Bodegas y bodegones

Finaliza un año, y con él una etapa de este trabajo de divulgación periodística, dedicado al comentario sobre las impropiedades más frecuentes en los medios de comunicación social y en el habla cotidiana, siempre bajo la óptica de alguien que no es catedrático en asuntos lingüísticos, sino un  aficionado del buen decir.

En el año que está por concluir, con algunas ausencias motivadas por situaciones ajenas a mi voluntad, he abordado temas derivados del día a día de los medios de comunicación, que con su inmenso poder inductivo, hacen que todo lo que en ellos se diga o se escriba, mal o bien, tienda a arraigarse en el vocabulario del común del hablante.

Ha habido ocasiones en las que ha sido necesario tocar un caso varias veces, con la sana intención de repasar y de contribuir con la disipación de las dudas, y para tal propósito he empleado ejemplos prácticos, con un lenguaje sencillo y con un método desprovisto del rigor gramatical. Me complace saber que a la luz de las observaciones y recomendaciones, un considerable número de redactores habituales hayan mejorado su expresión oral y escrita. Por ende, siento la satisfacción del deber cumplido.

Muchos de los temas tratados han surgido de amables sugerencias y peticiones de lectores y redactores que han entendido la importancia de escribir bien y de hablar de la mejor manera, lo cual, lejos de inflarme el ego, me compromete aun más en la búsqueda de las mejores formas para contribuir con la disminución de los vicios de lenguaje, convencido de que muchos de ellos se han tornado casi indesarraigables; pero siempre será propicia la ocasión para decir algo.

Antes de entrar en materia, agradezco el apoyo que me ha brindado periodistas-es.com, lo cual ha permitido que cada día más personas puedan tener una guía de consulta para aclarar sus dudas y evitar impropiedades. Este agradecimiento es extensivo a los lectores y a esos amigos invisibles, cuya cantidad va en aumento, a juzgar por las constantes consultas e inquietudes  que de forma regular recibo en mi buzón de correo electrónico y por otras vías, lo cual evidencia que el trabajo no ha sido en vano.

La crisis que se vive en Venezuela ha impactado en muchos sectores de la sociedad, y ha hecho que mucho de lo que antes se hacía de manera habitual, hoy se haga de vez en cuando, motivado por la escasez de los elementos básicos. Muchas personas que antes se desempeñaban en otras áreas, hoy están dedicadas a la venta de productos alimenticios, lo cual no es cuestionable, dado que el trabajo no deshonra.

Eso ha hecho que se hable de manera muy frecuente de bodegas y bodegones, y por en eso en este artículo, el último de 2020, hablaré de ambos términos, con la finalidad de aclarar algunas dudas.

La palabra bodega tiene múltiples usos, y casi todos coinciden en que es un espacio destinado al almacenamiento de distintos bienes, lo cual le da un parentesco con depósito. En tal sentido, tienen bodegas los buques, los aviones o cualquier vehículo que tenga compartimientos para almacenar.

En Venezuela bodega es otra cosa, definida como «una pequeña tienda de venta al detal de artículos de consumo, derivada de lo que antiguamente se conocía como pulpería, generalmente ubicada en locales de pequeñas o medianas dimensiones o en casas de familias».

Ahora bien, se ha puesto de moda la palabra bodegón, que con toda seguridad es empleada para diferenciarla de la simple bodega. En ese país, agobiado por una severa crisis, cualquier tarantín o espacio en que se exhiben y se venden productos alimenticios, de limpieza, de aseo personal y de otros usos, los llaman bodegones, lo que lleva implícita la noción de gran bodega.

Quienes han puesto de moda el término bodegón, lo hacen con el cuidado de utilizar un término medio entre la bodega y el abasto, automercado o supermercado, que es como se les conoce a los grandes expendios de productos de consumo masivo en ese país de Sudamérica.

Con el mencionado término ha ocurrido, quizás sin que alguien se lo haya propuesto, un enriquecimiento semántico, dado que bodegón es otra cosa, que no guarda relación directa con la realidad en la que se emplea, que por ahora no voy a ampliar. No condeno a los que a cualquier venta de comestibles u otros productos llamen bodegón; pero prefiero hablar de abasto, automercado, bodega o supermercado, según sea el caso.

David Figueroa Díaz
David Figueroa Díaz (Araure, Venezuela, 1964) se inició en el periodismo de opinión a los 17 años de edad, y más tarde se convirtió en un estudioso del lenguaje oral y escrito. Mantuvo una publicación semanal por más de veinte años en el diario Última Hora de Acarigua-Araure, estado Portuguesa, y a partir de 2018 en El Impulso de Barquisimeto, dedicada al análisis y corrección de los errores más frecuentes en los medios de comunicación y en el habla cotidiana. Es licenciado en Comunicación Social (Cum Laude) por la Universidad Católica Cecilio Acosta (Unica) de Maracaibo; docente universitario, director de Comunicación e Información de la Alcaldía del municipio Guanarito. Es corredactor del Manual de Estilo de los Periodistas de la Dirección de Medios Públicos del Gobierno de Portuguesa; facilitador de talleres de ortografía y redacción periodística para medios impresos y digitales; miembro del Colegio Nacional de Periodistas seccional Portuguesa (CNP) y de la Asociación de Locutores y Operadores de Radio (Aloer).

1 COMENTARIO

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.