El cantante y actor Ángel Ruiz, y el pianista Miguel Huertas, ofrecieron el 8 de marzo de 2017 un recital dedicado por completo a la copla, en la que es ya la cuarta cita (después de ‘Canción vasca’, ‘Canción catalana’ y ‘Un fandango y millares de cosas’) del ciclo Notas del Ambigú, iniciado por el Teatro de la Zarzuela en esta temporada para convertir su peculiar ambigú en un privilegiado salón de música.
Títulos como “Ojos verdes”, “El día que nací yo”, “Ay, Maricruz”, “La rosa y el viento”, “Rocío”, “Triniá”, “La farsa monea”… se vieron remozados con la completa puesta al día para este recital, pues Huertas ha reescrito todas las partes del piano. Además, ha compuesto un nuevo tema exclusivamente pianístico a base de unir dos tradicionales (“Tres morillas me enamoran” y “Yo me subí a un pino verde”) que él titula El rey Anaiv.
Ángel Ruiz, cantante, y el pianista Miguel HuertasPero no hay duda de que todos pendíamos de la voz de Ángel Ruiz, quien se encargó de bordar con su versatilidad interpretativa y su gracejo unos temas ya tan consagrados en los que equivocarse sería una catástrofe… para otros.
Porque Ángel Ruíz es, además de un gran cantante, una persona ilustrada que conoce a fondo lo que hace, por lo que sus explicaciones teóricas sobre la copla van parejas con su virtuosismo en la interpretación. La copla tiene su origen en tiempos de Alfonso XII hasta la Segunda República, cuenta Ángel Ruíz, si bien hunde sus raíces en nuestro siglo de Oro (coplas y coplillas circulaban ya entonces que a más de uno le costaron caras) donde fueron a buscarlas seguramente los artistas de la Generación del 27, enamorados de lo popular y a la vez exótico, por considerarlo digno de ser revitalizado; pero también –y por el camino- la copla se impregna de ese romanticismo decadente y hasta algo extraño, como emanado de los cuentos de Washington Irving o de las narraciones de Oscar Wilde.
Es en esa etapa alfonsina y republicana de la que habla Ángel Ruíz, donde descollaron figuras inigualables como Impero Argentina y, entre los compositores, los mundialmente conocidos maestros Quintero, León, Quiroga, Salazar y Perelló que se homenajean en este recital.
Ahora bien, la copla, al igual que tantas otras manifestaciones populares en nuestro país y en otros (piénsese en los lieder de Alemania, la canción francesa, el fado, el tango y cómo no, el flamenco), cuentan amores desgraciados que se producen y se dan con nocturnidad y alevosía, por lo que entronca en los temas con esas otras manifestaciones y en nuestro caso, con el flamenco (de ahí que este recital en Zarzuela rinda homenaje a Lorca y Falla, quienes en el año 1920-21 fundaron el Festival de flamenco de Granada), si bien, siempre según Ángel, el franquismo contribuyó a agudizar estereotipos como el de la mujer desgraciada y enamorada del hombre equivocado que la abandonó («Y sin embargo te quiero”). Un dramón, pero –sigue Ángel Ruíz- quítale a las canciones de Bertold Brecht lo que tienen de negrura (“nocturnidad y alevosía”) y a ver qué te queda.
Personalmente pienso que esto del masoquismo y la aceptación de papeles sumisos no viene del franquismo sino de más atrás, porque los versos que Desdémona canta poco antes de morir son de una belleza aterradora, sobre todo teniendo en cuenta que ella era la noble, superior en posición y en origen, si bien dice que los había aprendido de su nodriza.
Como decía Machado -¿pero cuál de los dos?-, o alguien tan sabio como él: «A todos nos han cantado/en una noche de juerga/ coplas que nos han matado.»
De manera explícita, el recital de Copla que escuchamos en el Ambigú del Teatro de la Zarzuela rinde homenaje a Carlos Cano, quien contribuyó enormemente, con su seriedad compositiva e interpretativa, a dotarle de dignidad. Por ello el remate apoteósico de la actuación de fue María la Portuguesa, culminada con una parte del público puesta ya en pie y aplaudiendo infatigable.