Ruth Buendía Mestoquiari: corazón de guerrera

El pueblo Asháninka ocupa gran parte del territorio amazónico entre Perú y Brasil desde mucho antes del surgimiento del imperio inca.

Orgulloso de su cultura y motivado por un profundo sentido de libertad luchó a través de los siglos, primero contra la colonización española y después contra la peruana, ya que ambas pretendían desforestar sus selvas para vender la madera. En 2008 consiguiò que el gobierno de Perú reconociera la lengua Asháninka como oficial y de enseñanza obligatoria en las escuelas de la provincia de Ayacucho.

Sin embargo, Perú y Brasil firmaron en 2010, y sin el consentimiento de los pobladores originales, un acuerdo bilateral para instalar dos centrales hidroeléctricas y una exploración petrolera en la Amazonia, lo que significaba inundar más de 9 mil hectáreas y desplazar de sus territorios a unos 24.000 indígenas Asháninkas.

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Ruth Buendía, líder asháninka

Un año más tarde, tanto los planes de construcción de las hidroeléctricas como el de la exploración estaban detenidos, gracias a la decidida oposición del pueblo autóctono liderado por Ruth Buendía Mestoquiari, quien por su brillante acción recibió en abril del 2014 el Premio Goldman.

Éste máximo galardón medioambiental premia cada año con 175.000 dólares a aquellas personas que luchan en condiciones totalmente adversas para preservar el equilibrio de los ecosistemas.

Ese mismo año Ruth también recibió el XXIII Premio Bartolomé de las Casas, una distinción internacional otorgada por la Casa de América como reconocimiento a su trabajo por los pueblos nativos.

Dotado con 50.000 euros, este premio iberoamericano lleva el nombre del fraile dominico y cronista español que durante el siglo XVI defendió con ardor y humanidad los derechos de los indios.

Una frágil mujer había logrado esa gran hazaña: contener las mayores amenazas que pesaban sobre el territorio de la Reserva Comunal Asháninka, un área de 184.000 hectáreas supuestamente protegida por el Estado, ese mismo Estado que había autorizado las concesiones.

Su mensaje, expresado cuando recibió los premios, ha calado hondo en las conciencias de quienes la escuchaban: “La selva es la casa común de todo, es un territorio íntegro. Cuando se juega con la vida de los pueblos autóctonos, se juega con la vida de toda la biodiversidad…”

Ruth, de tan sólo 36 años, se convirtió entonces en uno de los seis héroes del medio ambiente a nivel global. Toda la prensa internacional se interesó por ella. Esta bella mujer indígena, que suele acudir a las entrevistas televisivas vestida con la túnica de su tribu y maquillada con achiote, contó su historia, un largo camino de coraje y tenacidad, así como de dignidad y amor a la justicia.

Desde los 12 años vivió todo el horror desatado por Sendero Luminoso. En los años 90 estos terroristas se adueñaron de la región amazónica y Ruth vio como los suyos sufrieron esclavitud, violencia sexual y desplazamiento forzado.

Los Asháninkas murieron a miles, entre ellos y asesinado por la espalda, el propio padre de Ruth, a quienes los suyos confundieron con un terrorista.

La ahora presidenta de la Central Ashaninka del Río Ene (CARE) y estudiante de Derecho recuerda así aquellos tiempos: “Lo más duro que he visto en mi vida ha sido la muerte de niños inocentes para doblegar a sus padres. Uno fue sumergido en agua hirviendo hasta que murió…”

La madre de Ruth consiguió huir con sus hijos y colocó a la niña como sirvienta en casa de una familia. Desde entonces Ruth se dedicó a estudiar en sus ratos libres.Y, ya casada y madre de cinco hijos, fue elegida democráticamente como dirigente de su pueblo por una asamblea de hombres y mujeres.

“Algunos hombres pensaban que las mujeres somos incompetentes para estas cosas. Afortunadamente, tengo corazón de guerrera y se los he demostrado.” Ruth puntualiza que los asháninkas no se oponen a las inversiones: “No nos opondremos siempre que se respeten el territorio, la cultura y las decisiones propias de las comunidades nativas. Siempre que haya consulta previa, información y atención del Estado en lo que respecta a la calidad en la educación, la salud y la justicia”, aseguró en una entrevista concedida a The Associated Press.

Preocupada por erradicar la tuberculosis y el analfabetismo de su gente, Ruth se esfuerza en estos momentos por conseguir que el gobierno peruano se implique más en el control de los territorios amazónicos, hasta ahora tierra libre para los narcotraficantes, forajidos y terroristas: “los militares dicen que la policía es la que debe ocuparse de los narcotraficantes. Pero la policía nunca llega…”

Sin embargo, mira con optimismo al futuro…

La asociación Kemito Ene, formada por labriegos Asháninkas productores de cacao, podría convertirse en el futuro (con apoyo de la CARE) en la primera cooperativa formada por miembros de esa etnia.

Las huellas milenarias de la cultura Asháninka hablan del hondo amor a la naturaleza que la anima desde los tiempos más remotos.

Como los petroglifos de origen amazónico que se encuentran cerca del río Tambo, uno de ellos el Totem del Tambo, un gran petroglifo con cara de mono.

Y también las palabras del relato con que describe su cosmovisión: «nosotros creemos que el dios Sol vivo estaba siempre arriba, antes de que fuera este mundo. Como tiene poder, desprendió una partícula de su corona que se asentó en las densas tinieblas y poco a poco formó este mundo. De ahí crecieron las plantas y todas las cosas que hemos visto. De ahí salimos nosotros, los Asháninkas… «

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