Podemos: expresión política de un proyecto de cambio en España

El creciente deterioro de la situación social y económica de millones de ciudadanos en España a raíz de las políticas del gobierno de Mariano Rajoy y la falta de referentes válidos para canalizar la protesta social, se hizo presente en las calles con las movilizaciones de organizaciones sociales como la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH); la «Marea Blanca» integrada por profesionales de la salud pública y usuarios que reclaman contra los recortes presupuestarios y los intentos privatizadores, o la «Marea Verde» de la Educación, la «Marea Roja», de investigadores y científicos, o Plataformas locales, como la que se opone en Canarias a la implantación de Plataformas Petrolíferas en sus costas, escribe Carlos Iaquinandi Castro (SERPAL) 

La resistencia

Durante meses, decenas de miles de personas han articulado una fuerte resistencia a los recortes presupuestarios, a las leyes que significan pérdidas de derechos laborales (reforma laboral), derechos sociales (modificaciones de la legislación sobre el aborto); derechos de jubilados y pensionados (pérdida de poder adquisitivo, copagos sanitarios, etc.). Decenas de conflictos por reestructuraciones de plantillas, despidos o reducción de salarios fueron llevados adelante básicamente por los propios afectados y sus comités de empresa, ante la pasividad de las principales dirigencias sindicales ( UGT y CCOO).

La mayoría absoluta que dispone en el Congreso el derechista Partido Popular, ha sido la herramienta para producir leyes regresivas, con el argumento de que son necesarias para afrontar la crisis producida por la especulación financiera y bancaria. Los partidos de oposición se han mostrado ineficaces para liderar ese rechazo social a las medidas del gobierno. Incluso en algunos casos han sido cómplices de medidas que incrementan la injusticia que sufren amplios sectores de la sociedad o agravan el desamparo de millones de personas que han perdido sus trabajos y el de cientos de miles de familias que han perdido sus viviendas en manos de los bancos, beneficiarios de leyes y normas que han tolerado la estafa hipotecaria.

El nacimiento de Podemos

La convocatoria electoral para renovar los diputados del Parlamento Europeo fue la circunstancia que determinó que un grupo de personas jóvenes, entre ellas Pablo Iglesias Turrión, profesor universitario, dieran forma en el primer mes del año a un nuevo movimiento ciudadano y el 11 de marzo lo inscribieran como partido político en el Ministerio del Interior. Sus orígenes están ligados a las grandes movilizaciones del 15M, esas expresiones masivas de protestas, rupturistas y asamblearias que cuestionaron los fundamentos mismos de las estructuras del actual sistema político español.

Pablo Iglesias nació el 17 de octubre de 1978. Es profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid, colaborador del Centro de Estudios Políticos y Sociales (asesor de gobiernos latinoamericanos, entre ellos Venezuela ); presentador y tertuliano en programas televisivos, y diputado electo en el Parlamento Europeo. Hasta los 21 años militó en las Juventudes Comunistas; participó en las movilizaciones del movimiento anti-globalización, donde defendió la desobediencia civil como medio de lucha. Su fórmula de juramento de la Constitución como europarlamentario español electo, fue: «sí prometo, hasta que los ciudadanos de mi país la cambien para recuperar la soberanía y los derechos sociales».

En una trayectoria fugaz, y apoyado básicamente en las redes sociales, Podemos definió su programa y sus adherentes pudieron elegir a los candidatos para presentar una lista a las elecciones europeas celebradas a fines de mayo. Todas las encuestas previas con respecto a la votación que recogería Podemos fracasaron en sus cálculos. Las principales consultoras dudaban en otorgarle un diputado, lo que ya hubiera representado un buen debut para la novísima opción. Contra todo pronóstico, Podemos obtuvo cinco de los 54 escaños que elegía España, y rozó el 8 por ciento del total de votos que le convirtieron en la cuarta formación más votada, con 1.250.000 votos.

