Una noche de viernes en París, años sesenta, Alfredo Bryce Echenique y su amigo el escritor Julio Ramón Ribeyro tomaban unas copas en un bar de Pigalle y discutían sobre Stendhal, cuando un músico de esos que pasan la gorra, tocado con un poncho, después de cantar «El cóndor pasa» se acercó a la mesa a la que estaban sentados los dos amigos para pedir unas monedas. Ribeyro no tenía suelto en aquel momento y fue Bryce Echenique quien echó unas cuantas en el chullo.
Aquel cantante y guitarrista se llamaba Alan García Pérez y muchos años después llegó a ser presidente de Perú. Bryce Echenique no entendía por qué durante los años de presidencia de Alan García nunca fue invitado a ninguna de las recepciones que se celebraban en el palacio presidencial a donde acudían artistas, escritores e intelectuales.
Ribeyro le dio la respuesta: Alan García te odia porque le diste un par de monedas aquella noche que cantó «El cóndor pasa»; se sintió humillado por la propina de un compatriota; es la historia de un resentimiento y nada más, le dijo.
Esta es una de las muchas anécdotas que cuenta Bryce Echenique en «Permiso para retirarme», el tercero y último volumen de sus Antimemorias. Alan García se suicidó en Lima en 2019 cuando la policía iba a detenerlo por su implicación en las corrupciones del caso Odebrecht.
Después de «Permiso para vivir» y «Permiso para sentir», la editorial Anagrama publica la tercera y última entrega de las memorias de Alfredo Bryce Echenique con el expresivo título de «Permiso para retirarme», su adiós definitivo a la escritura, según declaró recientemente.
A los 82 años, el autor de «Un mundo para Julius» ha decidido poner fin a su obra literaria cerrando el círculo de sus recuerdos con el mismo estilo con el que lo había hecho en los dos volúmenes anteriores, relatos autobiográficos que no respetan la linealidad temporal, poblados de continuos flash back, digresiones y anécdotas, que el escritor inserta al hilo de los episodios que va rememorando.
Bryce Echenique prefiere llamar Antimemorias a esta relación de recuerdos, a imitación de lo que el escritor francés André Malraux hiciera con las suyas, entremezclando la realidad con la ficción porque «en mi experiencia – dice en el prólogo- escribir memorias termina siendo un esfuerzo en el que inevitablemente se combinan la ficción y la realidad». Bryce siempre ha dicho sorprenderse de que todo el mundo crea que sus relatos son autobiográficos y que las anécdotas que cuenta son inventadas.
En «Permiso para retirarme» Bryce Echenique rescata una serie de vivencias de su biografía que van desde la infancia a los años más recientes: aquellas en las que han tenido un papel importante los amigos que le acompañaron a lo largo de su vida y las mujeres que conoció, con algunas de las cuales hasta llegó a casarse. Y a sufrir con una de ellas la experiencia de la pérdida, en un desdichado accidente.
Sin perder su habitual sentido del humor, la relación de anécdotas y episodios de la vida de Bryce Echenique se muestra ante la mirada asombrada del lector de estas memorias con una agridulce sensación de recuentos y despedidas, regadas abundantemente con vodka y whisky.
Lima, París, Puerto Rico, Barcelona, Madrid… las ciudades en las que residió el escritor, las universidades en las que ejerció de profesor de Literatura, los tratamientos a los que tuvo que someterse debido a sus frecuentes depresiones (aquí las cariñosas alusiones al siquiatra español Vidal Teixidor), los problemas económicos y familiares a los que tuvo que enfrentarse, la interminable relación de personajes curiosos y excéntricos que conoció: el cineasta Allan Francovich, el millonario Jaime Dibós, el torero Antonio Ordóñez, el poeta y astrólogo Rodolfo Hinostroza… Y sus relaciones con el poder, que terminaban siempre en situaciones violentas o surrealistas, como cuando fue agredido por matones de Fujimori después de haber rechazado la condecoración de la Orden del Sol que le había concedido el gobierno del dictador, o cuando el general Velasco Alvarado le sugirió que le pidiese lo que más deseaba: «que me nombre embajador de Venecia» -le dijo Bryce Echenique. «Estupendo Bryce, será usted embajador en Venecia». Pero en Venecia no había embajada peruana ni nada que se le pareciera.
Un crack fuera del boom
Siempre me ha sorprendido que en los estudios, los artículos y los reportajes sobre el boom de la literatura iberoamericana casi nunca se mencione a Alfredo Bryce Echenique como uno de sus miembros, junto a García Márquez, Vagas Llosa, Cortázar o Carlos Fuentes, cuando fue coetáneo y amigo de todos ellos y algunas de sus novelas pueden compararse con las mejores del grupo. «Siempre he llegado tarde a todas partes», se justifica el escritor.
Bryce Echenique nació en una familia de la burguesía alta en la Lima del tránsito entre los años treinta y cuarenta del siglo veinte. Se educó en colegios norteamericanos y europeos y vivió largas temporadas fuera de su país pero añorando siempre su ciudad natal y los amigos que dejara, aunque manteniendo una visión crítica sobre aquella «ciudad de virreyes y villorrios».
Estudió Derecho para tranquilizar a su padre, que quería para él una posición segura en la alta sociedad limeña, pero siempre tuvo la certeza de que su vida era la literatura, una vocación alentada por su madre.
En 1967 publicó en París su primer relato, «Con Jimmy en Paracas», que incluirá al año siguiente en el libro de cuentos «Huerto cerrado», en los que, entre el desarraigo y la melancolía, recrea sus primeros años en Perú.
En 1970 publica su primera novela, «Un mundo para Julius», con claros matices autobiográficos, en la que vuelve al tema de la formación de un niño de una familia de la oligarquía, mientras mantiene su crítica a la hipócrita y decadente sociedad peruana.
Otra vez en París en 1974, publica el libro de relatos «La felicidad, ja, ja», en el que reincide en la crítica a la oligarquía. Otra vez en Lima publica en 1977 «Tantas veces Pedro», su segunda novela, una ficción también trufada de experiencias personales.
En Montpellier, en cuya universidad ejerció como profesor de literatura, publica en 1981 «La vida exagerada de Martín Romaña», donde recrea sus experiencias en el París de 1968, marcado por la revolución de Mayo de aquel año. Con «Cuadernos de navegación en un sillón Voltaire» y «El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz» completa un tríptico de las andanzas de un escritor peruano por Europa.
Durante su estancia en Barcelona publica «Magdalena peruana y otros cuentos» en 1986 y «La última mudanza de Felipe Carrillo» dos años más tarde, cuyo protagonista es un hombre escindido entre los mundos europeo y americano.
Ese año se instala en Madrid, donde inicia su periodo más fértil: publica «Dos señoras conversan», la primera entrega de sus Antimemorias, las novelas «No me esperen en abril» y «Reo de nocturnidad», los relatos de «Guía triste de París», el libro de crónicas «A trancas y barrancas»… obras en las que vuelve a mezclar la ficción con sus vivencias personales.
En 1999 es galardonado con el Premio Nacional de Literatura y en 2002 gana el Planeta con «El huerto de mi amada», en el que vuelve a sus recuerdos de infancia y formación.
Bryce Echenique publicó su última novela en 2012, «Dándole pena a la tristeza», donde vuelve a encontrarse literariamente con sus orígenes. Con la realidad lo hizo por fin en el último y definitivo regreso a su Itaca.