Me había olvidado de que en Buenos Aires el café es una institución, y por eso, Jorge Fernández Diaz me cita en un café. Este escritor argentino nacido el 8 de julio de 1960, es uno de los autores mejor posesionado de la actualidad latinoamericana, como escritor con varios best sellers y como defensor del artículo periodístico como obra literaria.
Creador de un estilo bisagra entre literatura y periodismo, dueño de temas cotidianos y universales, cronista de sentimientos amorosos, columnista del diario La Nación de Buenos Aires y ABC de España y referente cultural y político desde su espacio radial en Radio Mitre, ganador del Martin Fierro al mejor programa nocturno en 2016 y 2019.
También indagador del sentir de los inmigrantes españoles, de la épica del inmigrante y su gesta.
En 2010 publica «La Hermandad del honor», libro de crónicas por el cual recibió la condecoración de España por resolución del rrey Juan Carlos de España, por su labor cultural.
Innovador del género policial y la novela negra argentina, Arturo Pérez- Reverte fue uno de sus mentores y uno de quienes más alentó la famosa la trilogía: El Puñal, La Herida y La traición.
Cuando llega, me dice:
– ¡Adrianita vos sos una leyenda del cine!
– ¡Y vos el gran escritor argentino! -le digo.
Así empezó nuestra conversación cuando le pregunté sobre su vocación de escritor.
Jorge Fernández Diaz: El modo de comunicarme con mi padre, que era asturiano, era a través del viejo cine de Hollywood, de los años cuarenta, cincuenta, tal vez sesenta, lo veíamos juntos en la televisión, en una especie de educación sentimental que él no podía darme de manera directa. Siempre me pareció que el cine era mi vocación, eran clásicos, veía todo mezclado: de Otto Preminger a Ford, a los grandes cineastas y estrellas.
En ese entonces, mi madre me regaló la colección Robin Hood de aventura, leía a Stevenson, Salgari, Wells, Conrad, y yo me recuerdo leyendo esos libros y diciéndome a mí mismo que eso era como una película narrada, las películas que veía se podían trasladar al papel. Yo quería darle a los demás lo que ese autor me daba a mi: «una gran felicidad» mostrándome un mundo diferente.
Eso fue como una Epifanía, sentía que yo quería ser narrador, no le podía poner nombre, tenía doce años, pero comenzó una vocación que sigue hasta hoy y que fue volcánica y muy intensa. Casi te diría que coloqué a la literatura por encima de todo, salvo el periodismo, que fue como una segunda vocación.
AB: Empezaste joven en periodismo.
JFD: Sí, tenía diecinueve años. Mis padres querían que fuera abogado, pero el periodismo me tomó, era una escuela de vida, las redacciones estaban llenas de gente muy culta, también borrachos. Mi padre se enojó conmigo porque creyó que yo abrazaba la literatura para ser «vago» y que el periodismo era la bohemia. Eso fue traumático para mí. Hablábamos solo de fútbol, no había otra comunicación.
Yo entré en La Razón, cuando estaba Jacobo Timerman, un maestro. Me colocaron como cronista policial. Después, trabajé en el Diario de Neuquén, en la Patagonia, también como cronista policial. Reconozco que aprendí muchas cosas haciendo el «cadáver de cada día», los secuestros, homicidios, entrando en las cárceles. En ese entonces leía la biblioteca universal de la novela negra y en la vida real vivía el mundo del crimen, me hice amigo de detectives, delincuentes, no le tenía miedo a nada.
AB: Esa experiencia de vida fue una escuela que te sirvió para tus novelas policiales.
JFD: Sí, porque me hizo ver el lado oscuro de la política y la delincuencia.
Pensé, a lo mejor con la ficción yo puedo contar lo que vi, y empecé a escribir una novela policial por entregas, tipo folletín. Todo lo que había aprendido como lector, como periodista, viendo los hechos, lo puse en mi novela. La Razón era un diario popular en los años ochenta y entonces escribí la novela por entrega sobre los secuestros: «El asesinato del wing izquierdo». O sea, yo podía contar en la ficción, lo que no podía decir en el periodismo. Y la novela tuvo muchísimo éxito.
AB: … Y continuaste escribiendo, paralelamente a tu carrera periodística.
