“Mis abuelos no hablaban francés y mi madre no lo hablaba en su infancia. Eran ‘invisibles’ para la sociedad en que vivían. En Fatima, he recuperado comportamientos que conocí en ellos. Ella representa a esas mujeres que, en muchos casos, solo han tenido acceso a una escolarización incompleta y se han visto forzadas a emigrar por necesidad vital, para venir a vivir a un país cuya lengua no hablan y cuyos códigos les son desconocidos. En Francia, han dado a luz a hijos que, en ocasiones, han criado separadas de ellos por el idioma y por prácticas y coordenadas diferentes. Por todos estos motivos, estas mujeres han desarrollado, a pesar de su desconocimiento y sus desventajas, recursos muy importantes haciendo uso de una valentía y una perseverancia brutales”.
(Philippe Faucon, realizador de “Fátima”)
“Fátima”, la ganadora de la última ceremonia de los Premios Cesar franceses, con tres de los «gordos», Mejor Película, Mejor guión adaptado y mejor actriz revelación para Soria Zeroual (La vida de esta mujer de 45 años, ella misma asistenta en Givors, cerca de Lyon, se parece mucho a la de la heroína. Nacida en Argelia en 1970, se encarga sola de sus tres hijos adolescentes), es la adaptación cinematográfica de los poemarios «Prière à la lune» y «Enfin je peux marcher toute seule», de la marroquí Fatima Elayoubi, quien emigró a Francia a principios de los años 1980, siguiendo a su marido.
En París trabajo como asistenta. En 2001 comenzó a escribir un diario en árabe, cuando convalecía de una caída. Tras recorrer varios hospitales, donde no identificaban su dolencia, una doctora de Nanterre tradujo sus escritos al francés, y le encontró diagnóstico: «Las radiografías no revelan nada / pero su malestar es el de una madre que sufre / porque para alimentar a sus hijas / tan solo tiene su cuerpo herido», como dicen unos versos de «Prière à la lune».
Sexto largometraje del realizador Philippe Faucon (“Sabine”, “La traición”, “La desintegración”), que viene a confirmar su talento, “Fátima” es la historia de una madre separada que lucha sola por sacar adelante a sus hijas en un país del que desconoce el idioma, una historia de pequeños fracasos y de grandes triunfos. Un himno a tanta heroína desconocida, que se deja la salud y la vida haciendo los trabajos que otros no quieren. En el retrato inteligente y sensible de esta mujer hay algo de universal, algo de un mundo que tenemos muy cerca y no vemos: “Una mirada humana y optimista sobre la inmigración de origen magrebí en Francia, que trae un poco de esperanza en estos tiempos en los que el terrorismo oscurantista religioso se alza como una amenaza contra la tolerancia y la integración” (Julio Feo Zarandieta, Periodistas en español)
Fátima vive sola con sus dos hijas: Souad, 15 años, adolescente rebelde, y Nesrine, 18 años, que empieza a estudiar medicina en la Universidad. De ambas se siente orgullosa y las dos le sirven de motor para continuar adelante. Fátima trabaja como asistenta, con horarios cambiantes. Un día se cae por la escalera. Convaleciente, comienza a escribir en árabe lo querría haber dicho a sus hijas y no ha podido por las dificultades que tiene con el idioma.
“Nos las cruzamos a diario en las calles de nuestras ciudades. Por la mañana, temprano, las vemos en los pasillos de nuestras empresas. Para nuestra mirada apresurada, se parecen todas, con frecuencia llevan pañuelo en la cabeza. Asistentas que normalmente son marroquíes, argelinas o tunecinas. Algunas no dominan el francés. ¿Cuántas se llaman Fátima, como la primera mujer según los musulmanes, siempre detrás, a la sombra de Mohammed, el primer hombre?” (Jean-François Lixon, Culturebox).