Sanlúcar de Barrameda está entre mis lugares predilectos.
Motivos no me faltan, el primero, sobre todo, es el afectivo en memoria de mi amigo del alma Manolo Vidal, gran periodista, al que no puedo echar más de menos. Él me descubrió Sanlúcar, su Sanlúcar, desde las entrañas partiendo de ese espectáculo prodigioso que nos brinda la naturaleza; el Parque Natural de Doñana, Reserva de la Biosfera y Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Manolo Vidal tomando un vasito de manzanilla.Ha pasado tiempo, pero tengo como recuerdo imborrable aquel día, avanzados los ochenta, cuando, por primera vez, llegué a Sanlúcar de Barrameda: en palacio me esperaba Manolo Vidal. Puede que lo del palacio suene grandilocuente, pero es la realidad. Después de unos años de agitada actividad profesional Manolo había dejado Madrid anhelando, para dedicarse a escribir, la tranquilidad de su Sanlúcar natal adquiriendo una preciosa casa palacio, antaño vivienda del administrador de los Orleans-Borbón vinculada al palacio que los duques de Montpensier habían construido en 1860 como residencia de verano. Con él y con Marta, su mujer, y amigos notables, disfrutamos de momentos memorables, que perduran en el tiempo, en aquel patio de leyenda del palacete en Plaza de Madre de Dios, cuyos frescos, de igual firma que los del gran palacio de Orleans, de estilo mudéjar, ornamentaban paredes y techos del pequeño palacio que Manolo y Marta llenaron de calor humano. El divino nos llegaba en exquisitos dulces elaborados en el convento de clausura de monjas dominicas, frente por frente a la casa, en el que profesaban dos tías de Manolo, hermanas de su madre, que nos surtían de tocinos de cielo, gloria bendita; nunca mejor dicho. Las monjas siguen elaborando la deliciosa repostería que comercializan a través del antiguo torno enmarcado en una impresionante azulejería de inspiración clásica.
Desde los balcones admirábamos la fachada lateral del convento con sus dos portadas neoclásicas, de mármol, realizadas por José Benjumea en 1815, así como las dos hermosísimas ventanas ovaladas, de estilo barroco con clara influencia colonial, enmarcadas en un arco conopial. El convento es del siglo XVI y forma parte del magnífico Conjunto Histórico Artístico de Sanlúcar de Barrameda. Tiene en su interior toda la evolución artística desarrollada en el barroco, renacentista, o neoclasicista y merece ser destacada una pintura del siglo XVII de la Virgen del Sudor, además de la magnífica sillería del coro en caoba y madera de cedro, la cúpula sobre el presbiterio, y el retablo mayor, de estilo barroco. La comunidad de estas religiosas dominicas había llegado desde América en 1480, y en el convento profesaron María y Catalina, hijas de Hernán Cortés, nacidas en Sanlúcar.
Ahora, cuando me acerco a Sanlúcar, mucho menos de lo que me gustaría, ralentizo mi memoria que me lleva directamente a la Plaza del Pradillo, donde nació Manolo Vidal, y hago el recorrido por esta ciudad marinera llena de historia, tal como la viví con mi inolvidable amigo.
El enclave de Sanlúcar de Barrameda es de privilegio en plena Costa de la luz en la desembocadura del Guadalquivir, donde el río se hace mar frente al Parque Nacional de Doñana. Desde siglos atrás, la aristocracia europea se daba cita en los veranos de Sanlúcar: Hohenlohe, Ferry, Medinaceli, Montpensier, Borbón, Orleáns, Medina Sidonia…
Uno de los atractivos estaba, y sigue estando, en la celebración de las tradicionales carreras de caballos que cada año, desde 1845, se celebran en las playas sanluqueñas en las que participan los mejores ejemplares de caballos con jinetes de gran prestigio.
Los sanluqueños son herederos de gente de raza, lo llevan en su ADN. Defensores de sus derechos hasta llegar al enfrentamiento con los Reyes Católicos cuando estos, en 1492, tras el descubrimiento de América designaron a Sevilla como centro del monopolio del comercio ultramarino que implicaba el cierre al tráfico de los puertos de la costa andaluza. Sanlúcar de Barrameda fue el único puerto que consiguió su libertad de comercio ganando un pleito a los Reyes, conservando su aduana independiente y su puerto desde donde las expediciones marítimas zarpaban para América durante el siglo de Oro. Cristóbal Colón en su tercer viaje a América en 1498, Fernando Magallanes en 1519 y Juan Sebastián Elcano en 1522, partieron de Sanlúcar traspasando el inmenso lubricán color de fuego que, cada anochecer, se sumerge en ese Guadalquivir inspiración de grandes poetas como Lope de Vega:
Vienen de Sanlúcar,
rompiendo el agua,
a la Torre del Oro
barcos de plata.
Parece ser que en los orígenes de la ciudad están algunos colonos tartesios, que más tarde se mezclaron con romanos y con árabes, incluso, dicen, hubo un asentamiento de vikingos, hasta que en el siglo XIII la reconquistaron los ejércitos castellanoleoneses.
