Me cuento entre los que piensan que su probado fervor de militancia en el Partido Comunista, privó a la Literatura de un buen escritor, algo que en el caso de Armando López Salinas (Madrid, 1925) ha quedado demostrado en esta su única novela -con la que quedó finalista del Premio Nadal en 1959- y en varios libros de viajes.
Esta es toda la bibliografía del autor de La mina, junto a un ensayo sobre la Alianza de las fuerzas del trabajo y la cultura, publicado en 1977.
La magnífica edición de la novela que Akal acaba de poner en las librerías era una deuda pendiente con López Salinas, porque como se indica en el detallado estudio preliminar de David Becerra Mayor, para que La mina fuera la producción literaria íntegra que al fin se ofrece ahora al lector, había que subsanar dos carencias fundamentales que se daban en las cinco ediciones precedentes publicadas en castellano entre 1961 y 1984.
La primera ha consistido en identificar públicamente la autoría de los versos con los que arrancan cada una de las tres partes en que está dividido el libro, que algún crítico llegó a atribuir al propio autor, y que corresponden al Canto General de Pablo Neruda. Parece poco probable que la ausencia del nombre del poeta chileno pueda haberse debido a problemas de censura, como no fuera en la primera de las ediciones, que luego por inercia se mantuvo en las siguientes.
Sí hubo estos problemas, que solo en la reciente edición de Akal se han subsanado, con los 24 fragmentos de la novela que Becerra señala como censurados en ediciones precedentes -acaso por seguir también literalmente la primera edición del libro- y que en su mayoría se corresponden con las reflexiones y comentarios de uno de los personajes de la historia, el minero asturiano que comparte con los protagonistas -Joaquín y su familia- las incidencias del relato.
Por tratarse de una literatura social muy afincada en principios ideológicos, la novela de Armando López Salinas no obtuvo en su día una crítica muy favorable, dados los prejuicios que hacia el realismo social y/o socialista se mantenían en España. Leída sin esos prejuicios, sin embargo, y como testimonio de lo que en aquellos años comportó en nuestro país el tránsito migratorio del campo a las zonas industriales, La mina es una valiosa obra, escrita con sobriedad de estilo y excelente y expresivo lenguaje, en donde lo popular y lo metafórico se combinan con sabia aleación.
La familia de Joaquín representa a una de las muchas familias españolas que se vieron obligadas a abandonar el ruinoso campo de la posguerra para embarcarse en un nuevo tipo de actividad laboral, marcada en este caso por la dureza y la inseguridad de las condiciones. Esa inseguridad en el trabajo en la mina de Los Llanos (Ciudad Real), localidad que supongo habrá eliminado ya de su topónimo el que le dio la victoria franquista (Los Llanos del Caudillo), acabará ocasionando una tragedia real, cuyo desenlace movió al autor de la novela a escribirla, tras informarse in situ de lo que había ocurrido.
Que la publicación del libro editado por Akal haya coincidido casi con el accidente que tuvo lugar en una explotación leonesa a finales de octubre, en el que murieron seis mineros, refuerza el valor de ese tipo de literatura a la que hay que acercarse sin más prejuicio que el de saber si cumple con el requisito fundamental de sentirnos embebidos por su trama, por la coherencia de su desarrollo y la consistencia de sus personajes. Es el caso de lo que cuenta mi estimado Armando López Salinas, lamentable y tempranamente apartado de las letras por su celo en la militancia política.
*López Salinas, Armando: La Mina, Ed. Akal, 2013.