Esos resultados provocaron una convulsión en los partidos políticos tradicionales: en el caso del derechista PP y del socialdemócrata PSOE, esa inquietud por la irrupción de Podemos se agravó por la pérdida de millones de votos propios con respecto a elecciones anteriores. En la Izquierda Plural (donde conviven el viejo Partido Comunista y otras corrientes), porque aunque obtuvo un avance significativo, comprobó que no lograba convertirse en el referente de las emergentes propuestas de cambios profundos. Ahora -quizás muy tarde- han advertido la necesidad de cambios en la estructura partidaria. Y mencionan la urgencia de «apertura», «transparencia» o «democracia interna», cosas que desde hace muchos años les reclamaban sus propios votantes y simpatizantes. Algo similar ocurre en la socialdemocracia, que a pesar de los castigos electorales y sus menguantes adhesiones, navegaron durante mucho tiempo por el Mar del Descalabro, confiados en que el simple transcurrir del tiempo les permitiría llegar a puerto confortable. Pero finalmente el PSOE se ha visto obligado a renovar su conducción partidaria e intentar cambios que parezcan creíbles.

No parece -sin embargo – que las elecciones abiertas para los afiliados, con candidatos demasiado condicionados por los apoyos de los «aparatos» partidarios, puedan representar una oferta realmente atractiva, al menos para muchos que se siguen considerando verdaderamente «socialistas» y exigen definiciones más claras y coherentes. El tiempo lo dirá.

Podemos gana espacio público

Los medios de comunicación centraron sus focos en Pablo Iglesias, líder de Podemos y cabeza de la lista que obtuvo cinco parlamentarios europeos. En muchos casos, las invitaciones fueron escenarios preparados para que periodistas o políticos gubernamentales trataran de «demonizar» al personaje o al movimiento que lidera. Finalmente, al advertir que en muchos casos la habilidad dialéctica y personal del entrevistado revertía la intención de los dueños de los medios, los espacios se fueron cerrando. En general optaron por referirse a Podemos como «fenómeno electoral», o en el caso de algunos periodistas o políticos utilizar los calificativos de «radicales», «bolivarianos», «castristas», «antisistema» o incluso «pro-etarras» para etiquetar a sus militantes. En definitiva, nada muy diferente a lo que hacen las oligarquías latinoamericanas y las castas que consideran su acceso al poder como un «derecho hereditario», cuando se refieren a los diversos movimientos populares.

A pesar de su fulgurante trayectoria en las elecciones al parlamento europeo, Podemos es todavía un movimiento «en construcción». Es un fenómeno político atípico, que rompe con todas las previsiones: obtiene una excelente votación en unos comicios importantes, casi antes de nacer. Ahora es cuando se inicia una fase de articulación en todo el estado, partiendo de unas lineas programáticas generales y depositando en sus bases militantes las definiciones por municipio, por regiones, por comunidades.

Será una etapa crucial y delicada. Muchas «escopetas» -en sentido figurado- apuntan a Podemos como algo incómodo, imprevisible, a veces incatalogable. O sea, sensaciones que resultan insoportables para quienes sostienen el «statu-quo» y al sistema imperante con todas sus imperfecciones, corrupción y políticas antipopulares.

También habrá acechanzas desde sectores políticos que se sienten desplazados por un «intruso» que habla claro y sin complejos y llama a las cosas por su nombre, algo que no es habitual. En la política cotidiana muchas de las «broncas» suelen ser retóricas, pautadas y hasta pactadas. En lo fundamental -la pervivencia del sistema, reparto de cargos, prebendas, dietas, pensiones blindadas, etc.- los acuerdos han alcanzado un amplio arco de partidos políticos. Una posible alternativa con voz y fuerza para desbaratar ese «compinchaje» de muchos años pone nerviosos a políticos, funcionarios y beneficiarios del sistema.

Volviendo a la «construcción» del nuevo movimiento político español, otra de las amenazas de las que tendrá que preservarse, son los oportunismos de quienes suelen «apostar a ganador», y tratarán de sumarse para tratar de sacar provecho. O simplemente para entorpecer o frustrar los intentos de los ciudadanos por organizarse al margen de los cauces «tradicionales» existentes. Demasiados depredadores sueltos como para no estar atentos en las etapas organizativas. Pero eso no tiene que afectar la voluntad y el empuje, ni mermar la voluntad de construir desde abajo, desde las bases, con participación, transparencia y democracia. Lo que no debe hacerse ya está sobradamente puesto en evidencia en el funcionamiento de la política habitual y de los partidos tradicionales.