El centro de la ciudad conserva la fisonomía de su origen en la época musulmana, con calles estrechas que llegan hasta Bajo de Guía, por donde, cada primavera, cruzan los romeros sobre la legendaria barcaza con sus carrozas y a caballo hacia la aldea del Rocío, para rendirle homenaje a la Blanca Paloma.
La Ruta del Barrio Alto Histórico
El Barrio Alto, declarado Conjunto Histórico Artístico, está situado en un promontorio natural que fue el primer núcleo de población, de la antigua civilización de Tartessos, acotado por una muralla medieval construida a partir del siglo XIII de la que aún quedan algunos restos. Al abrigo de monumentos arquitectónicos como el Castillo de Santiago, fortaleza defensiva del siglo XV, y otros de carácter religioso, iglesias, conventos, basílicas…se fueron ubicando los edificios de signo señorial; todos ellos configuran, tanto en sus fachadas como en su interior, diferentes estilos del arte en toda su dimensión: plateresco, manierista, escuela flamenca, renacentista, mudéjar, gótico, barroco, tardogótico…etc.
Los jardines de los palacios de Sanlúcar son tan espectaculares que hay establecida una Ruta de los Jardines Históricos, en un recorrido por los distintos palacios de la Sanlúcar monumental.
Y, sin salir del Barrio Alto, otra ruta a destacar es la de la manzanilla, porque si algo caracteriza a Sanlúcar de Barrameda, más allá de nuestras fronteras, es la Manzanilla de Sanlúcar, el vino blanco de España más vendido en el mundo. En la Casa Palacio de la Cilla, Bodegas Barbadillo, el mayor criador de manzanillas, ha instalado el Museo de la Manzanilla, proveniente de su extraordinario patrimonio bodeguero, uno de los más importantes de España
En las bodegas de esta empresa familiar, con casi dos siglos de antigüedad, que ostenta las certificaciones de Calidad y Etiqueta Medioambiental Doñana 21, se crían toda la gama de vinos del Marco de Jerez, pero la manzanilla es el producto estrella.
Barbadillo exporta más del 40% de su producción y se comercializa en cuatro versiones, Muy Fina, Eva, Solear y Manzanilla en Rama; ésta se elabora tradicionalmente como homenaje a Doñana colaborando en proyectos de conservación de lo que es la mayor reserva ecológica de Europa.
Algún vasito de la Manzanilla de Barbadillo, bien fría, habré tomado con Manolo Vidal acompañando a las sabrosísimas tortillitas de camarones que elabora, como nadie, Balbino, en la Plaza del Cabildo, núcleo de la ciudad.
Un día, mi amigo me tenía preparada una sorpresa. Fuimos dando un paseo hacia el Barrio Alto por la Cuesta de Belén, donde se encuentran Las Covachas, una obra tardogótica de finales del siglo XV, antigua lonja de mercaderes, declaradas Bien de Interés Cultural, situadas en uno de los muros de piedra que cierran la finca del Palacio Ducal de Medina Sidonia, uno de los monumentos que conforman el conjunto histórico-artístico de la ciudad, regia construcción renacentista del siglo XVI, cimentado sobre la estructura de una fortaleza almorávide del siglo XI. En el palacio estaba la sorpresa y fue grande. Sin que yo lo supiera Manolo había concertado un encuentro con su gran amiga, Luisa Isabel María del Carmen Cristina Rosalía Joaquina, Álvarez de Toledo y Maura, heredera de la Casa Ducal más importante de España. Tres veces grande de España, XXI duquesa de Medina Sidonia, a la que llamaban Isabel y terminó siendo notoriamente conocida como la duquesa roja.
Entre los más de quince títulos nobiliarios, Isabel Álvarez de Toledo tenía el de marquesa de Villafranca del Bierzo. En el castillo de sus antepasados, situado en la preciosa villa berciana, vive una prima suya y actual propietaria, la excelente pianista María Manuela Caro, casada con el gran compositor Cristóbal Halffter.
Isabel Álvarez de Toledo, le rompió los esquemas de la nobleza a la dictadura franquista, siguiendo el rastro de conducta de su bisabuelo Antonio Maura, estadista liberal, presidente del Gobierno de España entre 1907-1909. El discurso de Maura “la revolución desde arriba”, fue la demostración de su empeño por “erradicar el caciquismo” con gestos como el de su protesta ante Alfonso XIII al ver que el monarca no le plantó cara al establecimiento de la dictadura de Primo de Rivera. Este razonamiento le llevó a abandonar definitivamente la política.
