En la actual sociedad, los avances sociales se desarrollan de forma paralela a los de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), y gracias a estas se facilitan novedosos roles para trabajar tanto con nuevos contactos como con otros ya existentes.
Lo que inicialmente empezó como la forma de obtener información estricto sensu gracias a la aparición de internet, actualmente se ha desarrollado de una forma eficaz, pero silenciosa, que facilita la existencia de una adicción en torno a modelos sociales individualistas de relación en las redes sociales. La aparición de dicho individualismo no es, sin duda, más que un reflejo del cambio que se está produciendo en nuestra sociedad en lo relacionado con los modelos tradicionales de comunicación, y de forma sigilosa, también de la construcción de comunidades en torno a intereses comunes en donde la distancia ya no juega un papel determinante, pero las relaciones humanas sí.
De igual forma, el crecimiento exponencial que el uso de la telefonía móvil ha desarrollado en los últimos tiempos, con una tasa de penetración del 100 %, hace que esta se haya convertido en un objeto personal y social dominante que condiciona la vida de las personas sin que ellas, aparentemente, noten el cambio. Por tanto, parece evidente que tanto internet como la telefonía móvil son actualmente pilares básicos en la revolución social que los jóvenes y lo que es peor, adultos que ya están enganchados (nomofobia (no more phone), están llevando a cabo con el empleo de esta tecnología considerada ya de abuso.
La creación de una identidad móvil, la posibilidad de estar permanentemente en contacto, el aumento de la autonomía, de la gestión del tiempo, de la información y de otros aspectos, hace sin duda que este aparato nos condicione la vida, porque todo el mundo lo tiene, todo el mundo trabaja con él y no vemos un momento de relax o desconexión real. No podemos concebir la sociedad sin internet pero esto también está afectando a las relaciones sociales, porque todas, incluso las más próximas, ven cómo se extingue la frágil línea entre lo real y lo imaginario.
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el equipamiento de las familias en torno a las TIC es del 85 %, si bien, aún, existen lugares en donde no llega internet en España. Los beneficios que aporta la red verdaderamente son múltiples, de hecho hemos cambiado la forma de relacionarnos y de comunicarnos en gran medida gracias a ello, sin embargo, todas esas ventajas pueden llevar consigo ciertos riesgos, provocados por usos inadecuados o desmedidos, que aumentan si nos centramos en estudios que analizan el uso de la red que realizan los adolescente, que no miden, y los adultos que ya lo miran como una forma de desconexión de la vida cotidiana, cuando realmente es una adicción compulsiva en toda regla.
Escuchar el sonido del WhatsApp y sentir el deseo irrefrenable de comprobar qué dice quién a qué hora y cómo, se ha convertido en una forma obligatoria de tener permanentemente el móvil en la mano. Mostrar verdadera preocupación cuando no se ha visto la última publicación de una persona, o no se ha consultado Facebook, llega a ser patológico en algunas personas, pues sienten los mismos síntomas que los que manifiesta la privación de las drogas o el alcohol. Quedarse sin batería y sentir una angustia desmedida o no tener acceso a internet en algún lugar, puede hacer que sintamos una opresión en el pecho, subida de las palpitaciones o una angustia que no sabemos gestionar; todo, porque no estamos localizables, todo porque padecemos nomofobia, y no nos consta, que es lo peor de todo.
La relevancia que este tema viene provocando desde hace más de una década, se han valorado en diferentes investigaciones y estudios que abordan las actitudes hacia Internet (Aslanidou & Menexes, 2008, Ruiz-Olivares et al., 2010), hasta el análisis de en dónde comienza el uso no saludable de la Red y la posible adicción a la misma (Caplan, 2002, Caplan, Willians &Yee, 2009, Meerkerk, Eijnden & Garretsen, 2006, Shapira et al., 2003), así como otros que comparan sujetos que utilizan en exceso la Red con otros que realizan un uso normal (Carbonell, Fuster, Lusar & Oberst, 2012, Echeburúa & de Corral, 2010, Yang & Tung, 2007).
El empleo del teléfono móvil ha hecho que los usos de estos sean cada vez más variados y la dependencia de los mismos haya aumentado de una manera importante. Y, efectivamente, se han detectado diferencias reseñables en cuanto a la dependencia en el empleo del móvil, entre las que destaca que las chicas muestran una mayor dependencia en su empleo y manifiestan su inquietud en caso de no tener acceso a los mismos, generando estas actitudes conflictos frecuentes con sus padres.
Lo problemático comienza cuando los padres también sienten que nadie les vigila pero aprovechan todo su tiempo libre en consultar su móvil; al menos, 150 veces al día. La pregunta está en el aire pero tiene respuesta; la adicción al móvil coexiste con el paradigma de autoridad y de educación, pero si el que debe educar también tiene ansiedad porque no lo puede dejar de lado, ¿quién educa a nuestros jóvenes? ¿hacemos algo al respecto? ¿nos autoconvencemos de que no estamos enganchados? Pruebe un día a vivir sin el móvil, seguro que experimenta algún síntoma. Si no puede con ello, pida ayuda sin falta y luego, ayude a sus hijos.
¿Hace cuánto que no lee un libro sin interrupciones o pitidos? Estar en silencio, muchas veces es un comienzo.