JFD: Si, comenzó una especie de bigamia, me ascendieron y me convertí en gerente periodístico, pero siempre una parte de mí, en la clandestinidad, escribía novelas y cuentos.
En 1997, hice un libro sobre Sherlock Holmes y Borges.
AB: A Borges le hubiera encantado. Amaba a Sherlock Holmes.
JFD: Sí, lo amaba. Uno de sus últimos poemas fue recordar a Sherlock Holmes. Mi novela se llama «El dilema de los próceres» y es una novela casi paródica. Donde un tío de Borges se envuelve en una historia que empieza en Londres y termina en Buenos Aires, en 1910.
AB: ¿Luego escribiste «La segunda vida de las flores»?
JFD: Bueno, en el año 2000 muchos inmigrantes: europeos, polacos, españoles, que vivían en Argentina no podían vivir de su jubilación y comenzaron a volver a sus aldeas. Es la primera vez que, en un mismo país, en este caso Argentina, inmigrantes que huyeron de la pobreza, hicieron su vida en Argentina, se afincaron y se hicieron argentinos, pero, por la situación económica difícil tuvieron que volver a inmigrar. Sufren un doble desgarro, se separaron de España, de su familia para llegar a Argentina donde crearon su nuevo hogar y a su vejez, la pobreza, la inseguridad económica, los vuelve a golpear.
Mi madre acompañó a varios compatriotas en esta situación y eso la afectó y estuvo con psiquiatra, medicada. Hay que pensar que ella a los quince años dejó España, por la guerra civil, la pusieron en un barco y la mandaron a Buenos Aires, con unos tíos.
AB: El tema de la inmigración tan poco tratado en la literatura nacional, lo retomas en «Mama», donde la historia de tu madre da origen al libro.
JFC: Si. Yo estaba muy intrigado por saber de qué hablaba mi madre con la psiquiatra. Un día le pregunté y mi madre me dijo que le contaba su vida a la médica y que a veces lloraba. Entonces pensé, si mi madre tiene una historia que hace llorar a una profesional, aquí hay una historia, yo tengo que contarla. La entrevisté durante cincuenta horas y surgió «Mama».
AB: Es un libro extraño, apunta a ser periodístico, una crónica periodística, pero también parece ficción, un biopic literario, una biografía novelada…
JFD: No es ficción, es completa realidad, lo que es novelístico es el montaje. Hay una estructura. Salvando la distancia, en «París era una Fiesta» de Hemingway, es todo verídico, pero está montada como una novela. Es una novela que no viola los hechos. Es una técnica que usé cuando escribí «La logia de Cádiz» que es una novela completamente verídica, salvo el capítulo final que tiene algo de ficción. Narro lo que pasó con San Martín, en España, y luego en el Combate de San Lorenzo, hechos verídicos, haciendo una investigación verdadera, pero puedo darle, sin violar la verdad, un aire de aventura. Esa técnica la apliqué en «Mama», un libro que me dio muchas satisfacciones.
AB: Además, es un libro que retoma el tema del inmigrante, que aparece en los sainetes argentinos, en el teatro de Florencio Sánchez, pero con la visión de la modernidad. En Argentina, en general se soslayó el tema migratorio.
JFD: En el siglo veinte, esa inmigración de Europa especialmente del sur de Italia y el Norte de España, era una inmigración pobre, analfabeta. A mí me llamaban «gallego» en el colegio, pero los gallegos trajimos la cultura del trabajo. Te imaginas los españoles que dejaron su tierra… para crear otra. Mira, escuchando a mi madre aprendí muchas cosas en relación con mi familia, con la inmigración, la nostalgia, la marginación, el desarraigo; «Mama», representa la épica del inmigrante, reivindico esos valores que se trataron de borrar.
También grabar y hablar con mi mama me hizo ver la naturaleza femenina.
AB: Claro, tu mirada de hijo es distinta a la de una hija. Descubriste el «alma femenina». Además, aparece en la novela esa relación madre-hijo, que no es muy tratada en literatura.
JFD: Si. A mí me enseñó a ver cómo piensa la mujer. Y eso, lo desarrollé en otro libro: «Corazones desatados».
