Zenobia Camprubí: ‘Diario de juventud. Escritos. Traducciones’

Zenobia Camprubí, su personalidad radiante y valerosa, sale a la luz al editarse su ‘Diario de juventud. Escritos. Traducciones’ por la editorial José Manuel Lara en colaboración con la Junta de Andalucía. Esta obra se suma a los tres diarios de la correspondencia de Camprubí, a sus textos «Juan Ramón y yo» (1954) y a las traducciones que hizo de Rabindranath Tagore.

Zenobia-Camprubi-diario-de-juventud Zenobia Camprubí: 'Diario de juventud. Escritos. Traducciones'La edición corre a cargo de la investigadora Emilia Cortés Ibáñez, quien durante los 15 años que ha durado la investigación, ha contado en todo momento con el apoyo de los herederos de Juan Ramón Jiménez personalizados en Carmen Hernández-Pinzón (sobrina nieta y representante de los herederos de JRJ y Camprubí que ya ayudó a la publicación de los anteriores diarios de Zenobia y de Margot).

Todo el material del presente volumen pertenece a la Sala Zenobia-Juan Ramón Jiménez de la Universidad de Puerto Rico. Recinto Río Piedras. Son textos, por tanto, hasta ahora inéditos que revelan la personalidad independiente, el juicio claro y la voluntad de hierro de la poeta y traductora española (Malgrat de Mar, 1887) Zenobia Camprubí.

La obra llegó en octubre a las librerías, ampliando su contexto con la exposición Zenobia Camprubí en primera persona, que se puede ver en el Museo de la Autonomía de Andalucía (Coria, Sevilla).

Su nombre completo es Zenobia Camprubí Aymar y fue la esposa de Juan Ramón Jiménez y así es conocida por todos nosotros, la inseparable de su sombra, aunque en realidad fue la luz y guía del poeta de Moguer hacia el Nóbel. Sólo ella supo ver cualidades y genio creador donde otros sólo veían extravagancia y locura.

Como muestra de esta inteligencia, donosura y claridad expositiva, se encuentra uno leyendo estos Diarios con un par de fragmentos antológicos de la misma:

El primero narra cómo Zenobia abandonó las obras de caridad a las que se dedicaba en Madrid y las cambió por la higiene femenina, algo mucho más necesario y útil. Esto lo dicta en una conferencia pronunciada ya en Puerto Rico en 1936, a donde había llegado con JRJ, pero referido a los años previos a la Guerra Civil. Lo copio porque no tiene desperdicio:

«Después de trabajar algún tiempo con asociaciones caritativas, llegué a convencerme de que en Madrid, debido a la falta de coordinación o centralización, había llegado a formarse u grandísimo elemento parasitario que conseguía vivir gratuitamente con mucho menor esfuerzo que una familia normal trabajadora. El pobre profesional (así escrito, sin cursivas ni comillas) conseguía que le pagaran la casa, las medicinas, los alimentos, las ropas, etc. y a veces hasta negociaba con los objetos suministrados… y me fui dedicando a mejorar la higiene general que estaba muy necesitada de esta mejora.»
(La mujer española. Puerto Rico 1936)

El segundo fragmento se refiere a las consideraciones personales sobre su boda tardía (a los 27 años ya se era por aquel entonces -y mucho tiempo después- una solterona sin expectativas:)

«Como no me casé hasta los 27 años, había tenido tiempo suficiente para averiguar que los frutos de mis veleidades literarias no garantizaban ninguna vocación seria. Al casarme con quien desde los catorce había encontrado la rica vena de su tesoro individual , me di cuenta en el acto de que el verdadero motivo de mi vida había de ser dedicarme a facilitar lo que era ya un hecho y no volví a perder el tiempo en fomentar espejismos»
(Camprubí y Jiménez, 1971: 6-7).

Pero la prueba mayor de su independencia esté tal vez en mantener su apellido de soltera y nunca adoptar el del marido, tal como era lo corriente en la época y más aún en el mundo anglosajón en el que ella se educó. Era una mujer libre, una de las primeras mujeres en conducir un coche y una sufragista convencida y militante; un espíritu empresarial y emprendedor cuya principal empresa fue facilitarle la vida a JRJ y llevarlo al Nóbel.

Por lo que a mí se refiere, el toque de alerta me lo dio Ernestina de Champourcín, poeta muerta en 1999 y una de las pocas mujeres de la generación del 27, quien poco antes de morir se enfrentó en una entrevista radiofónica a una famosa periodista -cuyo nombre no viene a cuento- que le hizo saltar de rabia cuando se refirió a Zenobia como «mujer esclava, sometida», etc: «Eso es mentira, eso mentira -exclamó Ernestina fuera de sí-. Yo los traté mucho en el exilio, los conocí muy bien y todo eso es una mentira que han inventado las feministas o quien sea. Yo he vivido con ellos y se querían muchísimo, muchísimo. Eran inseparables, sí, porque se querían.»

Su declaración de principios antes de su boda con el futuro Nóbel no tiene parangón y no deja lugar a ninguna duda: «Yo quiero ser quien calme tus inquietudes…» empieza una exposición de motivos tan amorosa como racional, pensada y equilibrada. Y fue su inteligencia tanto como su amor quien la llevó a esta decisión al constatar la valía de JRJ como poeta, como si a la vista de lo que él hacía, ella pensara de su propia escritura: ¿pero quién me manda a mí estar perdiendo el tiempo en tonterías cuando tengo aquí un diamante que necesita de mí para realizarse? Y fue así como, paso a paso, ella siguió guiando su carrera, facilitándole la vida para que él pudiera dedicarse a escribir y sólo a escribir, hasta llevarle al triunfo final del Nóbel, recibido pocos días antes de su muerte. Él le consultaba todo a ella, le sometía hasta el mínimo adjetivo para que ella decidiera cuál convenía, cuál color, cuál tiempo de verbo…

Pero hay mucho más en estos Diarios. Como muestra de su capacidad de síntesis y de su visión clara de lo que le rodeaba, en tan sólo tres páginas (291-294) da unas «Notas sobre España» que resumen toda nuestra historia desde Altamira a la Guerra Civil y que sirven tanto para niños como para adultos. Y se alegra, entre tantos avatares, de encontrar una cosa que nos une a todos: el orgullo por nuestro patrimonio cultural: «No hay español, cualquiera que sea su creencia política, que no reconozca este vínculo y que no esté orgulloso de su patrimonio cultural.» Y esto se ve, según ella, tanto en la preservación de Altamira como en la de las pinturas del Museo del Prado durante la Guerra Civil.

Su voz la apagó un cáncer el 28 de octubre de 1956, tres días después de ver cumplida su misión con la concesión del Nobel a JRJ. Siempre supo quién era ella y lo que deseaba para los dos. Y se la acaba queriendo como se merece, yo la he llegado a querer mucho más que antes leyendo sus Diarios de juventud.

Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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