Un estudio del grupo de Cognición y Plasticidad Cerebral del Instituto de Neurociencias de la Universidad de Barcelona (UB) y del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (UB-IDIBELL) que ha sido publicado en el Journal of Neurscience muestra que la conectividad de la sustancia blanca es clave para entender por qué nos gusta la música o no.
En el trabajo han participado el investigador Josep Marco Pallarés, Antoni Rodríguez Fornells, Noelia Martínez Molina, Ernest Mas Herrero y Robert Zatorre. Escuchar música se considera una actividad gratificante para todo el mundo si bien la variabilidad individual al respecto es importante. Para muchas personas es inaudito vivir sin escuchar música mientras que para otras, no justifican el placer de escucharla.
Esta condición que no es muy habitual pero existe, se llama anhedonia musical específica y determina las diferencias individuales en cuanto a recompensa musical y esta siempre está relacionada con la conectividad funcional.
A su vez, la conectividad funcional que no es otra cosa que los patrones de activación neuronal de las distintas regiones cerebrales, entre la corteza supratemporal y el estriado central (procesamiento de recompensa) conocido por sensibilidad musical en general.
Existe una relación entre los haces de sustancia blanca que conectan el área de percepción musical y la actividad del sistema de recompensa.
Estos resultados resaltan la necesidad de ampliar el foco de estudio para entender el funcionamiento del sistema de recompensa del cerebro. “No podemos limitarnos a estudiar solo la red de recompensa, sino que necesitamos conocer cómo acceden los diferentes estímulos a ese sistema de recompensa. Ello podría ser clave para entender por qué hay anhedonias específicas respecto a un determinado estímulo como la música, pero no respecto al resto de estímulos, como el juego o los alimentos, lo que podría tener aplicaciones en la comprensión de ciertas patologías relacionadas con adicciones específicas o anhedonias específicas hacia un cierto estímulo”, ha afirmado Pallarés, uno de los investigadores.