Hay inicios de que Ucrania podría perder la guerra. Los primeros en lanzar el grito de alarma fueron los expertosde la inteligencia militar británica. Al día siguiente, las portadas de algunos tabloides estadounidenses anunciaban sin miramientos: Ucrania está perdiendo la guerra. No se trataba, claro está, de una constatación objetiva; el ataque iba dirigido ante todo contra la política del inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden, acérrimo defensor del infructuoso esfuerzo bélico de Volodímir Zelenski.
En las últimas semanas, el contingente ruso logró apoderarse de unos 800 kilómetros cuadrados de tierra ucrania. La ofensiva contra Járkov, el segundo centro urbano más poblado del país, parecía imparable. Kiev exigía el envío de armamento sofisticado, pero la Casa Blanca tropezaba con el obstinado rechazo del legislativo. A las maniobras dilatorias del Senado estadounidense se sumaba la irritación de algunos miembros de la UE, poco propensos a seguir financiando el conflicto.
¿Error de cálculo? Por supuesto; los analistas occidentales, los estragas atlantistas, habían contado con una guerra relámpago, con el espectacular debilitamiento del sistema exsoviético, con la estrepitosa caída del castillo de naipes de Vladimir Putin. O, en el peor de los casos, con la internacionalización del conflicto.
En primero en aludir a la posibilidad de enviar tropas extranjeras a Ucrania fue el presidente francés, Emmanuel Macron. ¿Soldados de la OTAN en suelo ucranio? ¡Descartado!, contestaron los portavoces de las altas esferas de la Alianza. Sin embargo, Moscú no tardó en corregir el tiro, desvelando la presencia en Ucrania de unidades de la Legión Extranjera gala. París se salió del paso alegando que se trataba de un reducido número de instructores militares. Macron no se sintió obligado a facilitar más detalles. Pero la opción de una intervención militar occidental seguía vigente.
El Secretario General de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, cuyo mandato finaliza en otoño, no tardó en sugerir el posible empleo de misiles de largo alcance de fabricación estadounidense para frenar la retirada de las tropas de Kiev en las inmediaciones de Járkov. Se trataba de artefactos que podían alcanzar objetivos en territorio de Rusia, lejos de la zona de combates. Apoyaron la propuesta Joe Biden, Emmanuel Macron, Olaf Scholz y otros gobernantes europeos.
Biden se apresuró en puntualizar: se trata sólo de objetivos estratégicos o militares. Una advertencia muy parecida a la enviada hace unas semanas al Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu. El líder del Likud optó por hacer oídos sordos. ¿Y Zelenski?
Lo cierto es que los misiles están disponibles; basta con apretar el botón.
Huelga decir que la reacción negativa más contundente procede de un país… miembro de la OTAN: Hungría. El jefe del Ejecutivo de Budapest, Viktor Orban, el amigo de Putin, según los eurócratas de Bruselas, cargó contra la iniciativa de Stoltenberg alegando: La OTAN se asemeja a un bombero que apaga un incendio con un lanzallamas…Cuanto más disparen los ucranios, más avanzarán los rusos. Existe el riesgo, y hay que tenerlo muy presente, de que si apoyamos a Ucrania en el bombardeo del territorio ruso, podemos conseguir que los rusos se acerquen a nosotros, señaló Orban en una entrevista concedida a la emisora nacional radio Kossuth.
Conviene señalar que Orban no es el único detractor de esa iniciativa. Varios países del Este europeo comparten sus inquietudes.
Los jerarcas rusos se han limitado, al menos, de momento, a… levantar la voz. Claro que en su caso se trata de amenazar con una escalada que podría desembocar en una guerra nuclear.
Rusia responderá asimétricamente a los ataques ucranianos a su territorio con armas suministradas por los Estados Unidos, señaló el presidente del Comité de Defensa de la Duma, Andrei Kartapolov, quien añadió que la decisión de Biden de permitir ataques limitados dentro de Rusia con armamento estadounidense no afectará la operación militar rusa en Ucrania.
Por su parte, el vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso, Dmitry Medvedev, advirtió el pasado viernes que Rusia no fanfarronea cuando habla de la posibilidad de utilizar armas nucleares tácticas contra Ucrania y que su conflicto con Occidente podría escalar hasta convertirse en una guerra total.
Asimismo, señaló que Moscú destruiría el personal militar y el armamento occidental en Ucrania o más allá de las fronteras del país si estuvieran involucrados en ataques contra Rusia.
Esto, lamentablemente, no es ni intimidación ni engaño, afirmó Medvedev. Por lo tanto, nadie puede descartar hoy la transición del conflicto a su etapa final…
¡Una guerra nuclear! ¿Preparados?