“Lolita, Lalucha: Conserva esta foto donde escribo cuando falta hora y 1/4 para morir, a las 6 menos 1/4. Morimos a las siete, cuando te despiertes y pienses en mí, seguramente”
Estas, que se mantuvieron en secreto hasta hace muy poco tiempo, fueron las últimas y dramáticas palabras escritas por José Gómez de la Cueva, conocido como Johan Carballeira, seudónimo con el que firmaba su obra poética y sus artículos periodísticos. Las escribió momentos antes de ser fusilado por los franquistas en el dorso de una fotografía de su novia, Dolores Álvarez González, que conservó hasta el último momento.
Carballeira fue el último alcalde republicano de la villa de Bueu (Pontevedra). Militante del Partido Galleguista, fue acusado de rebelión militar contra los nacionales y fusilado el 17 de abril de 1937, hace ahora 80 años. Quienes lo conocieron apreciaban su figura y lo definían como defensor de la justicia social y luchador antifascista. Según testimonios, Carballeira era “un hombre de ojos verdes, pelo negro, delgado, inteligente y trabajador”.
En el poco tiempo que fue alcalde de Bueu desarrolló una intensa actividad dirigida no sólo a solucionar los problemas del municipio sino también los de los trabajadores del mar, proponiendo medidas que él mismo discutía con los empresarios.
Entre el periodismo y la política
José Gómez de la Cueva nació en Vigo, en la calle del Arenal, el 13 de febrero de 1902. Su padre había asumido personalmente la defensa de un pleito para mantener bajo su propiedad unas tierras y una casa en el lugar de A Ramorta en el municipio de Bueu, heredadas de su madre Rolendis de la Cueva García, descendiente directa de don Beltrán de la Cueva, padre de Juana la Beltraneja. La familia se trasladó a Bueu en 1915 a esa casa, que aún conserva su escudo heráldico.
El joven José Gómez de la Cueva fue un autodidacta que sólo pudo estudiar el bachillerato, que completó con estudios de contabilidad mercantil. Las dificultades económicas lo obligaron a emplearse en trabajos diversos para ayudar a la economía familiar, pero escribió siempre, siguiendo una vocación indomable.
Publicó sus primeros versos, influídos de modernismo, en Faro de Vigo en 1922. En 1927 inició sus colaboraciones en el diario El Pueblo Gallego de Vigo, el periódico progresista propiedad del político Manuel Portela Valladares, del que sería uno de los redactores más fecundos y donde conoció a escritores como Rafael Dieste y Evaristo Correa Calderón, al músico Jesús Bal y Gay y al pintor Cándido Fernández Mazas. A lo largo de su trayectoria profesional publicó también artículos en Faro de Vigo, La Voz de Aragón, La Voz de Galicia, los diarios madrileños Ahora y El Sol y en las revistas Estampa, Gaceta de Galicia (de la que fue fundador), Celtiga y Vida Gallega. Considerado por algunos como el periodista gallego más importante de aquellos años, la Agencia EDIM distribuía sus trabajos a diversos medios de toda España.
Desde sus primeros artículos de opinión Carballeira mantuvo una actitud política de orientación democrática y nacionalista que le valió la estima de figuras como Castelao, Valentín Paz Adrade, Alexandre Bóveda y Álvaro Gil. No llegó a ver editados en vida su poemario “Cartafol de poesía” ni su prosa recogida en “Desfile de figuras y cosas de Galicia”, cuya publicación inminente se anunciaba desde las páginas de El Pueblo Gallego poco antes de su muerte. Sus poesías, publicadas también en este periódico y en revistas como Nos, Galaxia, Erte y Resol, tienen un profundo sentimiento lírico, apreciado por un joven Celso Emilio Ferreiro que recomendó su inclusión en la antología de poetas gallegos que preparaba Filgueira Valverde.
Sus artículos, escritos con rigor y seriedad, abarcan una amplia temática, casi siempre relacionada con los problemas de Galicia. Una gran parte estos artículos, así como reportajes, crónicas y entrevistas (un género poco frecuente entonces en la prensa gallega), los escribió en castellano, aunque publicó una gran número también en gallego, idioma del que defendía el criterio etimológico en la ortografía (de ahí su firma como Johan en vez de Xoan). Carballeira era más escritor y periodista que político. Su obra es de una profundidad y de una calidad asombrosa, teniendo en cuenta su falta de formación académica. Llegó también a escribir unos relatos vanguardistas muy originales y una novela corta por entregas, “Corazón que triunfa”.
