Brasil: no hay sintonía entre poderes económicos y el presidente Bolsonaro

Se frustra la promesa de liberalismo radical de Paulo Guedes

La frustración del esperado crecimiento económico, a causa sobre todo de disparates políticos, coloca ante un precoz e incierto desafío al gobierno del presidente Jair Bolsonaro, quien apenas tomó posesión el 1 de enero de 2019, informa Mario Osava[1] (IPS) desde Río de Janeiro.

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Una de las manifestaciones del 26 de mayo en Brasil, en respaldo al gobierno de Jair Bolsonaro y a la reforma previsional en trámite parlamentario. La propalación de banderas y la vestimenta de los participantes con los colores nacionales de amarillo y verde, así como efigies del presidente, como en esta protesta de Sao Paulo, reflejan una movilización muy organizada, que tuvo menos participación que la opositora del 15 de mayo. Rovena Rosa/Agência Brasil

De 86 por ciento en enero la aprobación al gobierno entre inversionistas financieros cayó a solo 14 por ciento en mayo de 2019, según encuestas hechas por el banco XP Inversiones.

El sondeo se limitó a entrevistar a 79 gestores, economistas y consultores de instituciones financieras nacionales y extranjeras entre el 22 y el 24 de mayo, pero refleja la decepción de un sector vital para la gobernabilidad.

Las evaluaciones «malo» o «pésimo» subieron de uno por ciento en enero a 43 por ciento, al igual que la respuesta de «regular».

La pérdida de credibilidad fue menos acentuada en la población en general. Las últimas encuestas entre electores muestran que cerca de un tercio de los entrevistados aprueban aún a Bolsonaro, contra cerca de mitad en enero.

Ese deterioro de la imagen del gobierno de extrema derecha coincide con el fracaso en la recuperación económica esperada para este año. No hubo crecimiento en el primer trimestre y las proyecciones para todo el año bajaron de 2,5 por ciento  cerca de uno por ciento con tendencia a bajar más.

Es posible incluso que la economía entre en depresión, lo que va a retroalimentar el ya fuerte empobrecimiento de la población y el desaliento provocado por errores y omisiones gubernamentales, según Affonso Celso Pastore, expresidente del Banco Central.

Los brasileños acumulan pérdidas por la importante recesión de 2015 y 2016, cuando el producto interno bruto (PIB) cayó 3,5 y 3,3 por ciento, respectivamente, seguida de un tímido incremento de solo 1,1 por ciento en el bienio siguiente.

La tasa de desempleo, en fuerte aumento desde 2015, superó 10 por ciento en 2016 y se mantiene por encima de 12 por ciento desde 2017, para alcanzar 12,7 por ciento en el primer trimestre de 2019, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística.

En este país de 209 millones de personas, eso se traduce en 13,4 millones de desempleados dentro de la población económicamente activa.

Se frustra la promesa de liberalismo radical de Paulo Guedes

El entusiasmo inicial que despertó el gobierno entre los agentes económicos por la promesa de un liberalismo radical en la economía, comandada por el ministro Paulo Guedes, un banquero con doctorado en la Universidad de Chicago, se fue evaporando ante los vaivenes de Bolsonaro y sus conflictos con el parlamento, que debe aprobar medidas consideradas indispensables.

«El gobierno se enredó en sus peleas internas, se puso a sí mismo en dificultades y quemó la oportunidad» de encaminar una recuperación económica, analizo Luis Eduardo Assis, exdirector del Banco Central y profesor de economía en la Universidad Católica y la Fundación Getulio Vargas, en São Paulo.

La legitimidad de un manifiesto triunfo electoral y la oposición desorientada e inactiva componían un momento favorable para aprobar la prometida reforma del sistema de previsión social, como paso inicial para afianzar las buenas expectativas que habitualmente despierta una nueva administración, evaluó el economista.

Pero contradictorias actuaciones de Bolsonaro retardaron el trámite parlamentario y debilitaron la reforma propuesta por Guedes, como todo poderoso ministro de Economía.

Las nuevas reglas del sistema de previsión social, como la edad mínima de 65 años para la jubilación de los hombres y 62 años para las mujeres y la reducción de las pensiones, podrían aportar un ahorro del equivalente a 300.000 millones de dólares en los próximos diez años, estimó el ministro.

Pero los inversionistas encuestados prevén una reducción de 42 por ciento en esa meta, producto de enmiendas legislativas ante presiones sectoriales y la erosión del propio gobierno.

