La comuna es la última película del director danés Thomas Vinterberg (La caza, 2012; Celebración, 1998), protagonizada por Ulrich Thomsen (En un mundo mejor) y Trine Dyrholm (Amor es todo lo que necesitas), quien obtuvo el Oso de Plata a Mejor Actriz en el Festival de Berlín 2016 y que recientemente ha sido nominada a Mejor Actriz Europea en los Premios EFA.
La comuna, cartelInspirada en los años 70 y ambientada en Dinamarca, La comuna plantea las luces y sombras de esa utopía que en su tiempo supuso el querer irse a vivir todos juntos compartiendo un mismo pensamiento en lo material y lo espiritual, un mismo estilo de vida fuera cual fuese su profesión, poniéndolo todo en común de manera que, una vez aceptado un miembro (para lo cual había que pasar un riguroso examen: «el alquiler es caro»), sus peculiaridades se integraban y eran ampliamente aceptadas por el resto de los miembros.
Esto plantea, naturalmente, muchas discusiones, muchas puestas en común por cuentas que no salen, mucho limar asperezas y muchas lágrimas, pero como utopía era fabulosa: ver a familias diversas sentadas a la gran mesa disfrutando de una buena comida como si siempre fuera Navidad, o verlos a todos correr por el campo y arrojarse desnudos al agua desde el muelle, la alegría con la que vuelve cada uno al final del día a su hogar como el hogar común que es, deseando reencontrarse y seguir compartiendo para reponerse allí dentro de las durezas de la vida…
Pero como los humanos no somos perfectos, la utopía acaba mostrando sus agujeros, algunos muy difíciles de obturar.
Resalta la película esa necesidad de amor y más todavía del tocarse unos a otros, para crecer como ser humano y como persona. Debía de haber estudios concienzudos al respecto, pero el que a uno lo abracen es básico para crecer como niño y para no venirse abajo como adulto, lo ejemplifica La comuna con dos casos en que nítidamente la falta del afecto esperado supone la muerte: la mujer que es abandonada por su marido en su lecho, lecho que de repente se convierte en catafalco al oírlo retozando con otra, y el niño enfermo y soñador que ve cómo su amor platónico ya tiene novio, su horizonte se ha cerrado.
Éste debía ser el origen de las comunas, el que nadie se sintiera solo ante los avatares de la vida, el que todos vivieran con todos y pudieran tocar a quien quisieran. Lo malo es que allí dentro se dan las mismas exclusividades que fuera y que allí como acá, como dijo Anaximandro o Tales de Mileto, la naturaleza me enseña que hay cuerpos que me atraen y otros que me repelen.
Por lo demás, La comuna es una película que rebosa sensualidad en el día a día y en la que el sexo se muestra en toda su belleza de manera explícita (si bien en absoluto compartida). Los que allí se enamoran son tan exclusivistas como los de fuera y no aceptan intromisiones, por más que se quieran todos mucho.
Una película que, a la vista del desenlace, hace exclamar “qué pena que, en una institución tan libre, no se pueda amar a más de uno o una a la vez, ni siquiera por compasión”. Que así se evitarían muchas lágrimas, depresiones y muertes por abandono. Algunos lo pasan muy mal.