El Consejo de Seguridad de la ONU ha aprobado desplegar durante un año (prorrogable) una fuerza multinacional de asistencia a la policía de Haití. Ese apoyo operativo pretende contribuir a la lucha contra las bandas criminales y el narcotráfico. El lunes pasado, en la votación del Consejo, hubo 13 votos a favor y dos abstenciones (China y Rusia). No hubo votos en contra, lo cual es notable en los tiempos de guerra fría que vivimos.
El primer ministro haitiano, Ariel Henry, y el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, han venido reclamando esa decisión desde hace meses.
Según el diario Le Monde https://www.lemonde.fr/afrique/article/2023/10/02/le-kenya-prend-la-tete-de-la-future-force-en-haiti-a-la-demande-des-etats-unis_6192062_3212.html «dicha fuerza multinacional estará formada esencialmente por policías, pero también contará con militares y será liderada por Kenia». El presidente keniata, William Ruto, ha expresado el deber de solidaridad de su país «hacia todas las personas afrodescendientes de todo el mundo». Una misión de Kenia ya ha visitado Haití y ha avanzado algunos preparativos. En Nairobi, un millar de policías –que utiliza oficialmente el inglés a diario– sigue ahora cursos intensivos de francés para actuar en Haití, donde el idioma criollo haitiano (créole haïtien) y el francés son las lenguas oficiales y de la calle.
Los Estados Unidos han prometido una contribución especial para financiar la operación de la ONU, mientras pequeños países del Caribe como Jamaica, las Bahamas y Barbados dicen estar dispuestos a enviar algunos policías.
En Haití, las bandas de delincuentes han ido extendiendo aún más que en el pasado –si eso puede ser posible– su presencia y su influencia criminal desde la capital, Port-au-Prince (un millón cien mil habitantes), hacia el resto del país.
Antonio Guterres reveló hace pocos días un informe en el que se detallan unos 2.800 asesinatos entre octubre de 2022 y junio de 2023. Entre esas muertes violentas, hay decenas referidas a menores.
Diplomáticos de todo el mundo constatan que la administración estatal de Haití se desvanece día a día. Sobre todo en la capital y en las ciudades de Les Gonaïves (360.000 habitantes) y Cabo Haitiano (274.000 habitantes). La historia de los golpes, catástrofes naturales, retrocesos sociales, dictaduras y espirales de violencia resulta casi inabarcable en aquel país. El caos delincuencial se apodera periódicamente de las calles. La inseguridad predomina de la mano de dicha debilidad del Estado y de una inestabilidad política crónica.
En medio de la guerra entre bandas, estallan episodios de venganza y de desesperación popular. A finales del pasado mes de abril, el control policial de un autobús en el que viajaban tipos armados terminó con el acoso a una comisaría y el linchamiento de varios sospechosos. Sus restos fueron quemados en público.
Las bandas en guerra entre sí dominan barrios enteros en Port-au-Prince. Según algunos medios, entre el 60 y el 80 por ciento de aquel país de casi doce millones de habitantes. Frente a esos grupos criminales, la policía, debilitada también por la corrupción, está en inferioridad de condiciones: pocos efectivos y mal armados.
De modo que el número de quienes piensan que tienen que asumir su propia defensa ha ido aumentando. Como es natural, «el riesgo de ejecución de falsos delincuentes es muy elevado por la extensión de esa justicia popular expeditiva», escribe Edith M. Lederer (agencia AP). Dicha periodista subraya también que «resulta muy fácil la infiltración de ese movimiento popular por parte de las propias bandas».
Esa ira colectiva convertida en desquiciado movimiento grupal es conocida con el término de Bwa Kale (*cuña de madera, también ‘pene erecto’).
La violencia sexual se generaliza especialmente contra niñas y adolescentes. La violación es utilizada por algunas bandas para «aterrorizar a quienes se han sometido en otras zonas al control de bandas rivales», advierte el Secretario General de la ONU. Su informe refiere casi mil quinientos secuestros y más de 450 casos de violación en el mismo período de octubre de 2022 a junio de 2023.
Las epidemias y el cólera han campado a sus anchas en distintas etapas, mientras organizaciones internacionales de asistencia médica se veían obligadas a cerrar sus centros de ayuda.
Desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse (julio de 2021), por el que fueron detenidos una docena de pistoleros colombianos, Haití ha sufrido toda clase de catástrofes, mientras crecía la inseguridad general.
El terremoto del 12 de enero de 2010 causó más de 220.000 muertos.
La agonía de aquel pobre país dura décadas. En ella se mezclan la miseria social, la corrupción política, la violencia de las bandas y la destrucción paulatina del Estado. Es difícil creer en la posibilidad de una recuperación de Haití porque otras misiones internacionales de pacificación se han repetido allí a lo largo de los años, una y otra vez, sin resultados estables. https://www.swissinfo.ch/spa/onu-hait%C3%AD_la-onu-ha-desplegado-una-decena-de-misiones-en-hait%C3%AD-que-afrontaron-similares-dificultades/48856402 Desde 1993, la ONU ha organizado una decena de operaciones distintas, por diferentes motivos. Pero siempre con la miseria, los desastres y la quiebra social y política como telón de fondo.
Los haitianos parecen rehenes de un destino maldito desde que ganaran duramente su independencia contra Napoleón, en 1804, tras una rebelión de los esclavos en lo que (entonces) era la mayor colonia francesa en el Caribe. El pasado mes de febrero, el austriaco Volker Türk, Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, describió esa historia y lo que acontece en Haití en el siglo XXI con gran precisión. https://www.ohchr.org/en/press-releases/2023/02/haiti-rise-extreme-gang-violence-makes-living-nightmare-turk
Türk dijo que lo que sucede allí sólo puede ser descrito como «a living nightmare».
Una pesadilla duradera y demasiado viva.