Roberto Cataldi[1]
Hace unos años regresábamos de Europa con mi mujer y hacíamos la cola para la revisión de aduana en el aeropuerto, un trámite que a veces resulta interminable. De pronto advertí que en la cola de al lado, destinada al personal diplomático, estaba un conocido empresario que traía grandes bultos transportados por personal contratado, lo curioso es que él no pertenecía al cuerpo diplomático.
También noté que muy cerca, la exesposa de un futbolista famoso, custodiada por dos o tres individuos de seguridad privada, recibía una serie de atenciones poco comunes. Le comenté a mi mujer, quien con tono sarcástico me respondió que se trataba de gente importante. Evidentemente, los cientos de personas que estábamos allí respetando las normas del aeropuerto, no éramos importantes. No hay duda que las reglas de juego no son las mismas para todos, y en la Argentina esto es palmario.
“The importance of Being Earnest” es el título original de una obra de teatro de postrimerías del Siglo XIX, de Oscar Wilde, conocida en nuestro idioma como “La importancia de llamarse Ernesto”. Una comedia de enredos, cómica, con la seriedad y las costumbres de la época victoriana, que desde el título plantea la dualidad “earnest” que significa serio en inglés, y el nombre Ernesto. Lo interesante de la ficción es que el autor puede transmitir sus sentimientos a través de los personajes, y creo que no hay nada más humano que los sentimientos. En literatura se habla de trama y de estructura. La trama es todo lo que sucede en la narración y, la estructura es la manera de presentar los acontecimientos, el modo en que se encadenan y la técnica del autor. Más allá del indiscutible talento intelectual de Oscar Wilde, sabemos que era un gran conversador, muy agudo, y eso se pone de manifiesto en los diálogos de esta obra que se estrenó en Londres tres meses antes de que fuera a parar a la cárcel.
Hace poco me comentaron acerca de un joven que en YouTube tiene más de dos millones y medio de seguidores. Movido por la curiosidad busqué uno de sus vídeos. Lo que vi me pareció grotesco, sin mérito, pues lo que resaltaba de la actuación era la flatulencia de uno de los protagonistas, pero antes de expedirme, le pedí a un par de talentosos jóvenes artistas que vieran ese vídeo. Quería evitar el sesgo generacional y también la deformación profesional. La conclusión de ellos no difirió de la mía. Todavía me pregunto qué es lo que les atrae a esa multitud de personas. De todas maneras está claro que se trata de un individuo de éxito, muy importante, no solo para sus seguidores sino para el mercado.
Hace unos años José María Aznar sostenía que el Estado de Bienestar es incompatible con la sociedad actual y que el apoyo que le daban los socialistas encubría un complejo de inferioridad. En realidad, el Estado de Bienestar o Welfare State, surgido después de la Segunda Guerra Mundial, tenía por objeto superar los males padecidos por la población y procurar alcanzar cierta igualdad. Este proceso de construcción social no consiste en repartir a diestra y siniestra subsidios y ayudas económicas, eso sería malgastar los recursos y sobre todo generar malos hábitos. El clientelismo político es una manifestación patética de este error, habitualmente disfrazado de solidaridad y de justicia social. En los sectores más pobres y atrasados culturalmente, es habitual que estén a la espera de la llegada del caudillo o del “señor presidente”, como si se tratase de la venida del mesías.
Según Tocqueville la democracia es un sistema representativo que no tiene respuestas para la desigualdad, tampoco para la corrupción o la pobreza. Algunos economistas sostienen que todos los impuestos son negativos para el crecimiento de un país o de una región, aunque se cuidan mucho de hablar del “crecimiento con equidad”. Los escandinavos centraron sus esfuerzos en la educación y la sanidad, con la intención de que los ciudadanos fuesen más productivos. En Dinamarca, Finlandia, Suecia, países considerados entre los menos corruptos del planeta, la evolución del PBI ha sido buena. He leído que en Noruega se investigó el efecto que tiene heredar una gran fortuna y, la conclusión es que los herederos son menos productivos, entre otras cosas porque trabajan menos. Algunos consideran que debe gravarse en forma considerable no a las pequeñas herencias pero sí a las grandes, me parece razonable. La desigualdad también ha crecido por los trabajadores no formados, poco calificados, en un mundo dominado por el avance tecnológico. En cuanto a las clases medias, éstas suelen quejarse porque se ven estancadas en su crecimiento cuando no sienten que descienden. Y no faltan los que creen que la situación se resolvería haciendo la de Robin Hood, es decir, apropiándose del dinero de los ricos para dárselo a los pobres. Nunca fue una solución, ya que sobran los ejemplos donde esos dineros fueron a parar a otras manos y no a quienes realmente lo necesitaban. Más allá de lo que se recaude, el nudo gordiano está en que la recaudación sea bien asignada, y esto a menudo no sucede.
