Se publica una nueva biografía del intelectual inglés más importante de su tiempo
Si hay un personaje sobre el que vale la pena proyectar una mirada intensa y minuciosa, tanto por su personalidad desbordante como por su obra literaria y ensayística, ese es Samuel Johnson (1709-1784), considerado como el intelectual inglés más importante del siglo XVIII.
Dramaturgo, poeta, novelista, crítico literario, fue autor, entre otras obras, del primer “Diccionario histórico de la Lengua Inglesa” y del mejor prólogo a los ocho volúmenes de las Obras Completas de Shakespeare.
Así lo entendió James Boswell, quien le dedicó en 1791 una extensa biografía de 2000 páginas, “Vida de Samuel Johnson”, publicada en España por Acantilado y por Espasa Calpe, considerada como la primera biografía moderna, una obra que con el tiempo se ha convertido en un hito en la historia de la literatura y en un modelo para historiadores y biógrafos. Ahora, con el mismo título que la de Boswell, Gatopardo Ediciones publica la que en 1961 le dedicó a Samuel Johnson el italiano Giorgio Manganelli.
La forja de un literato
Johnson abandonó en 1737 su pueblo natal de Lichfield y la librería de su padre para buscar la gloria en un Londres donde el triunfo había que conquistarlo a fuerza de mucho trabajo y grandes sacrificios.
Manganelli comienza su biografía sobre Samuel Johnson en ese momento en el que el escritor, de 28 años, salió de Lichfield en compañía de su amigo David Garrick. Ambos perseguían la fama y el triunfo, uno en la literatura y el otro en el teatro. Ambos lograron sus cometidos, Johnson como escritor de éxito y Garrick en los escenarios, donde llegó a ser el actor inglés más popular y el mejor intérprete de Shakespeare.
En 1737 los dos amigos se encontraron con un Londres superpoblado donde la miseria y la suciedad invadían todos los espacios y donde la delincuencia campaba a sus anchas en unas calles en las que abundaban las peleas, las pendencias y los linchamientos mientras la viruela, la disentería y el tifus diezmaban cíclicamente a una población empobrecida. Había también un comercio floreciente, pero generaba una riqueza mal repartida.
Para Johnson era, sin embargo, una ciudad ideal porque le proporcionaba la oportunidad de conocer los mejores linajes y las casas más ilustres al tiempo que la ocasión de confraternizar con los pobres y escuchar los lamentos de los desposeídos. Él conocía bien la pobreza porque la había padecido durante los primeros meses de su estancia en Londres, lo que le hizo mantener durante toda su vida una férrea solidaridad con los más desfavorecidos. Londres, además, le daba la libertad que no existía en ningún otro sitio de Inglaterra y le ofrecía las compañías con las que le gustaba compartir su vida: hombres y mujeres de cualquier condición social y moral, desde prostitutas y libertinos hasta intelectuales y hombres poderosos con los que se encontraba en cafés y tabernas.
Para sus relaciones con el mundo de la cultura prefería los cómodos salones del Literary Club o la tertulia que reunía una vez por semana en la taberna Turk’s Head a gentes como el escritor Oliver Goldsmith, el filósofo Edmund Burke, el historiador Edward Gibbon, el pintor Joshua Reynolds y a sus amigos Boswell y Garrick. En un Londres inmerso en el ambiente que Charles Dickens recrearía más tarde en sus novelas, a Johnson se le puede considerar como el primer héroe de la cultura de masas.
Admirado por gentes de toda condición, su figura y su obra divertían y generaban admiración al mismo tiempo que sobre su figura se inventaban espectaculares leyendas apócrifas que se mezclaban con episodios de su vida real. Carlyle lo entronizó en su “Tratado sobre los héroes” como ejemplo de literato por antonomasia. Harold Bloom mantiene que Johnson es a Inglaterra lo que Goethe a Alemania y Montaigne a Francia. En su época Johnson estaba considerado como el hombre que más libros había leído de toda la Gran Bretaña.
Un personaje atrabiliario
Samuel Johnson era persona de mal asiento. Residió en veinte sitios diferentes durante los 50 años de su vida en Londres, casi siempre en casas de amigos y conocidos, incluso con su mujer. Escribió obras que fueron leídas en todo el continente europeo: la serie de críticas literarias “Vida de los poetas”, el drama “Irene”, la novela “La historia de Roselas, príncipe de Abisinia”, además de infinidad de artículos para “The Rambler”. De aspecto corpulento y poco agraciado físicamente, caótico y desordenado, excéntrico, misógino, contradictorio y maniático, siempre mal vestido, se rodeaba de una variopinta caterva de amigos, entre ellos el estrafalario poeta Richard Savage, de quien escribió una espléndida biografía.
Algunos de sus mejores amigos fueron los escritores Derrick y Floyd, dos talentos fracasados que vivían prácticamente en la calle. También Tophan Beauclerk, un libertino de quien Johnson dijo en cierta ocasión que era “un cuerpo todo vicios y un alma toda virtudes”. Y sobre todo James Boswell, quien estuvo a su lado desde que se conocieron el 16 de mayo de 1763 en la trastienda de una librería que regentaba en Covent Garden el actor Thomas Davies (Johnson tenía entonces 53 años y Boswell 22) y que siguió minuciosamente sus correrías, lo acompañó a tertulias y reuniones con los personajes más variopintos, frecuentó con él tabernas y tugurios y vivió a su lado sus éxitos y sus fracasos. Dice Giorgio Manganelli en esta biografía que si Boswell no hubiera transcrito sus diálogos y reconstruido su vida prácticamente día a día desde que se conocieron, la imagen de Samuel Johnson no sería la misma que hoy tienen de él todos quienes le admiraron y le admiran.
Destaca también Manganelli los frecuentes accesos de tristeza y de melancolía que sufría Johnson, la angustia que invadía su alma ante el temor infinito no tanto a la muerte como al castigo divino a la eternidad del infierno. La muerte le producía una fascinación a la vez horrorizada e iluminadora hasta el punto de considerar la vida como un intento permanente de evitar pensar en ella. Murió el 13 de diciembre de 1784 a los 75 años en ese Londres al que tanto amó y que tanto le debe.