David Peña Dorantes[1] ha creado La Roda del Viento para despedir esta XX Bienal de Flamenco de Sevilla 2018 y, al mismo tiempo, inaugurar el V Centenario de la primera vuelta al mundo. La obra está inspirada en la circunnavegación mundial de Magallanes y Elcano y solo podía representarse en un lugar: el Puerto de Sevilla.
En este concierto, con una música descriptiva magistral que facilita al espectador la comprensión de lo que está sucediendo en cada momento en su hora y media de duración, han participado además de Dorantes como compositor, arreglista, director y por supuesto pianista, un coro de cinco voces femeninas y otras tantas masculinas procedentes del alumnado de la Fundación Cristina Heeren de Sevilla; la Orquesta Bética de la capital hispalense dirigida por Michael Thomas; una orquesta de cuerda compuesta por veintiún músicos entre violines, viola, vilonchelo y contrabajo. A cargo de la batería y percusión étnica, un habitual de Dorantes, Javi Ruibal; de la percusión orquestal Antonio Moreno; y de los coros y palmas Los Mellis y Pedro Peña, sobrino de Dorantes. Las letras de Casto Márquez Ronchel cantadas por el coro ayudaron a situar al espectador en cada momento de la obra. Dorantes es muy aficionado a los guiños familiares, en este caso a su tío Juan Peña El Lebrijano, porque la letra de ¡Tierra! también es de Casto Márquez.
El 10 de agosto de 1519 salieron del Muelle de las Mulas en el río Guadalquivir cinco naves tripuladas por 239 hombres con Fernando de Magallanes como capitán general. De la desembocadura del río, en el puerto atlántico de Sanlúcar de Barrameda, zarparon el 20 de septiembre de 1519 rumbo a lo desconocido, sin cartas de navegación entonces inexistentes. 72 días hasta la Bahía de Guanabara en Brasil, a los 234 días perdidos en el estuario del Río de la Plata, confundidos con lo que creían un paso al Pacífico. Con problemas entre capitanes, motines, ejecuciones y deserciones. 437 días de navegación y por fin el que llamaron Mar del Sur, sin idea de su extensión. 626 días, llegan al archipiélago que más tarde sería llamado Filipinas, donde muere Magallanes en la batalla de Mactán. Por fin llegan a las Islas Molucas, islas de las especias, uno de los objetivos de la expedición. Elcano es capitán de lo que queda de flota y a los 820 días de navegación la superviviente nao Victoria regresa a casa por el Océano Índico completando la primera circunnavegación del globo, recalando en Sanlúcar de Barrameda con solo 18 hombres el 6 de septiembre de 1522, tras tres años largos de travesías, tempestades, fuegos de San Telmo, motines, abandonos, escorbuto, hambrunas, sufrimientos y un hito para la historia de España: la prueba de la redondez de la Tierra buscada en vano por Colón.
Para describir esta aventura humana, que pasó por todo lo descriptible e incluso indescriptible que puedan vivir y soportar un grupo de seres humanos, con pérdida de vidas, con miedos e ilusiones, ilusiones para vencer unos miedos al límite, son hombres del siglo XVI, que ya para arriesgarse en una tal travesía había que estar loco o muy desesperado o tener mucha ambición, o no tener nada que perder excepto la vida, o con ansias de gloria para el presente y para la historia, paisajes internos del alma humana y paisajes de una naturaleza a veces amable y hermosísima, a veces feroz, imposible de domeñar y siempre y a pesar de todo seguir adelante.
Todo eso queda descrito por la música creada por Dorantes, tan descriptiva y visual que hace sentir la esperanza, ilusionarse, sufrir, sentir pánico, vivir la muerte del capitán general de la expedición muerto en batalla por un enemigo que defendía su tierra y no quería hacerse cristiano porque sí. Y el regreso a Sevilla con la Victoria remolcada desde Sanlúcar, herida de muerte.
Y queda descrito como él mejor sabe. Palos festeros para la partida, solemnes y dramáticos para las tragedias de todo tipo, las que llegan desde fuera y las que vienen desde dentro. Cada parte musical tiene su función. El piano para narrar las emociones humanas, el coro para poner letra y música a lo que va sucediendo, la orquesta para la función narrativa, las percusiones para subrayar los momentos clave de la historia, las cuitas marineras, la claustrofobia de los atrapados en un espacio mínimo en la inmensidad del océano y el momento cumbre de la muerte de Magallanes con un fortíssimo seguido de un silencio largo, abrumador. Y después una música muy visual para narrar la llegada a las Islas de las Especias y la euforia mitigada por las penurias al regreso.
La organización de la Bienal puso autobuses lanzadera gratuitos desde el exterior del metro Blas Infante hasta el auditorio improvisado en una zona del puerto que parecía estar al servicio de la escenografía del concierto, incluyendo el cielo estrellado, las grúas y los contenedores.
Un buen comienzo para los muchos actos conmemorativos del Año Magallanes que se organizarán a lo largo del 2019.
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