La introducción de la fotografía en la prensa cambió la visión del mundo y de la información e introdujo una nueva dimensión en el periodismo. Su importancia fue creciendo a lo largo del siglo XX al ritmo impuesto por los acontecimientos y por la evolución de los medios.
Un libro, “The Gold Medals. Los grandes premios internacionales del fotoperiodismo” (Lunwerg) recoge ahora las fotografías más premiadas en los últimos sesenta años en cinco grandes certámenes: World Press Photo, Visa d’Or y los que llevan los nombres de Robert Capa, Oskar Barnack y Eugene Smith.
Una mirada a los cientos de imágenes que incluye es como un viaje a la historia de más de medio siglo a través de instantáneas que en algún momento nos emocionaron, nos indignaron, nos sorprendieron y a veces nos arrebataron una sonrisa. El libro incluye biografías de todos los fotógrafos premiados y comentarios sobre cada una de las imágenes.
Un género en evolución
Los historiadores fijan el nacimiento del fotoperiodismo en la guerra de Crimea de 1854-55, cuando el británico Roger Fenton se trasladó allí para documentar con imágenes reales la marcha del conflicto. Después, durante la guerra de secesión americana, ya los fotógrafos trabajaban con un cierto sentido informativo sobre la marcha de la guerra. La voluntad de contar estaba ya presente en esas fotografías, aunque este «contar» no fuese periodístico, al menos tal como utilizamos actualmente ese término. Posteriormente, el fotógrafo de prensa aportó nuevas dimensiones a su labor, implicándose en las escenas que retrataba e introduciendo incluso una mirada artística en su trabajo.
El fotoperiodismo profesional moderno, muy similar al que actualmente conocemos, nació en la guerra civil española con las instantáneas de Robert Capa y David Seymour, y de españoles como Agustí Centelles, Alfonso o Santos Yubero. Se consolidó definitivamente durante los siguientes conflictos bélicos: la segunda guerra mundial y la guerra de Corea, y adquirió categoría de género en la guerra de Vietnam.
“The Gold Medals” realiza este itinerario en el tiempo manteniendo un orden cronológico inverso (la fotografía que abre la publicación es “Jon y Alex”, de Mads Nissen, el último premio World Press Photo) y dedica cada capítulo a una década, desde 1955 hasta 2015.
Una década dramática
Los años que van de 1955 a 1965 fueron para el fotoperiodismo la consolidación de un género en el que todavía lo importante era contar la verdad antes que obtener un beneficio económico. En los últimos años, el acontecimiento que ocupaba las portadas de los periódicos y las revistas comenzó a ser la guerra de Vietnam y sus secuelas, como la inmolación de los monjes budistas (aquí está la dramática fotografía de Malcolm W. Browne).
Fotógrafos como Horst Faas, Howard Sochurek y Larry Burrows obtuvieron algunos de los grandes premios con sus instantáneas sobre el conflicto. Pero también fue la década de la guerra de Indochina, en la que murió Robert Capa, de las manifestaciones antirracistas de los Estados Unidos (aquí una fotografía de Douglas Martin) o del conflicto turco-chipriota que cubrió, entre otros, Don McCullin. Y, pese a no pertenecer a ninguna guerra, hay aquí dos fotografías tomadas en dos eventos deportivos que resultan verdaderamente dramáticas: la de un accidente de moto y la de un partido de fútbol bajo una lluvia torrencial.
1974-1965: vietnam
Aunque las primeras fotografías de Vietnam comenzaron a publicarse la década anterior, fue en la de 1965-74 en la que proporcionó sus imágenes más dramáticas y mostró al mundo la crueldad de la guerra. En Vietnam los fotoperiodistas consiguieron durante los primeros años una inédita proximidad a la primera línea de combate, lo que les proporcionó la posibilidad de conseguir fotografías de autor con un punto de vista muy personal. Esto contribuyó a informar mejor a la sociedad sobre la gravedad de la guerra y al nacimiento de una conciencia crítica internacional sobre el conflicto.
La fuerte competencia entre los medios generaba una insaciable demanda de fotografías, a cual más dramática y violenta, contribuyendo a la progresiva banalización de la guerra y a la indiferencia como efecto hipnótico. Los semanarios de información general (Time, Newsweek) eran los más solicitados por los lectores, que apreciaban sobre todo sus fotografías en color, que en estos años se va a imponer definitivamente al blanco y negro.
En este libro se muestran algunas de aquellas fotografías, entre ellas las que se convirtieron en iconos, como “La niña del napalm” de Nick Ut, o la de Eddie Adams que muestra a un general survietnamita asesinando a un prisionero del vietcong. Pero en esta década también ocurrieron otros acontecimientos que los fotoperiodistas registraron para la posteridad, como el golpe de estado de Pinochet (Orlando Lagos), la guerra de Camboya (Kyoichi Sawada), la invasión de Praga por los tanques soviéticos (Koudelka) o el dramático desastre ambiental de Minamata recogido por Eugene Smith.
Décadas de guerras y tragedias
Dice Christian Caujolle en la introducción al capítulo correspondiente a la década 1975-1984 que en estos años el fotoperiodismo conjugaba el documental, la literatura y la funcionalidad. Fue entonces cuando comenzó a valorarse la fotografía también por su calidad y no únicamente por la importancia del acontecimiento que recogía. El conflicto de Irlanda del Norte (Gilles Peress), la tragedia del accidente de Bhopal (Pablo Bartholomew), el nacimiento del sindicato Solidaridad (Rudy Frey), las matanzas en los campos de refugiados de Sabra y Chatila (Robin Mayer), el intento de golpe de estado del 23-F (Manuel Pérez Barriopedro), la revolución iraní de 1978-79… siguen impresionando aún después de tantos años.
Desde 1985 hasta el 94, las fotografías se centraron en acontecimientos que estremecieron al mundo, como el de Tiananmen, que generó otro icono fotográfico para el siglo XX, “De carne y acero”, en el que Charlie Cole mostraba a un manifestante enfrentándose a un tanque. Pero sin duda fue la caída del muro de Berlín y los conflictos que arrastró consigo en las revoluciones de la Europa del Este y la guerra en Yugoslavia, los acontecimientos que protagonizaron esta década, cuyas imágenes fotógrafos como James Nachtwey, Larry Towell o Christopher Morris dejaron a la posteridad.
El nuevo milenio trajo consigo nuevas guerras como las de Irak, Afganistán y Chechenia. Los fotoperiodistas cambiaron sus métodos de trabajo con la llegada de la revolución digital y con la exigencia de los ejércitos para que se integrasen como “empotrados” (embedded) en sus filas, y poder de esta forma controlar mejor su trabajo. Internet cambió también la manera en que el público consume e interactúa con el fotoperiodismo, con la aparición de la iniciativa ciudadana que toma y distribuye sus fotografías a través de teléfonos móviles y tabletas. El fotoperiodismo, escribe aquí Mónica Allende, ha cambiado más en esta década que en todo el siglo precedente.
Del 2005 al 2014 se ha producido un aumento exponencial del flujo de imágenes en todo el mundo y ha cambiado profundamente tanto la forma de distribuirlas como el trabajo de los fotoperiodistas. El photoshop y la facilidad de alterar las imágenes a través de métodos diversos han puesto en duda la veracidad de algunas de las fotografías más celebradas. En este sentido los jurados de los premios se han constituido en la mejor garantía de la autenticidad de las fotografías, porque las analizan minuciosamente antes de decidir cuáles son las mejores. Y por eso este es otro de los grandes valores de este libro.