Una vida ejemplar
En el Bueu de los primeros años treinta se vivía un ambiente de animada efervescencia política y cultural. En esos años Carballeira hizo amistad con ilustres residentes en la villa, como el pintor Federico Ribas y el escritor Gonzalo Torrente Ballester, quien en una ocasión me contó que Carballeira ofició como testigo de su boda con la buenense Josefina Malvido, primera esposa del escritor ferrolano.
Según me hizo saber personalmente Álvaro Gil poco antes de morir, Carballeira entró en la militancia del Partido Galleguista al mismo tiempo que lo hicieron él mismo y Alexandre Bóveda. En febrero de 1936 fue elegido alcalde de Bueu por esta formación política. Este cargo fue la excusa que sirvió a los franquistas para detenerlo cuando estalló la guerra civil. El arresto se basó en la falsa acusación de que Carballeira había entregado la dinamita destinada a las canteras almacenada en el Ayuntamiento a un grupo de personas que pretendían volar el pequeño pontón de Baireses, un episodio que se produjo cuando Carballeira no era ya alcalde, pues había sido obligado a dejar el cargo por un grupo de militares del Polígono Janer.
Carballeira no quiso huir ni esconderse cuando supo que lo buscaban, a pesar de los ofrecimientos de muchos marineros que se ponían a su disposición para trasladarlo en barco a Portugal. Consciente de su inocencia y confiado en una justicia que resultó ser inexistente, rechazó también la oferta de Federico Ribas de refugiarse con él en el país vecino, así como de esconderse en la casa de un sacerdote de O Grove amigo de la familia.
El 15 de septiembre fue detenido en Cangas cuando paseaba con su hermano menor. Fue conducido al calabozo de la casa consistorial de Bueu y de ahí a una cárcel improvisada por los franquistas en la Escuela de Magisterio de Pontevedra. Juzgado en consejo de guerra el 29 de diciembre de 1936, fue acusado de rebelión militar precisamente por quienes se habían rebelado contra la República. Entre las “joyas” de aquel juicio sumarísimo figura también la acusación de querer “implantar la dictadura del proletariado al servicio de Rusia” con “agravante de perversidad”.
Condenado a muerte junto a otras 18 personas que comparecieron ante el tribunal, no se le conmutó la pena, como a la mayoría, por lo que hay razones para sospechar que en este caso pesaron más su obra periodística y sus artículos que su actividad como alcalde. Fue trasladado a la prisión de Pontevedra y posteriormente confinado con otros presos políticos en el lazareto de la isla de San Simón, donde permaneció hasta el 17 de abril de 1937, el día en que lo fusilaron.
Álvaro Gil, quien lo acompañó durante los meses que permaneció allí, me contó que en todo momento mantuvo Carballeira una moral inquebrantable y un ánimo que transmitía a sus compañeros de cárcel incluso cuando lo fueron a buscar para ejecutarlo. Fue en ese momento cuando alguien le dijo: “Tienes que llevar la esperanza de que te conmutarán la pena de muerte”, a lo que contestó: “Lo que tengo que llevar es valor para morir”.
El certificado oficial de defunción de Johan Carballeira, firmado por el juez municipal Francisco Riestra Calderón, recoge como causas del fallecimiento “hemorragia interna y colapso cardíaco”.
El último poema
Junto con la nota con la que comenzábamos este artículo Johan Carballeira escribió de su puño y letra (seguramente de memoria, pues hay algunas variaciones sobre el original), “Mi retrato”, un soneto de Ernestina de Champourcin, que hizo llegar a su novia con una dedicatoria: “Para Lalucha, en el cielo ardiente de nuestro cariño”.
Mírame en ti. Mi efigie verdadera
se esconde en tus pupilas y en la albura
de esa imagen sin cuerpo que perdura
cuando el trazo más nítido se altera.
Sólo existo en tu amor. La primavera
que en mis labios descubre tu ternura
florece para ti, y es mi ventura
el signo luminoso de tu espera.
No busques en el agua mi reflejo.
Eres tú sola el invisible espejo
donde oculto mi auténtico retrato.
Al quererme, creaste mi apariencia
y ahora se halla tu afán, como evidencia,
con la mentira cuya ley acato.
Abril, 1937. Pepe
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