Mientras la pandemia más grave en un siglo azota a la humanidad, una institución dedicada al comercio puede adoptar decisiones sobre salud que dejan en desamparo a las poblaciones más pobres del mundo. Eso ocurrió en las sesiones resolutivas del 14 al 18 de diciembre de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que pusieron fin a sus actividades del 2020, informa Gustavo Capdevila (IPS) desde Ginebra.
La OMC rechazó en esos días una propuesta de los países del Sur en desarrollo, encabezados por India y Sudáfrica, que hubiera permitido el acceso de tales naciones a las últimas tecnologías medicinales para combatir la COVID-19, en particular la ansiada vacuna que ya comenzaron a aplicar naciones ricas.
Ninguna experiencia tiene la OMC en temas de salud. Acaso alguna en el aspecto meramente lucrativo de la medicina, como son las patentes y otras disposiciones de propiedad intelectual que protegen a los fármacos innovadores. Por esos días, el jefe de la misión negociadora de uno de los 164 Estados miembros de la OMC reconoció que somos diplomáticos especializados en comercio.
Con esos antecedentes, una minoría, los países ricos, impidió la suspensión temporal de las patentes que pedían India y Sudáfrica. En consecuencia, las naciones en desarrollo no podrán copiar las fórmulas y producir los genéricos salvadores.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) y varias de sus agencias, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), al igual que instituciones independientes, como es el caso de Médicos Sin Fronteras (MSF), respaldaron la iniciativa de indios y sudafricanos. Todos los opinantes expusieron el carácter incontenible de la pandemia y la necesidad de acciones innovadoras para afrontarla.
La ugandesa Winnie Byanyim, directora de Onusida y anteriormente de Oxfam Internacional, mencionó estadísticas que excluyen a nueve de cada diez habitantes de países pobres del acceso a la vacuna contra la covid durante 2021. Otra vez los países pobres se encontrarán al final de la fila y tendrán que esperar la muerte de muchos de los suyos antes de que la vacuna les sea accesible, dijo.
Trágicamente, esto recuerda los primeros días de la respuesta a la epidemia de sida (a partir de los años ochenta) cuando el tratamiento solo estaba disponible para los ricos y los países pobres tuvieron que esperar años para obtener los medicamentos salvadores, reprochó Byanyim.
Durante dos meses de intensos debates, iniciados a fines de octubre, los países que son sede de los grandes laboratorios, Estados Unidos, Suiza y los de la Unión Europea, mostraron las posiciones más inflexibles al sostener que las disposiciones vigentes en la OMC sobre propiedad intelectual son suficientes para atender las necesidades de los países pobres.
Finalmente, la propuesta de India y Sudáfrica no obtuvo el consenso el 18 de diciembre, en la clausura de las últimas sesiones del año. Queda abierta la posibilidad de nuevas conversaciones en enero de 2021, aunque los negociadores comerciales les conceden escasas posibilidades de éxito.
Sin embargo, en un acto de franqueza, el representante comercial adjunto de Estados Unidos y jefe de la misión de su país ante la OMC, Dennis Shea, admitió que puede ser que las normas de la organización (sobre propiedad intelectual) no hayan sido redactadas con la idea de la pandemia en la mente, en lo que representó su despedida del cargo por el cambio de gobierno en Washington.
Las referencias históricas confirman la presunción del negociador estadounidense. El tratado de los Aspectos de la Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (Adpic) fue aprobado en 1994 y entró en vigor junto a los demás acuerdos que dieron nacimiento a la OMC, el 1 de enero de 1995.
Y a su vez, la primera advertencia formal de la amenaza solamente apareció el 28 de septiembre de 2019, en el documento denominado Un mundo en peligro redactado por la Junta de Vigilancia Mundial de la Preparación, que reúne a científicos internacionales, creada por la OMS y copresidida por Gro Harlem Brundtland, ex primera ministra de Noruega y ex directora general de ese organismo, y por Elhadj As Sy, secretario general de la Cruz Roja Internacional.
Los redactores del tratado Adpic no pudieron imaginarse lo que sobrevendría tres meses después de la aparición del documento, como presumió Shea. Sin embargo, el embajador saliente insistió en que los acuerdos de la OMC se adecuan a los propósitos de los Estados miembros.
Su equilibrio entre derechos y obligaciones, si los miembros los cumplen, continuará proveyendo estabilidad y previsibilidad mientras navegamos en este período dificultoso hasta finalmente recuperarnos, se entusiasmó el negociador.
Durante más de tres años Shea fue el ejecutor de las amenazas y los ataques del gobierno del presidente Donald Trump que han dejado maltrecha a la OMC, sin su Órgano de Apelación, esencial para el sistema de solución de diferencias.
El obstruccionismo de Trump causó también la parálisis casi total de la función básica de la OMC, de concertar negociaciones. Y como broche, la dejó descabezada, porque Washington se opone a reconocer a la nueva directora general escogida por el resto de Estados miembros, la nigeriana Ngozi Okonjo-Iweala.
La defensa de Estados Unidos y sus aliados del sector farmacéutico guarda relación con la expansión en todo el mundo de las actividades de la salud, que además de los laboratorios incluyen a hospitales y clínicas.
Solo en Estados Unidos la industria de la salud embolsó en 2018 una cifra estimada de 3,6 billones (millones de millones) de dólares, lo que representa el 17,6 por ciento del producto interno bruto del país en ese año, que alcanzó 20,5 billones de dólares. La venta de medicamentos recetados a través de farmacias minoristas llegó en ese período 345 000 millones de dólares.
Con esas cifras, las farmacéuticas se han convertido en el sector más boyante de la economía estadounidense con un margen neto de ganancias que promedia 13,8 por ciento anual durante el período entre 2000 y 2018. En el mismo lapso, el S&P 500, uno de los principales índices bursátiles de referencia en el país, arrojó un beneficio promedio de apenas 7,7 por ciento.
Aunque no es novedad, en un sector más opaco, el de cabildeo (lobby), las farmacéuticas aparecen también a la cabeza.
Entre 1999 y 2018, los laboratorios gastaron 4700 millones de dólares en esas relaciones con senadores, representantes del Congreso y miembros del gobierno federal de Estados Unidos. Todo el sector de la salud invirtió 9700 millones. El conjunto de la industria del país destinó a ese fin 64 300 millones de dólares.
Mientras cierran el acceso de los países en desarrollo a los medicamentos contra la covid, las naciones industrializadas toman sus precauciones. Byanyim observó que los países ricos han adquirido dosis para vacunar en 2021 a todas sus poblaciones hasta tres veces. En efecto, insistió, representan 14 por ciento de la población mundial y han comprado 53 por ciento de las vacunas más prometedoras.
Nuestra mayor posibilidad de sobrevivir a la covid-19 es disponer de vacunas, diagnósticos y de tratamientos que sean accesibles para todos. Nadie está a salvo de la covid-19 hasta que todos estén a salvo, ratificó.