Podemos entró en el Parlamento Europeo

A comienzos de mes, los cinco diputados de Podemos viajaron a Estrasburgo para asumir sus cargos. Días antes el Grupo de la Izquierda Unitaria Europea que inicialmente había propuesto a Alexis Tsipras de la formación griega Syriza para presidir el Parlamento Europeo, ofreció esa candidatura al español Pablo Iglesias reconociendo y potenciando el fuerte surgimiento de Podemos y su previsible incidencia en otros países del sur de Europa.

En esta sesión de apertura del nuevo ciclo, fue reelecto presidente Martín Schulz, producto del acuerdo entre conservadores, socialdemócratas y liberales, por el cual también votarán en conjunto el próximo 16 de julio al exprimer ministro luxemburgués Jean-Claude Juncker (candidato de los «populares» y de Merkel ) como presidente de la Comisión. Los tres bloques suman 479 escaños, el 64% del total. Esta «convergencia» estaba prevista, porque más allá de las aparentes «diferencias», los integrantes de este conglomerado político coinciden en las principales líneas que la «troika» lleva adelante en materia económica, política y social.

En su primera intervención en el Parlamento Europeo, el representante de Podemos lo hizo como candidato a presidente de dicho organismo con un breve mensaje que tenía límite de tiempo para su lectura. Allí reivindicó «la memoria europea del antifacismo y la de todos los pueblos amantes de la libertad y la democracia.» Hizo un repaso de la historia europea, recordando que «el sueño de Europa ha sido sepultado muchas veces, pero siempre consigue despertar de nuevo».

Recogía la parte fundamental del mensaje que dejó a fines del 2010 el viejo luchador francés Stéphane Hessel en «¡Indignaos!» , su alegato contra la indiferencia y a favor de la insurrección pacífica en los países europeos.

Texto de la intervención de Pablo Iglesias en el Parlamento Europeo.

Pablo-Iglesias-PE-discurso-presidencia Podemos: expresión política de un proyecto de cambio en España

Hay otro camino, hay alternativa a las políticas de empobrecimiento y al secuestro de la soberanía

«Es un honor dirigirme a ustedes para presentar mi candidatura a la presidencia de esta cámara. Este parlamento está llamado a representar la soberanía de Europa y debemos, señorías, estar a la altura de lo que ello significa hoy.

El sueño de Europa ha sido sepultado muchas veces pero siempre consiguió despertar de nuevo. Así sucedió hace casi 70 años: Europa volvió a despertar en la resistencia de sus pueblos contra el fascismo, en los supervivientes de los campos de exterminio, en quienes dieron su vida por la justicia y la libertad.

Millares de compatriotas míos, que habían luchado defendiendo la democracia en España, participaron en esa lucha y en ese sueño de justicia.

No se imaginan el orgullo que me produce como español que los primeros tanques que entraron a liberar París fueran guiados por combatientes españoles.

Hoy, cuando la intolerancia y la xenofobia vuelven a amenazarnos, quiero reivindicar la memoria europea del antifascismo y la de todos los pueblos amantes de la libertad y la democracia.

Señorías, lo mejor de nuestro continente y de nuestra historia común se forjó en las revoluciones que hicieron al pueblo sujeto de derechos, por encima de reyes, de dioses, de nobles y de grandes propietarios.

El mejor patrimonio de Europa es la voluntad de sus ciudadanos de ser libres y no ser siervos de nadie.

No ser siervos de nadie, señorías, eso es la democracia.

Por eso hoy debo decirles que los pueblos a los que debemos las libertades y los derechos sociales no lucharon por una Europa en la que sus gentes vivan en el miedo a la pobreza, a la exclusión, al desempleo o al desamparo frente a la enfermedad.

La expropiación de la soberanía y el sometimiento al gobierno de las élites financieras, amenazan el presente y el futuro de Europa, amenazan nuestra dignidad, amenazan la igualdad, la libertad y la fraternidad, amenazan nuestra vida en común. La creación de nuevas instancias supranacionales no tiene que pagarse al precio de incapacitar a la ciudadanía. Nuestros pueblos no son menores de edad, ni colonias de ningún fondo de inversiones, no conquistaron y defendieron su libertad para entregársela a una oligarquía financiera.

No son términos abstractos, señorías, todos ustedes conocen bien el problema.

Es escandalosa la facilidad con que se mueven aquí los lobbies al servicio de grandes corporaciones así como las puertas giratorias que convierten a los representantes de la ciudadanía en millonarios a sueldo de grandes empresas.

