Era enero de 2021 cuando dos amigos adolescentes, Ajay y Durgesh, fueron atraídos con engaños por un hombre de su confianza de su misma aldea en una remota y pobre área rural del este de Uttar Pradesh (UP), el estado más poblado de India, situado en el norte del país, informa Mehru Jaffer (IPS) desde Lucknow.
Los chicos, de dieciséis años, fueron sacados de sus casas, transportados y vendidos como mano de obra esclava a una fábrica de ropa en Rajkot, en el estado occidental de Gujarat. Rajkot está a unos dos mil kilómetros del pequeño pueblo de Ajay y Durgesh.
Junto con otros dos adolescentes de la misma aldea, Sanjay (15) y Pavan (14), Ajay y Durgesh se hicieron amigos de un hombre, solo identificado como Gulab, que les prometió un trabajo de ocho horas diarias, con un salario de 7500 rupias (unos 100 dólares) al mes en una fábrica de ropa.
Los cuatro adolescentes aceptaron la oferta inmediatamente porque Gulab era de su mismo pueblo y le conocían desde la infancia.
En la fábrica, los chicos fueron arrojados junto a docenas de otros niños que nunca cobraron nada del salario prometido.
«Los despertaban a las siete de la mañana y los obligaban a trabajar hasta las once de la noche. El dueño de la fábrica los amenazaba con matarlos si salían de ella», contó a IPS en Lucknow, la capital de UP, un dirigente sindical conocido solo por su apellido: Dalsinghar.
Añadió que «los niños eran maltratados y pateados cuando el supervisor consideraba que no trabajaban lo suficientemente rápido. Ninguno de los niños recibía suficiente comida».
Dalsinghar es, además de dirigente sindical, jefe de la oficina en UP del Frente de Liberación del Trabajo en Servidumbre en Toda la India.
Con la apoyo de la oficina en India de la organización internacional ActionAid (Ayuda en Acción), Dalsinghar ayudó a rescatar a los cuatro adolescentes en agosto de 2021. Los cuatro están ahora terminando los estudios secundarios en su pueblo.
Estos chicos tienen suerte de haber escapado de las garras de los traficantes. Ajay encontró un día un teléfono móvil y llamó rápidamente a su familia y logró darles la ubicación exacta de la fábrica en el lejano Gujarat.
La familia se puso en contacto con Raju, un voluntario de ActionAid India, que vivía cerca de su pueblo. Con la ayuda de Dalsinghar, Raju y las administraciones de los distritos de Kushinagar, en UP, y Rajkot, en Gujarat, los chicos fueron rescatados, y su calvario de ocho meses en manos del dueño de la fábrica de ropa terminó.
Pero su caso está lejos de ser excepcional. Son más que numerosas las víctimas engañadas por personas conocidas.
ActionAid cita otros casos en los que un ser querido ha engañado a las víctimas. Cuando esto ocurre, la víctima no suele defenderse.
Sita fue vendida como novia a los traficantes por su padre alcohólico en un pueblo de Bengala Occidental, un estado del este de India. La llevaron de un lugar a otro hasta que encontró refugio en un áshram (centro de meditación y enseñanza hinduista) de una ciudad de UP. Se informó a la policía y la niña pudo regresar a su pueblo.
Los casos más frecuentes de niños y adultos desaparecidos incluyen el secuestro y la trata de personas. La mayoría de las veces, las personas desaparecidas no se denuncian a la policía, y si se denuncian, las denuncias no se registran o no son investigadas.
Los hijos de las familias más pobres son los más vulnerables al delito del tráfico y la trata de seres humanos.
Son el principal objetivo de los traficantes, ya que lo más probable es que las familias pobres y analfabetas no acudan a las autoridades en busca de ayuda. Hay casos de niños y adultos que abandonan sus hogares en busca de conquistar el glamour y la fortuna en grandes ciudades como Mumbai.
Una vez en las urbes, son presa fácil de los vendedores ambulantes y otros maleantes, que los obligan a mendigar o a trabajar como esclavos sexuales sin remuneración ni preocupación por su salud.
ActionAid India sigue trabajando en las aldeas prestando apoyo a las supervivientes de la trata y la violencia con ayuda médica, psicosocial y jurídica.
La pandemia de la COVID-19 ha hecho que los tiempos sean extremadamente difíciles para las comunidades. Al cierre de las escuelas se suma la drástica caída de las oportunidades de trabajo en la mayoría de las aldeas, lo que significa que los activistas sociales como Dalsinghar deben estar más atentos que nunca ante las mafias esclavistas.
Los ganadores del Premio Nobel de la Paz 2014, el indio Kailash Satyarthi y la paquistaní Malala Yousafzai, han rescatado a miles de niños de la peor forma de trabajo infantil y de la trata de personas.
Satyarthi, reconocido local y mundialmente por su lucha a favor de los niños trabajadores en India y fundador de la organización no gubernamental Marcha Global contra el Trabajo Infantil, ha encabezado una movilización nacional para exigir una legislación contra la violación, el abuso sexual y la trata de niños en este país del sur de Asia con más de 1400 millones de habitantes.
La Fundación para la Infancia Kailash Satyarthi hizo un estudio en 2020 en el que se concluía que era muy probable que aumentara el tráfico de personas en el periodo posterior a la suspensión de actividades labores por la covid, que se han producido desde ese año, durante los diferentes brotes de los contagios.
Alrededor de 89 por ciento de las oenegés encuestadas afirmaron que la trata de personas, tanto de adultos como de niños, con fines laborales sería una de las mayores amenazas en el periodo posterior la parálisis de actividades, ya que los ingresos de los hogares de los más vulnerables se agotan.
Preocupa que las poblaciones desesperadas y vulnerables de trabajadores no organizados, que no están en condiciones de negociar sus salarios o sus derechos, constituyan una fuente masiva de mano de obra barata. Muchos de estos trabajadores podrían ser niños, obligados a abandonar la escuela y a ganarse la vida como sea, que terminan atrapados en condiciones esclavas.
Se teme que miles de niños sean víctimas de la trata de personas en todo el país para trabajar en fábricas en las que se les pagará un salario escaso o nulo y, con toda probabilidad, se enfrentarán a una violencia física, mental y sexual extrema.
Miles de niños como Ajay, Durgesh, Sanjay y Pavan son objetivos fáciles para una red de crimen organizado de tráfico y trata de personas. Se teme que muchos más sean esclavizados durante la pandemia por quienes buscan mano de obra barata cuando muchas actividades económicas se han paralizado y el trabajo escasea.
«Es trágico que la gente traicione la confianza de los niños», concluyó Dalsinghar a IPS.