El museo Thyssen Bornemisza y la Embajada de la República Federal de Alemania, han elegido el período del expresionismo y objetivismo alemán representados en las salas 39 y 40 del museo, con 18 obras de calles y rostros que representan el Berlín, incluso la Alemania de 1913 a 1934.
Es decir, el homenaje afecta no solo a los veinticinco años de la caída del Muro, el 9 de noviembre de 1989, sino también a los cien años desde la primera Guerra Mundial, la República de Weimar, los setenta y cinco desde la segunda, los años de las dos alemanias simbolizadas en el muro y el nuevo Berlín posterior a su caída, que ha sabido recuperar su carácter de metrópolis vanguardista.
La elección del Museo Thyssen como uno de los soportes de los varios con que la Embajada celebra la histórica fecha del 9 de noviembre de 1989 está más que justificada. El primer gran núcleo de la colección del Thyssen estuvo representado por la pintura alemana, de la que hay cumplida muestra en el museo desde la lejana Edad Media. Y la obra representada en estas dos salas vale más que miles de palabras. La recreación mediante imágenes de los rostros expuestos en la sala 39 y las calles de la sala 40 hacen revivir los años difíciles, la complicada sociedad de los años 20 y el terror que a veces se insinúa y otras está presente a partir de 1933.
El primero en el tiempo es el inquietante La casa de la esquina de Ludwig Meidner, de 1913. Realmente premonitorio de lo que iba a comenzar un año más tarde. Ahora lo llaman deconstrucción, pero teniendo en cuenta que todo el arte del siglo XX, independientemente del ismo que represente, está dirigido a la subjetividad de cada espectador, porque el autor crea ese espacio de libertad para la identificación individual, la casa es una premonición de lo que se avecina, que de hecho ya se mascaba en 1913. Casi al lado, la Metrópolis de George Grosz, de 1916-17, una imagen casi terrorífica de la deshumanización que conduce a la autodestrucción, con esa muchedumbre atrapada en el infierno de la guerra.
Hay mucha obra de George Grosz en ‘las calles’. Mención aparte merecen las tres acuarelas propiedad de la colección pero que no se exhiben normalmente. Una prostituta en un interior (1920), Crepúsculo de 1922, el cliente negociando con la prostituta en la calle y al fondo el invidente de guerra; la tercera de 1928 al 30 muestra a un trío masculino en un café charlando de política, quizá de la agonía que amenazaba a ese tiempo. Impresionantes las dos escenas callejeras de Lyonel Feininger de 1921 y 1922, Arquitectura y La dama de malva que me recuerdan la inmensa soledad de los personajes de Hopper. Incluso la escena en la Kurfurstendam de 1925, de nuevo de George Grosz, sombría y plena de introversión resulta inquietante.
De los retratos (rostros) expuestos en la sala 39, hay dos que llegan a lo más hondo: El retrato del Dr. Haustein, pintado en 1928 por Christian Schad, un personaje claramente judío por apellido y aspecto físico. Antes de que le detuvieran se suicidó con cianuro. Quiso probablemente ahorrarse torturas y sufrimiento sabiendo lo que esperaba al final. Ya su expresión en 1928 denota preocupación. Tras él una silueta agigantada, como una sombra chinesca, por el efecto de la luz, parece ser que es de su amante, pero esa sombra, en pleno auge del surrealismo puede querer decir muchas cosas, ya que se trata de un efecto claramente subjetivo e individual.
El otro retrato con historia es el de Quappi con suéter rosa. Quappi era la hermosa mujer de Max Beckmann. Un precioso retrato pintado a finales del los años veinte en el que Quappi sonreía. Pero en 1932-34, Beckmann borró la sonrisa de su mujer y esto se aprecia muy claramente. Expresión del terror que ya se está instalando en Alemania y poco después en toda Europa.
Muy distinto es el extraordinario retrato pintado por Otto Dix en 1926 de su amigo el fotógrafo Hugo Erfurth con su perro, que conserva la huella de la experiencia vanguardista.
Lo cierto es que estos cuadros que llevan años expuestos en el Thyssen, cobran una nueva profundidad y significado ahora, cuando los vemos bajo el prisma de lo que sucedió durante aquel período de poco más de veinte años. Berlín había sido uno de los emporios de la creatividad artística, ya antes de 1914 y después durante los años de Weimar. Luego todo aquello pasó a ser ‘arte degenerado’ y así siguió siendo en el Berlín y Alemania oriental hasta 1989. La caída del muro significa, en palabras del representante de la Embajada de Alemania presente en la inauguración del montaje expositivo, el renacimiento de un Berlín creativo, abierto a todas las nuevas vanguardias; Berlín tras la caída del muro recupera su espíritu.
Otra celebración del histórico evento tendrá lugar en la Puerta de Alcalá. Habrá una inauguración oficial con un espectáculo de luz y sonido el 6 de noviembre, con proyecciones continuas del audiovisual El Muro de Berlín, desde las 21 horas a las 24. Del 7 al 9 de noviembre, desde las 19 horas hasta las dos de la madrugada la Puerta de Alcalá se fusionará con la Puerta de Brandemburgo, en un espectáculo de luz que fusiona los símbolos de las dos ciudades hermanadas, Madrid y Berlín, para celebrar la unión de Europa.
El Instituto Goethe de Madrid, celebrará conferencias durante el mes de noviembre y el Centro Centro del Palacio de Cibeles ofrece la exposición “Veinticinco aniversario de la caída del Muro de Berlín”, del 4 al 30 de noviembre.
- Ficha de la Exposición Calles y rostros de Berlín en las colecciones Thyssen Bornemisza.
- Fechas: 28 de octubre de 2014 al 25 de enero de 2015.
- Organiza: Museo Thyssen Bornemisza y Embajada de la República Federal de Alemania.
- Número de obras: 18
- Lugar: Museo Thyssen Bornemisza, Paseo del Prado 8, Madrid. Salas 39 y 40.
- Comisaria: Marta Ruiz del Árbol, Área de Pintura Moderna del Museo Thyssen Bornemisza.