Cracovia, corazón de Polonia

Cracovia fue la capital de Polonia hasta 1596, fecha en la que se trasladó a Varsovia, pero sigue siendo el corazón histórico del país; en su catedral están enterrados sus reyes y en su palacio se celebraron las coronaciones de toda la realeza polaca; su universidad marcó rumbos científicos con Copérnico; su barrio judío guardó el recuerdo del nazismo, y sus tétricas instalaciones industriales el avasallamiento del comunismo.

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Cracovia, vista del castillo sobre el río Vístula.

Nacida a orillas del río Vístula, con más de 800 000 habitantes, el casco antiguo fue considerado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1978. Fue Capital Cultural de Europa en el 2000, escogida como la Ciudad Europea del Deporte en 2010, y ha sido sede de la Jornada Mundial de la Juventud en 2016. También es una de las ciudades mas visitadas del mundo.

Me encontraba apoyada en el malecón del río Vístula, contemplando el paisaje, cuando un hombre que miraba como yo se puso a conversar conmigo y me dijo:

“Pasamos de todo, sufrimos mucho, pero somos polacos”.

Y yo le pregunté sorprendida: Y qué es ser polaco?

Con su cara redonda de pómulos sonrosados me contestó:

“Somos fuertes, trabajadores y creemos en nosotros como pueblo, nos unió la lengua y la religión.”

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Cracovia estudio Juan Pablo II

Quien estudia Polonia sabe que tuvo una historia azarosa a través de los siglos. Este pueblo, de origen eslavo, llegó a configurar la Mancomunidad Polaco-Lituana, en el siglo XVI, el Estado más grande de Europa; lucharon contra el avance musulmán y fueron la “muralla de la cristiandad”. Más tarde fue dividida y ocupada por Alemania, Austria y Hungría. Tuvieron que esperar hasta 1918 para volver a constituirse como un estado polaco independiente y reconocido. La Segunda Guerra Mundial convirtió a Polonia en campo de batalla nazi, y luego fue invadida por la Unión Soviética.

Conocí a Lech Walesa y pude preguntarle cómo habían soportado la presión comunista los polacos, y me dijo, en francés, y un tanto sonriente:

“Los polacos fuimos como el rabanito, rojos por fuera, blancos por dentro”.

Este gran líder, el Sindicato Solidaridad y el papa polaco Juan Pablo II impulsaron la formación de la República de Polonia con un gobierno democrático. A partir de entonces, Polonia recuperó los años perdidos y tuvo uno de los crecimientos más grandes de Europa, siendo hoy la quinta potencia del Mercado Común Europeo, con una economía sostenible y un alto nivel de desarrollo.

La ciudad de Cracovia es símbolo de la lucha del pueblo polaco y del deseo de consolidarse como nación. Es, además, una bella ciudad acogedora que invita al romanticismo. La leyenda cuenta que el rey Krakus fundó la ciudadela a orillas del río Vístula, sobre la colina de Wawel, pero un terrible dragón acechaba desde una cueva y el rey, entonces, convocó a los caballeros para matarlo. Nadie pudo, hasta que un humilde zapatero dio de comer al dragón una oveja rellena de azufre que le causó la muerte, y salvó así a los habitantes del feudo.

Durante los siglos X, XI y XIII la ciudad se proyectó como en un importante centro comercial y cultural de la región, acrecentó su poder durante los años de la Unión Lituano-Polaca, pero perdió su poderío cuando la capital  fue trasladada a Varsovia. Sin embargo, mantuvo su prestigio histórico, cultural y comercial.

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Cracovia, Plaza Mayor
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Cracovia, música callejera

Se aprecia esa actividad cuando se sale de la moderna estación de tren (vía directa del aeropuerto)  hacia el parque aledaño y va caminando hasta las murallas medievales para entrar al Casco antiguo (Stare Miasto), con calles empedradas y una bella arquitectura del gótico, renacimiento y barroco. Nos distraemos con las boutiques de la avenida Florianska hasta llegar a la Plaza Mayor, desde donde se divisa la colina Wawel del Palacio Real. En la plaza la alegría es contagiosa: música y artesanías, quioscos y restaurantes donde saboreamos los platos típicos …los pierogi, las sopas.

