Las literaturas de los países que formaron parte de la Unión Soviética durante la guerra fría son prácticamente desconocidas en la Europa occidental. En los últimos años algunas editoriales españolas están haciendo importantes esfuerzos por rescatar y traducir a nuestro idioma las obras de algunos de estos autores inéditos en España.
Es el caso de la Editorial Acantilado, que ahora nos hace llegar al uzbeko Hamid Ismailov con una de las obras que lo consagraron como escritor, “La historia del prodigioso Yerzhán”, una novela corta que, al mismo tiempo que recrea la sociedad tercermundista del Kazajstán de los años sesenta bajo el comunismo, denuncia la utilización irresponsable de las pruebas atómicas que llevaba a cabo la URSS en el polígono de Semipalátinsk, un territorio cuya población, ajena a los peligrosos efectos de las explosiones, vivía a muy pocos kilómetros y era víctima de las sacudidas de la tierra y de la radioactividad.
Realismo mágico centroeuropeo
El relato se estructura en tres etapas a lo largo de un viaje en tren por la estepa durante el cual el narrador se encuentra con un niño de unos doce años que toca prodigiosamente el violín. Desde el primer momento se sabe que el “niño” tiene veintisiete años pero que en un momento de su vida dejó de crecer por causas que nunca se revelan pero que el lector puede fácilmente deducir. Ni curanderos ni médicos ni recetas populares consiguieron rescatar a Yerzhán de la maldición en la que quedó atrapado.
El tren es aquí algo más que el espacio en el que se desarrolla la historia de Yerzhán, ya que a su alrededor gira la vida del muchacho, cuyo abuelo es el guardagujas del apeadero de Kara–Shagán, donde nació el niño prodigio y en cuya casa transcurrió su vida y la de los familiares que también viven en ella: “Gracias al abuelo Daulet había aprendido a tocar el domba; gracias a su tío Shakén tenía el violín; gracias a su tío Kepek le daba clases Petko; gracias a Petko había aprendido música y lengua rusa e incluso había conocido a Dean Reed; gracias a Dean Reed había aprendido a leer, porque quería saberlo todo de ese hombre alto, guapo y feliz”. La figura de Dean Reed, el cantante que fue conocido como el Elvis rojo por su simpatía por los regímenes comunistas, está presente en la mente del niño prodigio que aspira a alcanzar sus éxitos y su popularidad.
Hamid Ismailov titula los capítulos de la novela utilizando las notas musicales que van configurando la vida y la evolución como intérprete de Yerzhán: Do, Do La, Sol Mi Fa, una vida enfrentada a la dura realidad de la pobreza en la que vive la familia del músico, entreverada con las historias mitológicas de la cultura kazaja que le cuentan sus abuelas y que despiertan en él una fantasía con la que pretende superar su trágico destino.
Yerzhán llega a identificar su drama personal con esas leyendas, como la del rey Gesar, quien tuvo que enfrentarse al terrible demonio caníbal Lubsán de la misma manera que él ha de luchar para superar la rara enfermedad que no le deja crecer y le impide casarse con Aisulu, a la que ama desde que ambos eran niños. Para ello tiene que identificar quién es su particular Lubsán con el fin de luchar contra él y desprenderse de la maldición que le impide crecer. La batalla contra ese Lubsán ha de parecerse a la estratagema de la caza del zorro que practica su abuelo, que obliga al animal a dar giros constantes hasta que cae agotado.
Kanyshat, la madre de Yerzhán, no volvió a hablar desde que él naciera. De padre desconocido, todo el mundo piensa que el niño es hijo de un astronauta, pues su madre hizo saber a todos que la persona que le había hecho concebir a su hijo era un misterioso hombre vestido de astronauta, un enigma que sólo se resuelve al final del relato al descubrirse de forma sorprendente la paternidad de Yerzhán, una verdad que da al traste con muchas de sus ilusiones.
Utilizando las leyendas de su tierra natal y la dura realidad de su país, Ismailov elabora aquí una obra muy cercana al realismo mágico, en cuyos desenlaces va desapareciendo progresivamente la magia e imponiéndose cada vez con más fuerza la realidad.
Un escritor prohibido en su país
Hamid Ismailov (Tokmak, Kirguistán, 1954) tuvo que exiliarse de Uzbekistán en 1994 debido a sus ideas democráticas. Se trasladó primero a Francia y Alemania antes de establecerse definitivamente en Inglaterra, donde trabajó para la BBC como periodista.
El Servicio Mundial de la BBC lo nombró escritor en residencia para que pudiese dedicar más tiempo a la creación literaria. Entre sus obras destacan las novelas “La vía del tren”, “Un poeta y Bin Laden” y “La historia del prodigioso “Yerzhán”. Su tríptico “Moobo”, “Buscando el alma en google” y “Perdidos para la vida” ha sido traducido a varios idiomas, entre ellos el ruso.
Como poeta ha publicado “Jardín” y “Desierto”. Todas las obras de Ismailov están prohibidas en su país, donde su figura de escritor es ignorada por todos los medios oficiales.