórico Casa Natal Rubén Darío.
Según cuenta la historia, dos mujeres llegaban en carreta desde León al poblado de Metapa, un frío diciembre de 1866, eran: Josefa Sarmiento y su sobrina Rosa Sarmiento de García Darío, quien estaba esperando un niño.
Entramos a la casa por el jardín decorado con placas y poemas. Nos recibe la directora que explica:
“En esa casa nació Felix Rubén García Sarmiento, el 18 de enero de 1867, era propiedad de la tía materna. En 1943, el solar, se declaró Monumento Nacional y se inauguró oficialmente. A esta casa llegan más de 500 personas por mes, vienen de todas partes del mundo y es lugar obligatorio para todos los nicaragüenses, especialmente los escolares.” La madre Rosa Sarmiento tuvo un matrimonio de conveniencia, por eso los padres de Darío se separaron al poco tiempo. El niño fue a vivir a León, al cuidado del coronel Félix Ramírez y de su esposa Bernarda Sarmiento, tía abuela del poeta.
Darío cuenta en su Autobiografía:
“¿Cómo llegó a usarse en mi familia el apellido Darío? Según lo que algunos ancianos de aquella ciudad de mi infancia me han referido, un tatarabuelo tenía por nombre Darío. En la pequeña población conocíale todo el mundo por don Darío; a sus hijos e hijas, por los Daríos, las Daríos”.
La modesta casa mantiene la arquitectura de la época, está construída de adobe, con techos de cañizo y en la parte exterior teja de barro. En su interior observamos la pequeña recámara con muebles originales, la cama de cuero, el cofre, bancos de madera y los candiles. La sala conserva ediciones de libros, documentos y cuadros del escritor. La cocina a leña, muestra vasijas, cerámicas y el metate donde se muele el maíz; colinda con el patio, en el cual se encuentra una carreta. En el jardín hay un pequeño anfiteatro donde, anualmente, durante el natalicio, se celebra la Semana Dariana, con lectura de poemas, música y eventos culturales: “Es un honor vivir en el pueblo donde nació nuestro gran poeta” dice Juancito, un joven que atiende una bodeguita.
El escritor es, sin duda, inspiración para los jóvenes nicaragüenses; de origen humilde y mestizo, criado por padres sustitutos, alcanzó fama internacional, su áfan por el estudio y la lectura lo impulsaron a escribir una de las obras más importantes de la literatura latinoamericana y de la lengua española. Es natural que el 18 de enero de 1982 haya sido proclamado, por Decreto No.928, Héroe de la Independencia Cultural de Nicaragua.
Al irnos de su casa recordamos aquellos versos de su poema Lo Fatal, que escribiera pensando en la vida y la muerte, acontecida el 6 de febrero de 1916, en León, en cuya catedral descansa.
- Dichoso el árbol que es apenas sensitivo
Y más la piedra dura, porque esa ya no siente,
Pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo
Ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
Y el temor de haber sido y un futuro terror,
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
Y sufrir por la vida y por la sombra, por
Lo que no conocemos y apenas sospechamos.
Y la carne que tienta con sus frescos racimos,
Y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos.
Y no saber a donde vamos, ni de donde venimos. - (Cantos de vida y esperanza)