La herencia genética del bisabuelo Maura, posiblemente tuvo mucho que ver en el carácter combativo de Isabel Álvarez de Toledo por impulsar la igualdad entre las clases sociales. En el año 1967 lideró un movimiento reivindicativo por los derechos de los labradores de Palomares, Almería, cuyas tierras habían sido contaminadas con un contenido radiactivo liberado por dos de las bombas termonucleares que transportaba un avión nodriza que colisionó con un B,52 de las fuerzas aéreas estadounidenses. La protesta tuvo un seguimiento internacional, que no fue bien visto por el régimen franquista, y la duquesa de Medina Sidonia fue juzgada por un tribunal militar condenándola a un año y un mes de prisión. Al final, por buena conducta, le redujeron la condena a ocho meses que cumplió en la cárcel de Alcalá de Henares. Éste fue uno de los temas de la animada conversación que mantuvimos aquel día siendo rotunda en su recuerdo: “de la cárcel salí reforzada”. Isabel nos condujo por las dependencias del palacio dándonos la posibilidad de admirar la importante colección de arte de su patrimonio: varias obras de Goya y pintores del siglo de oro de la escuela española como Juan de Roelas, Murillo, Zurbarán, Pantoja de la Cruz… tapices flamencos y un magnífico mobiliario de los siglos XVI, XVII al XX. El palacio es inmenso y “su conservación muy costosa”, nos comentaba: “hay mucho trabajo por hacer”.
Eran los comienzos de actividad como hotel, y recuerdo las habitaciones una de cada color; roja, verde, azul… un poco naif. Me cuentan que ha cambiado mucho, que ahora es una hospedería magnífica con el aliciente de poder visitar el palacio que custodia el archivo privado más importante de Europa, que contiene más de seis millones de documentos, reunidos en 6.317 legajos, en los que se recogen ocho siglos de Historia de España. El archivo lo respalda la Fundación Casa Medina Sidonia, que tiene como objeto preservar difundir y promover el patrimonio histórico y artístico que en él se encuentra, para que sirva como elemento de investigación. Su secretaria vitalicia es Liliana María Dahlmann, por expreso deseo de Isabel Álvarez de Toledo según su testamento.
Luisa Isabel María del Carmen Cristina Rosalía Joaquina, Álvarez de Toledo y Maura, la duquesa roja, nacida en Portugal, eligió Sanlúcar de Barrameda para vivir, y para morir: falleció en 2008. Me gustó mucho conocerla y entrevistarla en Hora 25.
Casa Bigote
Manolo Vidal era un buen gourmet, pero, curiosamente y eso me pareció siempre raro, nunca, o casi nunca terminaba un plato. Dentro de su refinamiento estaba el de comer en Casa Bigote con sus grandes amigos Fernando y Paco, dos personas extraordinarias en todos los sentidos. Comer en Bigote es un lujazo, y conversar con sus anfitriones es rizar el rizo. Cuentan Paco y Fernando cómo empezó la vieja taberna de Bigote, en 1951, que la llamaban así por el bigote que lucía su padre, un marinero que salió a la mar con los primeros barcos de motores, hasta que, un día, decidió echar el ancla en tierra. “Era una tasca de aguardiente y manzanilla donde los marineros paraban con todas sus consecuencias”, lo cuenta Fernando quien junto a Paco son los herederos directos de Bigote, que ya va por la tercera generación, y los artífices de convertir la pequeña tasca, que sigue en pie por ser la esencia de Bigote, en un magnífico restaurante capaz de dar de comer, espléndidamente, a ciento ochenta personas atendidas por un personal diligente bajo la dirección de Paco.
Fernando se ocupa de la intendencia, a diario y tempranito, para hacerse con el mejor género que lleva, casi directo, de la mar a sus fogones particulares en los que es un maestro: “todo lo preparo a gusto, es un placer trabajar con género vivo según el pescado del día”. Tal cual, sin complicaciones, sacándole al producto natural todo su sabor manteniendo el merecido prestigio de Casa Bigote, referente de la gastronomía del sur de España reflejado en guías gastronómicas de crédito como España Gastronómica, Club de Gourmets… etc.
El langostino está considerado el rey de la gastronomía sanluqueña, siendo el emblema de Casa Bigote, pero como dice Fernando: “renovarse o morir” y se lo ha tomado al pie de la letra, tanto que el rey de Sanlúcar, en Bigote está bien acompañado por los exquisitos guisos marineros que prepara este hombre sencillo pero afanoso en la elaboración de sus platos en los que imprime su sello personal: “No he tenido maestros, mi cocina está basada en recetas de los cocineros de a bordo”. La corvina guisada a la roteña, o sencillamente a la plancha con ajos, los arroces marineros, el guiso de patatas, siempre con producto del mar, o los humildes huevos que se crecen al ser cocinados con langostinos, han llegado hasta las páginas gastronómicas del New York Times, o el periódico británico The Guardian que en un artículo titulado “Las cincuentamejores cosas que comer en el mundo y dónde comerlas”, hace una referencia a Casa Bigote, destacando haber comido “ los mejores langostinos del mundo”.
Por si todo lo dicho no fuera suficiente, que no es el caso, Casa Bigote tiene enfrente el mejor cuadro jamás pintado, el Coto de Doñana, la mayor reserva ecológica de Europa.
He exprimido mi corazón en el recuerdo a Sanlúcar de Barrameda como homenaje a mi querido amigo/hermano Manolo Vidal, hijo de esta hermosísima ciudad en la que compartimos tanto bueno, y dejo en mi retina la mejor panorámica vista desde El Camarote, en la planta once del Hotel Guadalquivir, el de mayor solera de Sanlúcar, viendo al lubricán sobre el atlántico mecido por las suaves olas que dibujan los barquitos de pescadores faenando por donde la mar sale hacia América.