Éric Reinhard, acaba de presentar en Madrid su novela El amor y los bosques. Es la segunda vez que Editorial Alfaguara publica a este reconocido autor francés, dos veces candidato al Premio Goncourt, que de momento se le resiste, aunque era uno de los favoritos. Ha sido, no obstante, ganadora del Premio Renaudot des Lycéens, finalista del Premio Médicis y otros premios otorgados a otras obras suyas.
Éric Reinhardt es uno de los grandes nombres de la literatura francesa actual. Describe con gran profundidad y precisión los entresijos de la mente y las acciones humanas que se identifican con nuestra sociedad y no solo la francesa. Nació en Nancy hace cincuenta años y además de escribir novelas – Le moral des ménages, Cendrillon, El sistema Victoria, primera publicada en español – es editor de libros de arte y colaborador de artistas, tanto dedicados a la coreografía como Angelin de Preljocaj, a la arquitectura como el Premio Pritzker de 1994 Christian de Portzampark, a la fotografía como la Agencia Magnum o del diseñador de bolsos y zapatos de lujo de fama internacional Christian Louboutin, habitual entre las celebrities de Madrid. Así de versátil es Éric Reinhardt.
El amor y los bosques es una novela que engancha. Es la historia de una mujer, Bénédicte Ombredanne, cultivada, catedrática de literatura, que vive en el terror del constante y creciente maltrato psicológico de un marido sádico y acomplejado. Pero es más que un relato psicológico, es también el relato del terror que viven muchas mujeres en las sociedades occidentales. Lo más terrorífico es que la protagonista lo vive en su interior, sin traslucir nada al exterior, salvo en un segundo encuentro con un escritor, -un desconocido- a quien le cuenta toda la miseria de su vida y que es quien al final relatará la historia.
Éric Reinhardt cree que esta novela pueda ayudar a muchas mujeres en situación de maltrato. Que así sea, a pesar de la angustia, a veces sofocante que se experimenta ante el gradual y constante crescendo del acoso sádico al que Bénédicte Ombredanne se pliega, a lo largo de trece años de matrimonio. Hay un momento de rebeldía, que desaprovecha. Su única vía de escape es somatizar ese sufrimiento profundo en enfermedades continuas, hasta la última, la que por fin la libera de sí misma. No es que sea una prisionera del marido. Es prisionera de sí misma, de su sumisión, sentido de culpabilidad, o el que dirán, o los cientos de razones que pueda tener para encerrarse en ese feroz enclaustramiento interior, que tiene como única salida al exterior las enfermedades que somatiza.
El autor dice que decidió escribir esta novela, que le costó dos años de preparación, tras conocer algunos casos de mujeres en esa situación, que se produce en todas las clases sociales, y que muy frecuentemente es vivida en secreto por las mujeres inmersas en un camino sin salida posible más que la muerte, que es la liberación como en el caso de Bénédicte.
Y esto ocurre a diario en nuestras sociedades avanzadas, en las que el maltrato es un delito, en las que las mujeres pueden divorciarse, denunciar, ser protegidas legalmente, sociedades en que esa protección es un derecho al que renuncian, porque el acoso anula la capacidad de reacción, el acoso constante crea en la víctima una situación en la que más que miedo, experimenta un terror paralizante que la incapacita para salir, explotar, gritar, escapar, defender su integridad y su territorio como persona.
He leído en la presentación del libro que se considera a Bénédicte Ombredanne como una moderna Madame Bovary, la novela de Gustave Flaubert que escandalizó a la Francia de mediados del siglo XIX. Pero ¿qué tienen en común Bénédicte Ombredanne y Emma Bovary? Los maridos respectivos, Jean-François Ombredanne y Charles Bovary nada en absoluto. Bénédicte vive en secreto una situación de acoso y maltrato psicológico constante. Emma Bovary, decepcionada de su matrimonio, tiene una vida secreta fuera de él, que la proporciona satisfacción y felicidad aunque al final la lleve a la ruina, al camino sin salida y al suicidio. El pobre Charles Bovary, no solo no se entera de nada, a veces, incluso la induce a frecuentar otras compañías. Emma vive en una sociedad en la que el adulterio es impensable, tiene que ser clandestino. Bénédicte vive en una sociedad, en la que puede divorciarse, denunciar al compañero, incluso tener un amante no está mal visto. Sí, ambas viven una vida secreta, pero la de Emma es arriesgada, gratificante, aunque a la hora de la verdad todo se le venga abajo. La vida de Bénédicte también es secreta y conlleva riesgos, pero jamás es gratificante. Y nunca arriesga nada por liberarse de su tortura, aunque hay dos ocasiones claras para escapar, que no aprovecha.
El libro está muy bien escrito, con descripciones de situaciones y estados de ánimo de gran sensibilidad. No se puede dudar de su enorme calidad literaria ni de su poder de transmitir al lector lo que sucede, que a menudo le conducen a sentimientos de angustia e incluso de asfixia. Engancha. Y lo más importante, pone al descubierto las torturas secretas que sin duda viven miles de mujeres. Puede influir en cambios e interferir positivamente en la aún notable pasividad social hacia el maltrato.
El amor y los bosques, es ciertamente una novela que pone sobre la mesa miles de historias de mujeres acosadas. Sin duda es una novela de alto interés social.