«El entusiasmo cedió paso al escepticismo» principalmente por la «incapacidad o inapetencia de Bolsonaro para negociar» el apoyo parlamentario, sostuvo Assis en entrevista con IPS.

«No nací para ser presidente, sino para ser militar», admitió Bolsonaro, un retirado capitán del Ejército, tres meses después de asumir la presidencia, para justificar sus dificultades en componer una coalición con mayoría suficiente para respaldar su gobierno en el bicameral Congreso Nacional.

La política determina la gestión económica especialmente cuando «el desequilibrio fiscal es el mayor problema» como sucede actualmente en Brasil, ya que se trata de «elegir entre aumentar la carga tributaria o reducir gastos y que sectores serán sacrificados por ello», analizó Assis.

«Sería más fácil hacerlo en el comienzo del gobierno», destacó, porque reformar la previsión social es una medida impopular al afectar derechos, limitar jubilaciones y pensiones y exigir más tiempo de trabajo y contribuciones al sistema.

Además, para recuperar la economía será necesario tomar más medidas que esa reforma, «necesaria pero insuficiente», puntualizó Assis.

«Sin expectativas de ganancias, los empresarios no invierten» y hoy predominan incertidumbres y el reconocimiento de que Bolsonaro «no tiene capacidad ni habilidad para negociar» soluciones, acotó.

A juicio del economista, «las perspectivas solo no son las peores posibles» porque Brasil tiene 380 000 millones de reservas internacionales y una tasa de inflación que está controlada y tiende a bajar por escasez de demanda.

Pero el desempleo, reflejo de «la más larga crisis económica de nuestra historia», muestra «una situación explosiva», planteó José Dari Krein, profesor del Centro de Estudios Sindicales y de Economía del Trabajo en la Universidad de Campinas.

Pero el estallido no se produce, analizó, debido a «lo que queda de las redes de protección social» tendidas en las últimas décadas, y a la «expansión del pensamiento conservador» entre la población, que la hace menos propensa a luchar por sus derechos.

La cifra de 13,4 millones de desempleados «no refleja la realidad laboral», subrayó Krein a IPS, para quien más sintomática es la «subocupación» que afecta a 28,3 millones, una cuarta parte del total de los trabajadores brasileños.

Es la crisis del mercado laboral más prolongada en Brasil y consecuencia de la fuerte recesión, cuyos antecedentes, como «fenómeno masivo de desempleo», ocurrieron en los trienios 1981-1983 y 1990-1992, recordó el especialista.

Pero en las anteriores ocasiones, cuando después de tres años se recuperó la actividad económica y los niveles anteriores de empleo, «ahora ya llevamos cuatro años de elevada desocupación y no hay anuncios de reversión», se lamentó.

«En la lógica de la actual política económica, del ajuste fiscal, no creo que se abra camino al crecimiento económico y la recuperación de empleos», sostuvo. «La contención de gastos públicos, para restablecer la confianza de inversionistas e impulsar la economía, no funciona», arguyó.

Tampoco funcionó la reforma para flexibilizar la legislación laboral, introducida en 2017 como forma de generar empleos.

Ante la crisis, millones de trabajadores adoptaron la «estrategia de sobrevivencia», en el trabajo informal y precario, «como conductores de (la plataforma) Uber, vendedores callejeros, cuentapropistas», señaló Krein.

«Empeora la condición de vida y por ende sube la insatisfacción, pero se protesta contra las instituciones, no contra el gobierno», matizó.

Bolsonaro y su gobierno, pese a la creciente impopularidad expuesta en las protestas del 15 de mayo contra recortes presupuestarios en la educación, logró un aliento político en las manifestaciones de apoyo del domingo 26.

Pero, además de ser menos masivos que en otras ocasiones y de dividir los grupos «bolsonaristas», los actos oficialistas agravaron discordias internas, al acusar de corruptos a muchos legisladores, especialmente al presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, aliado clave para la aprobación de la reforma previsional y otras propuestas del gobierno.

Muchos comparan a Bolsonaro  con el presidente estadounidense Donald Trump, por el modo de gobernar alimentando confrontaciones por las redes sociales, pero hay dos diferencias: el brasileño no cuenta con el respaldo de un partido fuerte y tampoco de una economía en crecimiento.

  1. Edición: Estrella Gutiérrez
  2. Información difundida por IPS Noticias
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