En los primeros años del siglo XX Maurits Cornelis Escher (1898-1972) era un artista que buscaba algo (en realidad no sabía muy bien qué) para desarrollar plenamente sus inquietudes creativas en el campo del grabado y la xilografía. Perseguía desentrañar los enigmas del mundo en el que vivía y creía que el arte podía ser la mejor forma para conseguirlo.
Escher: BelvedereEn un viaje a España en 1922 visitó la Alhambra y ese encuentro fue para él como la mítica caída del caballo que transformó a Saulo en san Pablo. Los dibujos, arabescos y ornamentos de las paredes del monumento árabe lo fascinaron de tal modo que años más tarde, en 1935, huyendo del fascismo de Mussolini, abandonó Italia, donde se había instalado, y volvió a Granada, donde pasó semanas copiándolos y trasladando al papel los intrincados trazos laberínticos que respondían, según decía, a planteamientos matemáticos de una perfección absoluta.
Escher se sentía más próximo a la ciencia matemática que al arte, y su descubrimiento de la Alhambra lo ayudó a combinar ambas facetas para acercar al arte la armonía y el orden matemáticos. Aplicó al Art Nouveau y al Surrealismo (escribió que quería representar sueños, ideas y problemas) las teorías sobre los grupos cristalográficos planos del matemático húngaro George Polya.
A partir de los descubrimientos en la Alhambra los dibujos y grabados de Escher cobraron una nueva dimensión en la utilización de los planos y los espacios geométricos, en la creación de universos fantásticos y desconcertantes, para los que perfeccionó sus conocimientos en la teselación periódica (la división regular del plano) hasta transformarse en lo que son hoy en día: una de las más originales expresiones del arte del siglo XX.
Además de su obra artística, Escher escribió sus reflexiones sobre la relación entre el arte y las matemáticas en su ensayo “División regular del plano”, donde sugiere relaciones de ambas materias con la música de Bach.
Una nuevo espacio para una exposición única
Escher: mano con esferaAl Palacio de Gaviria en Madrid llegó, en junio de 2017, la más amplia exposición itinerante de la obra de M.C. Escher nunca antes reunida, una retrospectiva de más de 200 obras en la que puede apreciarse la evolución de este artista desde sus primeros años en Holanda hasta sus últimas obras poco antes de su muerte en este país, después de estancias en Italia y Bélgica. Aquí están sus litografías, xilografías, aguafuertes, dibujos y grabados más conocidos y reproducidos, como la “Mano con esfera reflectante”, “Profundidad” o “Relatividad. Casa de escaleras”.
Artista único del dibujo y el grabado, en esta exposición se pueden contemplar esas teselaciones de elementos geométricos abstractos que se metamorfosean en figuras concretas o esas obras intrigantes que confunden la mirada del espectador a través de espacios imaginarios, ilusiones visuales como la famosa Copa Rubin y el Efecto Droste, trampantojos que engañan la percepción, espejos cóncavos y convexos (en uno de ellos hizo su primer autorretrato) que sugieren mundos insólitos, imposibles…
Escher dibujó también portadas de discos de su época y su estilo tuvo repercusión en este género. Hay aquí una sección dedicada a la influencia del artista en la cultura contemporánea que muestra su huella en las cubiertas de Pink Floyd, David Bowie y Bauhaus, en carteles publicitarios de Ikea, Audi y HSBC, en videojuegos (Monument Valley), comics y posters que llevan su sello inconfundible.
TÍTULO. Escher
LUGAR. Palacio de Gaviria. Arenal, 9. Madrid
FECHAS. Junio 2017