El Foro Económico Mundial cree que harán falta unos 100 años para lograr la igualdad de géneros. A pesar del progreso, todavía se ve a las mujeres como cuidadoras y encargadas de las tareas propias del hogar, una misión que a través de la historia siempre tuvieron.
En estos días estuvo en Buenos Aires la escritora canadiense Margaret Atwood, quien sostiene que para construir una sociedad igualitaria es necesario empezar por la educación en el hogar. Estoy de acuerdo, siempre lo pensé, porque muchas familias no asumen esa responsabilidad o creen que es función del Estado. Atwood considera que el lenguaje tiene mucho que aportar, ya que los gobiernos retuercen y distorsionan el lenguaje. George Orwel así lo entendió. Convengamos que más allá de que en política las palabras superan a los hechos, no podemos ignorar que tanto en la desigualdad como en la pobreza se manifiesta el insondable abismo que separa la retórica de la realidad.
También en estos días Roy Moore, quien llegó a presidir el Tribunal Supremo de Alabama, perdió la votación para regresar al senado de ese estado, lo que significó una desgracia para Trump y los republicanos. Moore considera que la América grande era la de los padres fundadores “en las que las familias estaban unidas, aunque hubiese esclavitud”.
Los expertos de la UCA que miden la pobreza en el país cambiaron de método para hacer sus mediciones, ya no se atienen al ingreso para detectar a los pobres sino que utilizan un índice donde se considera el déficit que sufre la población en ciertos derechos: seguridad alimentaria, cobertura de salud, servicios básicos, vivienda digna, recursos educativos, afiliación al sistema de seguridad social, comunicación e información. Me parece más real porque tiene un enfoque más amplio y multidimensional, pues, no todo es el ingreso.
Lo cierto es que ya sea por ingresos o por derechos, en la Argentina un tercio de la población continúa en la pobreza. En efecto, 13,5 millones de personas son pobres, y de ellas 2,54 millones son indigentes, y el 48,4 % de los chicos hasta 14 años padecen de este flagelo. Pero tengamos presente que las villas miseria surgieron en Buenos Aires en la década del 30, desde entonces no pararon de crecer y ningún gobierno buscó una solución definitiva. Hay más de 4000 en todo el país. Por otra parte, hace 110 años se produjo la huelga de los inquilinos de los conventillos contra la subida de los alquileres. Estos inquilinos percibían bajos salarios y la huelga aconteció en Buenos Aires, Rosario y Bahía Blanca. Aquí hubo represión policial bajo las órdenes de Ramón Falcón. Unos años después, en 1919, se produjo la Semana Trágica, a raíz de una huelga prolongada que reclamaba mejoras laborales; también hubo represión, torturas, grupos parapoliciales, y un saldo de centenares de muertos, desaparecidos (muchos niños) e incontables detenidos. En esos días se produjo el único pogrom o matanza de judíos registrado en el continente americano, que tuvo por epicentro al barrio de Once. Se llegó a hablar de 1356 muertos, 4000 heridos y más de 50 000 detenidos. Aquí los números de las víctimas jamás pueden ser corroborados porque el gobierno de turno declara la niebla estadística. Muchos eran rusos, que se los asimilaba a los judíos, de allí que en nuestro medio “ruso” y “judío” fue tomado como sinónimo. En medio de esta “locura criolla”, encabezada por la Liga Patriótica Argentina, algunos usaban como salvoconducto la frase: “yo, argentino”. Luego vinieron los atentados a la Embajada y a la AMIA, pero esa es otra historia. La violencia es una constante en nuestro país, hay demasiados agujeros negros, pero a muchos ciudadanos les tiene sin cuidado.
- Roberto Miguel Cataldi Amatriain es médico de profesión y ensayista cultivador de humanidades, para cuyo desarrollo creó junto a su familia la Fundación Internacional Cataldo Amatriain (FICA)
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