Del liberalismo económico al imperialismo económico, hasta la economía neoliberal etnonacionalista

Muchos en Occidente, tanto de la derecha como de la izquierda política, niegan ahora el imperialismo. Para el economista austroestadounidense Osef Schumpeter, los imperios eran atavismos precapitalistas que no sobrevivirían a la expansión del capitalismo, analiza Jomo Kwame Sundaram para la IPS desde Harare.

Pero ahora, incluso la conservadora revista británica The Economist señala el resurgimiento de este legado estadounidense por parte del presidente Donald Trump.

El liberalismo económico desafiado

Los principales pensadores liberales del siglo diecinueve señalaron que el capitalismo estaba socavando el liberalismo económico. John Stuart Mill y otros reconocieron las dificultades de mantener la competitividad del capitalismo. En 2014, el multimillonario alemán Peter Thiel declaró que la competencia es para perdedores.

Hace siglo y medio, Dadabhai Naoroji se convirtió en miembro del Partido Liberal del Parlamento del Reino Unido. En su teoría del drenaje, el colonialismo y el poder imperial permitieron la extracción de excedentes.

Cuando la guerra anglo-bóer tocaba a su fin en 1902, otro liberal inglés, John Hobson, publicó su estudio sobre el imperialismo económico, basándose en gran medida en la experiencia sudafricana.

Más tarde, el ruso Vladimir Ilich Lenin citó a Hobson, a su camarada Nikolai Bujarin y a Rudolf Hilferding en su famoso folleto sobre el imperialismo de 1916, titulado Capital Financiero, en el que instaba a sus camaradas a no tomar partido en la Primera Guerra Mundial (1914-1918) interimperialista europea.

Tres imperios precapitalistas —el ruso, el austrohúngaro y el otomano— terminaron a principios del siglo veinte. Su colapso dio lugar a nuevos nacionalismos occidentales, que contribuyeron a ambas guerras mundiales.

Alemania perdió su imperio en Versalles después de la Primera Guerra Mundial, mientras que las incursiones italianas en África fueron rechazadas con éxito. Las potencias occidentales hicieron poco para frenar la expansión militarista japonesa desde finales del siglo diecinueve hasta el estallido en Europa de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

Imperialismo y capitalismo

Los economistas indios Utsa y Prabhat Patnaik sostienen que la acumulación primaria de excedente económico, que no implica la explotación de mano de obra asalariada libre, fue necesaria para el surgimiento del capitalismo.

Basándose en la historia económica, aclaran que la acumulación primaria ha sido crucial para el ascenso del capitalismo. Por lo tanto, el imperialismo fue una condición para el surgimiento y rápido desarrollo inicial del capitalismo. Asegurar el dominio imperial continuo ha sostenido la acumulación capitalista desde entonces.

Los debates de las décadas de 1910 y 1920 entre la Segunda y la Tercera Internacional de socialdemócratas y movimientos aliados en Europa y más allá implicaron posiciones contrastantes sobre la Primera Guerra Mundial y el imperialismo.

Para la mayor parte de la humanidad en las naciones emergentes, ahora denominadas países en desarrollo, el imperialismo y la acumulación de capital no «generalizaron» la explotación del trabajo asalariado libre, extendiendo las relaciones de producción capitalistas, como en las economías occidentales «desarrolladas».

Debido al desarrollo desigual del capitalismo en todo el mundo, la Tercera Internacional mantuvo que la lucha contra el imperialismo era primordial para el entonces Tercer Mundo y ahora Sur global de las «naciones emergentes», no la lucha de clases contra el capitalismo, como en las economías capitalistas desarrolladas.

Después de décadas de integración económica internacional desigual, incluida la globalización, la lucha contra el imperialismo sigue siendo primordial un siglo después. El imperialismo ha remodelado las economías coloniales y ahora las nacionales, pero también ha unido al Sur global, aunque solo sea en oposición a él.

Ojos en los faros en Versalles

Después de observar las negociaciones de paz tras la Primera Guerra Mundial, John Maynard Keynes criticó proféticamente los términos del Tratado de Versalles, advirtiendo de las posibles consecuencias. En su trabajo Las consecuencias económicas de la paz, advirtió que el trato que se le daba a la Alemania derrotada tendría consecuencias peligrosas.

Pero Keynes no tuvo en cuenta algunas de las otras consecuencias del Tratado. La recién creada República de China había aportado el mayor número de tropas a las fuerzas aliadas en la Primera Guerra Mundial, al igual que la India en la Segunda Guerra Mundial.

Alemania se vio obligada a entregar la península de Shantung, que había dominado desde antes de la Primera Guerra Mundial. Pero en lugar de que se apreciaran en Versalles las importantes contribuciones de China al esfuerzo bélico con la devolución de la península, ¡Shantung fue entregada al Japón imperial!

Como era de esperar, los términos del Tratado de Versalles desencadenaron el Movimiento del Cuatro de Mayo contra el imperialismo en China, que culminó en la revolución liderada por los comunistas que finalmente se hizo con el control de la mayor parte de China en octubre de 1949.

Incluso en la actualidad, la cultura popular, especialmente las narrativas occidentales, ignora en gran medida el papel y los efectos de la guerra en estos llamados «pueblos de color». Por el contrario, subestimar las contribuciones y los sacrificios soviéticos en la Segunda Guerra Mundial probablemente tuvo una motivación principalmente política.

Otra contrarrevolución

Franklin Delano Roosevelt fue elegido presidente de Estados Unidos en 1932. Anunció el New Deal (Nuevo Trato) a principios de 1933, antes de que Keynes publicara su Teoría General en 1936.

Muchas políticas se introdujeron y aplicaron mucho antes de que se teorizaran. Como era de esperar, a menudo se bromea conque la teoría económica racionaliza las condiciones económicas reales y las políticas ya aplicadas.

El pensamiento económico keynesiano inspiró gran parte de la formulación de políticas económicas antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Tanto las potencias aliadas como las del Eje adoptaron diversas políticas estatales. La economía keynesiana siguió ejerciendo influencia en todo el mundo hasta la década de los años sesenta y podría decirse que hasta la actualidad.

La contrarrevolución contra la economía keynesiana de finales de la década de los años setenta vio un movimiento de oposición paralelo contra la economía del desarrollo, que había legitimado un pensamiento político más pragmático y poco convencional. A partir de la década de los años ochenta, la economía neoliberal se extendió con fuerza y mucho apoyo desde Washington.

Este Consenso de Washington se aglutinó en torno a las opiniones «neoliberales» compartidas por el establishment (poder establecido) económico del capital estadounidense, incluidos el Departamento del Tesoro, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

Y ha sido sustituido desde entonces por respuestas «geoeconómicas» y «geopolíticas» descaradamente etnonacionalistas a la globalización unipolar.

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