Hay que decirlo alto y claro: esta manera de funcionar hurta la soberanía de los pueblos, atenta contra la democracia y convierte a los representantes políticos en casta.

Señorías, la democracia en Europa ha sido víctima de una deriva autoritaria.

En la periferia europea la situación es trágica: nuestros países se han convertido casi en protectorados, en nuevas colonias, donde poderes que nadie ha elegido están destruyendo los derechos sociales y amenazando la cohesión social y política de nuestras sociedades.

De América Latina aprendimos que la deuda externa está diseñada para ser impagable, y que los países que más han crecido lo hicieron con una quita sustancial y una auditoría pública de su deuda.

Todos conocen en esta cámara la deuda perdonada hace no tanto tiempo a Alemania.

No es sólo una cuestión de justicia, tiene que ver con la integración europea y con la democracia: la deuda es hoy un mecanismo de mando y saqueo de los pueblos del sur. Eso es lo que está sucediendo en esos países que, con marcado racismo, algunos denominan PIGS.

Pero supongo que son ustedes conscientes de que no hay Europa sin sus pueblos del Sur, como no la hay sin sus pueblos del Este, sometidos también a duras condiciones de la Troika, cuyo rumbo amenaza con destruir el proyecto europeo dejando un rastro de miseria, pobreza y violencia.

Pero hay otro camino.

Hay alternativa a las políticas de empobrecimiento y al secuestro de la soberanía.

Este Parlamento, en esta hora crítica para Europa, debe estar a la altura, debe demostrar sensibilidad y convertirse en el epicentro de una sacudida democrática en la Unión Europea, una sacudida que frene la deriva autoritaria de la Troika.

Este Parlamento debe expresar la legitimidad democrática de origen que a todos nos reúne, la voz de los ciudadanos, y no los arreglos entre élites.

El Parlamento Europeo no puede ser un premio de consolación, ni una jubilación dorada.

Señorías, Hoy yo no me dirijo a una cámara de cinco, seis o siete grupos parlamentarios.

Tampoco me dirijo a las maquinarias de partido.

Me dirijo a ustedes, señoras y señores eurodiputados, porque ustedes tienen un contrato de responsabilidad política firmado con sus pueblos.

Me dirijo a los demócratas y a sus conciencias.

Nuestra primera fidelidad, a la que todas las demás deben supeditarse, es con los ciudadanos que nos han elegido.

Ellos no están en los pasillos de este edificio, ni en los hoteles que rodean esta cámara.

Pero recuerden: ellos son los soberanos y tarde o temprano pedirán cuentas de lo que se ha hecho en su nombre.

Me dirijo también y muy especialmente a mis colegas eurodiputados de los países del sur de Europa.

Ustedes han visto las consecuencias reales que tienen las políticas impuestas por la Troika.

Ustedes saben que las políticas de austeridad han fracasado: nuestros países son hoy más pobres, con economías destruidas, con sociedades heridas de injusticia e instituciones cuarteadas por la corrupción y el descrédito.

Ustedes saben que es hora de ayudar a nuestros países a ponerse de nuevo en pie.

Les pido que al menos hoy voten como griegos, como irlandeses, como portugueses, como italianos, como checos, como polacos, como rumanos, como españoles.

No sólo para que puedan mirar a la cara a su gente cuando vuelvan a casa, sino porque así estarán defendiendo Europa.

Les pido su voto consciente de que muchos de ustedes no comparten este secuestro de la democracia, sabiendo que muchos de ustedes están sinceramente comprometidos con el bienestar de sus pueblos.

Les pido el voto para frenar a la gran coalición que impone la austeridad y el totalitarismo financiero.

Quiero dirigir mis últimas palabras a la ciudadanía y a los pueblos de Europa que han salido a la calle en estos años para defender justicia social y la democracia.

A los millones que habéis dicho basta en las plazas europeas, quiero deciros que sois el orgullo, el corazón democrático de Europa.

Mantened alta la bandera de la dignidad. Los pueblos de Europa hemos pasado por peores situaciones y nos hemos sacudido a los déspotas.

No sé si hoy podremos arrebatarle la presidencia de este parlamento a la gran coalición pero si nos seguís empujando os aseguro que venceremos.

El mañana es nuestro»

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