La Occitania y el mundo cátaro

Francia vive los esplendores de su triunfo futbolístico y el auge turístico, ganado por el cuidado de su patrimonio cultural, la belleza de sus regiones y la gran variedad de sus atracciones.

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Occitania playas y salinas

Quien visita la Occitania, el sur de Francia, entra en el país de los cátaros, descubre una exótica naturaleza, con playas extensas y una gastronomía variada en frutos de mar, bellas Iglesias y escondidos castillos. Por momento, se ven los caballeros cruzados al galope y se escuchan en el viento a los trovadores medievales cantar sus poesías en la lengua d’oc.

Esta región, llamada también el Languedoc por su vernáculo idioma, no tuvo una unidad política sino cultural y linguística. Muchos nobles feudales eran vasallos de la corona de Aragón. El nombre de Occitania proviene de la lengua que se hablaba: langue d’oc, en contraposición a la lengua d’oil, hablada en el norte. La cultura occitana alcanzó su apogeo entre el siglo IX y XIII, era ruta de comercio, de las Cruzadas y de la literatura trovadoresca, cantada por los trovadores medievales.

Su historia esta ligada a una extraña religión: el Catarismo, que en griego significa “puro”, una religión maniquea: el bien y el mal en lucha, que había llegado de Tracia. Sus adeptos creían en la reencarnación y que el mundo real era obra de Satanás, sólo el mundo espiritual era de Dios. Vivían con austeridad y bondad. Sus centros fueron las ciudades de Toulouse, Albi y Carcasona. Varios nobles se unieron al catarismo y la religión se extendió considerablemente.

Los conceptos religiosos de los cátaros o Albigenses se desviaban del Cristianismo que en varias ocasiones trató de reorientar este desvío, hasta que un emisario papal fue asesinado. El Papa, entonces, convocó al rey Felipe II de Francia para intervenir sometiendo a los cátaros, así, se desató una Cruzada contra esta herejía que se selló en la Batalla de Muret. Después de luchas intestinas, la guerra termina con el tratado de París por el cual el Rey de Francia toma posesión de los feudos de Occitania y afirma la unidad territorial de Francia con salida al Mediterráneo. Sin embargo, el catarismo no se extinguió y fue perseguido por la Inquisición.

Algunos vestigios sobreviven en leyendas de quemados que deambulan por las forestas y en las ruinas de castillos y abadías. La bella ciudad medieval de Carcasona, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1997, actualmente gran centro turistico, fue lugar clave por guardar la arquitectura medieval y los misterios de esta religión.

Recorriendo la geografía del mediodía francés, se ven ruinas de fortalezas y castillos por doquier: en una colina el Castillo de Montsegur, en otra el castillo de Foix, mas allá la ciudad de Albi, Patrimonio de la Humandidad por la Unesco en 2010, su catedral de ladrillo es baluarte de la victoria Cristiana sobre la cruzada albigense o contra los cátaros.

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Narbonne, catedral

Llegando a la ciudad de Narbona, se impone la monumental catedral de San Justo y San Pastor, la más grande de Francia aunque nunca fue terminada, según me explica la guía, quien añade:

“Sentimos orgullo de nuestra región llena de historia y arte, nuestro símbolo es la cruz cátara o cruz occitana.”

La cruz luce en todas partes y en la bandera regional, es amarilla sobre fondo rojo, las cuatro extremidades de la cruz significan: Querer, saber, osar y callar; terminan en tres puntas rematadas por doce círculos, que recuerdan las 12 tribus, los 12 apóstoles y los 12 signos zodiacales.  Aunque hay controversia al respecto, se utilizó por primera vez en el escudo de armas de los Condes de Provenza, y más tarde, se adoptó como símbolo del Languedoc, hoy es símbolo de Occitania.

Adjunto a la catedral se encuentra el palacio de los Arzobispos con varias torres, actualmente, es Museo de Arte, con la Colección de Orientalistas y Museo de Arqueología. Una de sus curadoras me comenta que se esta finalizando el Museo de Cultura de Occitania y las piezas arqueológicas pasaran al nuevo museo, quedando el acerbo de arte en el Palacio con mas de 5000 obras, que serán mostradas en diversas exposiciones.

Narbona fue fundada por los romanos, sufrió luego la dominación musulmana hasta que se anexó a los Francos. La ciudad, con su Abadia de Fontfroide de monjes benedictinos, fue un fuerte bastión de oposición a los cátaros. En los alrededores se encuentra, sobre una escarpada colina, el Castillo de Termes, estos nobles apoyaron el movimiento cátaro hasta rendirse en el SXIII.

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Puerto Gruisson

Las playas de Narbona son muy frecuentadas pero mas extensas son las playas de Gruisson, a pocos kilómetros. Según me comenta un parroquiano, el pueblo de Gruisson creció junto al mar en el siglo XIX, cuando estas desoladas playas fueron visitadas por familias pudientes que construían pequeños chalés lacustres para pasar el verano junto al mar.

En la Segunda Guerra mundial los Nazis destruyeron todo, incluso el pequeño puerto pesquero. Hoy, Gruisson es un balneario muy reconocido, con un buen puerto para veleros, unido a la Isla de la Clape, lugar extraño de aguas bajas, donde existen grutas prehistóricas.

El pueblo está presidido por la famosa torre Barbaroja, construida en el 1246, por Guillermo de Broa, junto a su Castillo, hoy en ruinas. El nombre de torre Barbaroja es una leyenda que alude a los piratas del Mediterráneo, que existieron y asolaron estos lares.

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Gruisson, salinas y almacén de sales naturales

Cercano al pueblo se encuentran las Salinas con un museo que muestra la extracción de la sal. Es interesante ver las piletas salineras y en el almacén reconocer los diferentes tipos de sales, según gustos y sabores: sal de limón, de chocolate, gengibre o sal pimiento. Una de las asistentes me comenta que consultan a los chef de la región sobre estos gustos y preparados salinos.

En la salinera hay un restaurante donde se degustan las mejores ostras de los viveros regionales. El chef de la Cambouse du Saunier me explica que: “La ostra cuanto más grande es más grasosa, y cuanto más pequeña, más gustosa”. Se acompaña con vino blanco de la zona o champagne.  Manajares de la gastronomía occitana.

Cuando el buen vino nos acompaña recordamos a los trovadores, aquellos poetas líricos que escribían en Languedoc cantando a la amada y narrando las hazañas de los caballeros, mientras el pensamiento amoroso los acompañaba en las largas Cruzadas a Tierra Santa.

“Nunca mas gozaré de amor
Si no gozo de este amor de lejos
Pues no sé, ni de cerca ni lejos
De mas gentil, ni mejor.”
Juefre Rudel

Oh! mundo de los cátaros, Oh tierras de Occitania….

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