Dionisio Ridruejo: Una pasión española

El Centro Dramático nacional pone en escena la obra Dionisio Ridruejo. Una pasión española, de la que es autor el dramaturgo Ignacio Amestoy.

cartel-dionisio-ridruejo-pasion-española Dionisio Ridruejo: Una pasión españolaEn ella se analiza la vida, obra e ideales políticos del poeta soriano Dionisio Ridruejo, perteneciente a la Generación del 36, quien combatió en la División Azul y allí, en las estepas rusas, encontró su particular «camino de Damasco».

Sólo su peripecia personal ya es de por sí poesía y puro teatro. De esto trata básicamente la obra, que entronca por temática y época con la titulada Transición, que ya en 2013 llevó a cabo el CDN.

El tiempo dramatúrgico de Dionisio Ridruejo. Una pasión española transcurre de modo preciso entre el 28 y el 29 de junio de 1975, y su espacio es el de una residencia militar. La acción es sobre todo dialéctica aunque, como todo lo que refiere nuestra común guerra, sea a la vez cainita y fraterno, de puños y pistolas. El protagonista, un coronel del ejército español que compartió ideales con Ridruejo el día en que se entera de que su amigo el poeta acaba de morir. Y es él quien recrea cómo Ridruejo, en su aventura rusa pro nazi, consigue dolorosamente abandonar los ideales de falange primero, y la creencia en el buen rumbo del franquismo después, para trazar el «primer esbozo de la transición española», algo que no llegará a ver, pues Ridruejo muere un año antes de la llegada de la democracia a España.

Una vida trágica la del poeta incomprendido por unos y otros, etiquetado cruelmente de fascista hasta el fin, que no ha llegado a ver su «tierra prometida».

La obra de Amestoy se inspira, además de en su poesía, que nadie ha discutido, en los Cuadernos de Rusia. Truncados sus anhelos por la muerte, su estela es una llamada a la conciencia de todos lo que comulgaron, de una u otra forma, con el idealismo totalitario. Juan Carlos Pérez de la Fuente dirige este texto que, como toda gran obra con una base discursiva, investigadora, se hace tal vez un poco más largo de lo deseado. Es difícil encontrar para las refriegas dialécticas las frases exactas que condensen ese contenido tan profundo, esas transformaciones personales tan bien y tan dolorosamente descritas, en pasos más breves y significativos. Pero la obra se ve con sumo gusto y suscita el interés del espectador, por lo cual es doblemente oportuna ahora que celebramos la Constitución española, y ahora que muere el símbolo y factor principal de la España que surgió de aquellos tiempos convulsos, Adolfo Suárez. Una revisión que arroja luz sobre nuestra historia colectiva y personal. Y junto a Dionisio Ridruejo, en la larga lista de desencantados, José Luis López Aranguren, José Antonio Maravall, Antonio Tovar, Gonzalo Torrente Ballester o Pedro Laín Entralgo. Y junto a ellos, compañeros de oposición que sí vivieron la llegada de la democracia, como García López, Ignacio Sotelo, Fermín Solana, Buero Vallejo, Juan Benet, José Ortega Spottorno, Paulino Garagorri o Juan José Linz.

Pero hay quien, como Santos Juliá, va más lejos y afirma que Ridruejo, al trazar «el primer esbozo de lo que habría de ser la transición a la democracia», sería el primer político de la Transición.

Por cierto, esos versos que hemos cantado de niños los que ya tenemos una edad «volverán banderas victoriosas / al paso alegre de la paz», fueron versos que el propio Ridruejo aportó al himno de la formación de José Antonio Primo de Rivera.

  • Título: Dionisio Ridruejo. Una pasión española, de Ignacio Amestoy
  • Reparto: Ernesto Arias, Jesús Hierónides, Paco Lahoz, Nerea Moreno, Daniel Muriel
  • Dirección y escenografía: Juan Carlos Pérez de la Fuente
  • Iluminación: José Manuel Guerra
  • Vestuario: Almudena Rodríguez Huertas
  • Diseño de cartel: Carlos García González.
  • La imagen que aparece en los telones es: Angelo de Leonardo Bistolfi, “Monumento ai caduti”.
  • Coproducción Centro Dramático Nacional y Pérez de la Fuente Producciones (Madrid)
  • Espacio: Teatro Valle-Inclán Sala Francisco Nieva (Lavapiés).
  • Fecha: 23 de marzo de 2014
Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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