“Todos los años se reúnen, aquí los mas famosos chefs polacos en un gran Festival de Gastronomía” me comenta un mesero mientras degusto mi “Zurek”.

Estamos en la señorial y valerosa Cracovia, en el corazón de Polonia! Caminar por ella es un placer, la luz dorada ilumina la arquitectura de la plaza y el pintoresco mercado de artesanías. Nos detenemos en la basílica de María Santísima, de torres desiguales, cuya leyenda de dos hermanos rivales nada tiene que ver con la realidad. La iglesia fue fundada en el siglo XII, destruida por los mongoles y reconstruida en tiempos de Casimiro III, en 1355. Fue entonces cuando se construyó la torre de vigilancia de 80 metros de altura, y el campanario de 69,  por el carpintero Maciej Heringh. La música que se escucha al mediodía rememora al trompetista que avisó de la invasión de los mongoles y fue asesinado. Es un símbolo de la religiosidad polaca.

Reconozco que el espíritu cristiano flota en el aire, las iglesias y conventos están activos y se ven muchas imágenes del papa Juan Pablo II, quien vivió y estudió en Cracovia. Aunque no pude visitar su modesta casa en las afueras de la ciudad, pude sentir el respeto y cariño que le tributan los polacos.

«Tenemos muchas industrias en la periferia y una gran actividad comercial por nuestra geografía cercana a otros países europeos”- me comenta una vendedora de zapatos, industria muy desarrollada por cierto, con novedosos diseños y calidad.

Pero es la historia y cultura lo que identifica a Cracovia: el Festival de Cinematografía de Cracovia, los Misteria Paschalia y la Opera rara, un viaje musical de nivel internacional, igualmente, la Feria de libros que convoca a escritores y concursos literarios y el Festival de Cultura judía que revive la tradición judaica en el barrio de Kazimiersz o las rutas de peregrinación del cristianismo a iglesias y conventos.

Llegamos a la Universidad Jagellónica, fundada por Casimiro III, el grande, en 1364. Al entrar nos encontramos con información sobre su arquitectura, sus eméritos alumnos Copérnico y el papa Juan Pablo II, y la lista de académicos que fueron deportados en tiempos del nazismo, además de los ilustres nombres de científicos como Karol Olszewski, Tadeus Browicz, Stanislao Zaremba, quienes contribuyeron a la ciencia mundial. Visitar estos recintos es conocer parte de la historia de Polonia.

Finalizamos la jornada con un concierto de música de cámara en la bella iglesia barroca de San Pedro y San Pablo, construida en 1579 por iniciativa de la orden jesuita. Conversando con un diácono me entero de lo que hacen con el famoso péndulo de Foucault: dos profesores de la universidad lo colocan los jueves; el hilo, (que se alcanza a ver) cuelga de la cúpula a 46, 5 metros. El descubrimiento del científico francés Foucault comprueba la rotación de la tierra. Debe ser impresionante ver el péndulo moverse en este majestuoso decorado, como fue inolvidable la velada musical.

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Cracovia Palacio Real

Nos levantamos temprano y nos dirigimos a Wawel, subimos la colina, que fue habitada desde la era paleolítica. En la cima nos espera el palacio real, la catedral, y las colecciones de Arte. El palacio fue residencia de todos los reyes polacos hasta 1596. En tiempos modernos fue ocupado por jerarcas del nazismo y del comunismo, hasta que finalmente se convirtió en museo nacional, restaurándose hasta la configuración actual. Pudimos apreciar la sala Poselska y la Senatorska, la fabulosa colección de tapices de Segismundo II Augusto, los tesoros reales: orfebrería, armaduras, cerámicas y mobiliario. Es especialmente relevante la colección de pintura, y aún más, el centro de restauración que ofrece una interesante exposición de obras en las que están trabajando. Para finalizar la jornada, nada más excitante que descender a la Cueva del Dragón, por medio de una secreta escalera caracol, donde por momentos se oyen los rugidos de la bestia…o tal vez fue mi imaginación.

Comprendo que el gran poeta polaco Czeslaw Milosz haya querido pasar sus últimos años en Cracovia. Su voz poética de tradición humanística se une al sentir de esta ciudad emblemática, que renació de su dolor para darnos el esplendor de su historia, fe y cultura.

“Qué es la poesía, si no puede salvar
a una nación o a una persona?”
Czeslaw Milosz

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