Cuando entré en La Nación donde trabajé los últimos veintidós años, una gran editora, Ana D’Onofrio, me dijo: «Me gustaría que hicieras relatos de la vida privada. Concretamente relatos de amor, no de ficción, ni almibarados, relatos de amor que representen el amor ahora, hoy». Así, surge, en el 2007, «Corazones desatados». Me llegaban mil quinientas cartas por semana, era impresionante, cartas manuscritas. Salía tipo folletín, después lo publicamos como un libro.
Esta experiencia me llevo en el 2009, a escribir «La segunda vida de las flores», que es una novela deudora de toda la experiencia recogida en los relatos anteriores. Tuvo mucho éxito. Y después salió «Te amare locamente» donde ingreso con otros relatos.
AB: En tu caso hay una extraña alimentación, una suerte de transfusión de los dos géneros: periodismo y literatura. Es tu estilo. Por otra parte, en tu obra trabajaste recientemente la temática del crimen y escribiste una trilogía policial muy importante: El Puñal, La herida y La traición.
JFD: Sí, la serie de Remil que es un agente de inteligencia, tuvo un éxito arrasador. Está considerada la serie policial más exitosa de la historia argentina. Es una serie de espionaje político …Lo que no podía contar como periodista lo cuento como escritor.
AB: Cuando entrevisté a Sergio Ramírez, me dijo algo parecido, que la novela policial le permitía describir la situación de Nicaragua, desenmascarar las cosas que pasaban en su sociedad.
JFG: Por eso la novela policial moderna es la novela más sociológica que hay, La novela policial te permite contar la jungla, la política con su lado A, B, las mafias.
Yo no hubiera podido escribir esas tres novelas sin haber vivido las experiencias que viví, sin haber sido periodista, con el acceso que tenía a determinados lugares, en contacto con los personajes.
AB: Tu experiencia como cronista policial te permitió una información especial, estar en el lugar de los hechos, observar, conocer, vivir la escena…un training impagable.
JFD: Sí, tenía un training muy grande y decidí ver si eso funcionaba como novela de espionaje.
Quiero decirte que la novela policial en América Latina no tiene nada que ver con el policial de Escandinavia o en Norteamérica. Es otra realidad, la latinoamericana, y eso se muestra en la novela policial escrita por nosotros. Y trae una novedad al policial: el criminal es el estado. El criminal está dentro del Estado, es el Estado.
El Estado está podrido y es el criminal, y eso cambia la visión porque es un mal de Latinoamérica, eso no se da en Europa.
En España o en Francia, «alguien» del sistema o de la policía es corrupto. En América Latina es el Estado. Por eso, la gran novela política de nuestro tiempo es la novela policial en Latinoamérica. La gran novela política es latinoamericana.
AB: Sin duda. Vos sos también académico, fue la Academia Argentina de Letras la que nos puso en contacto. Ser académico exige otro nivel…
JFD: Sí, soy académico y cuando ingresé en la Academia Argentina, lo hice con un discurso donde trataba de contar que el periodismo es una forma del arte. El artículo periodístico de opinión puede ser una obra de arte dependiendo quien lo hace y cuál es la intención. Depende de quien escribe…
AB: Pienso en Octavio Paz, en Carlos Fuentes, en Vargas Llosa…
JFD: Y muchos más, hay varios escritores que escriben artículos que son muy buenos, son «obras de arte», pensemos en los que hicieron artículos muy importantes, en el pasado, como Ortega y Gasset, Unamuno, han hecho sus artículos y luego los han compilado en libros importantes. Desde Montaigne con sus ensayos, hasta nuestros días han hecho un camino considerable, como Manuel Biset, el maestro español de los articulistas modernos.
AB: Sin duda, tú carrera empieza en el periodismo y el periodismo nutre tu literatura. ¿Qué planes tenés?
JFD: Estoy escribiendo una novela que va a salir en marzo. Decidí crear una detective especialista en sentimientos e infidelidades. Para mí es todo un desafío concebir un personaje femenino, se llama Cora.
Por otra parte, continúo con el periodismo, mis comentarios en ABC y en La Nación, además de la radio y escribir, escribir, trasmitir la felicidad que nos da la literatura.
Original y bien reconocido el enfoque como genero «periodismo y literatura» asi como la descripción de los géneros policiales y políticos.
Interesante artículo sobre la meritosa trayectoria del escritor. Incita a su lectura.