El secreto de las imágenes

Un análisis desde la pintura rupestre al ordenador

“Una historia de las imágenes”, publicado por la editorial Siruela, es un bello libro, profusamente ilustrado, en el que se nos cuenta con intención didáctica y de manera muy entretenida cómo y por qué toda imagen es el relato de una mirada sobre algo.

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El pintor David Hockney y el crítico de arte Martin Gayford son los autores de los textos de una publicación que no pretende ser una Historia del arte, como advierten desde el mismo título, sino de las imágenes y de su desarrollo, desde las primeras pinturas prehistóricas hasta las últimas manifestaciones en los medios digitales, alternando la pintura, el dibujo, el grabado o el mosaico con la fotografía, el collage, el cine y los juegos de ordenador.

Obras separadas en el tiempo y el espacio

Una de las aportaciones más interesantes es la comparación que hacen los autores entre obras de expresiones artísticas distintas separadas en el tiempo y en el espacio y de cómo unas coinciden o han influido en las otras.

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Detalle del friso del Partenón de Atenas (440 a.C) y “El caballo blanco” de Gauguin (1898)

La “Magdalena penitente” de Tiziano, por ejemplo, se enfrenta a un fotograma de Ingrid Bergman de la película “Casablanca” para poner de manifiesto la coincidencia entre las expresiones en los rostros de ambos personajes. Es fascinante observar cómo en los caballos de la “Adoración de los Reyes Magos” de Giotto están ya los trazos de los de Walt Disney, o el modo en que la pintura china, sencilla y monocroma, está en Picasso (“Corps de femme de face”) y también en el dibujo de Rembrandt “Niño que aprende a andar” (del que se hace un sugerente análisis).

Las luces, las sombras, los colores

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Luces y sombras: “Prendimiento de Cristo” y “Cena en Emaús” de Caravaggio

Hockney y Gayford dedican amplios espacios a analizar la utilización de la sombra y de la iluminación en las imágenes que necesita todo volumen para parecer real. Siguen su evolución desde las siluetas y los perfiles hasta los cuadros de Caravaggio y Rembrandt, que inventaron cómo iluminar el dramatismo, el mismo procedimiento que utilizan hoy los fotógrafos y las películas de Hollywood (el cine negro sería un paradigma) para conseguir efectos expresivos, como se aprecia al comparar las sombras del retrato de “La Gioconda” con las de una fotografía en blanco y negro de Marlene Dietrich y los fotogramas de la película “El tercer hombre”. No es la única comparación que se hace entre el cine y la pintura: Van Eyck tenía en su estudio disfraces, pelucas, armaduras, lámparas y utilería al modo como la que hoy puede tener la Metro Goldwyn Mayer en sus almacenes.

Más tarde las sombras inventadas por Giotto y Masaccio significaron un nuevo avance revolucionario, simultáneo a otra revolución, la de la pintura al óleo sobre un nuevo material, el lienzo, un material que, utilizado como soporte en la pintura, perfeccionó la gama de colores y consiguió, entre otros efectos, una visión más cálida de la piel humana. Por cierto, la utilización del lienzo comenzó en Venecia porque era un gran puerto en el que había fabricantes de velas de este material para las embarcaciones.

La verdad y la realidad

¿Es la imagen una representación de la realidad?. Platón no admitía la pintura porque decía que no reflejaba la verdad. La comparaba con las sombras del mito de la caverna de su obra “La República”, donde los espectadores únicamente veían en las paredes un reflejo de la realidad en las sombras que se proyectaban desde la entrada de la cueva. Del mismo modo ahora los espectadores de una película de cine contemplan en una pantalla imágenes que tampoco son reales, empezando porque son bidimensionales, una propiedad que no existe en la naturaleza.

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La primera fotografía de Niepce (1826) y “Tejados de Nápoles” de Thomas Jones (1782)

Para conseguir mayor realismo de esas imágenes ilusorias, desde el siglo XV los pintores comenzaron a servirse de la tecnología y a utilizar procedimientos como los espejos convexos y la cámara oscura (camera ottica), iniciando un diálogo entre la pintura, la óptica y la reflexión que desembocaría cuatro siglos después en la fotografía y poco más tarde en el cine y la televisión. Las relaciones entre el arte y la fotografía ocupan buena parte de las reflexiones de este libro, desde la comparación entre la primera fotografía de la historia, “Vista desde la ventana del Grass” de Niepce, que utiliza la misma perspectiva que “Tejados en Nápoles” de Thomas Jones (1782), hasta la relación entre las instantáneas de Daguerre y las pinturas de Ingress, las fotos de Lartigue con los cuadros de Delacroix, y los espacios del fotógrafo Eugene Atget con los de las pinturas de Giorgio de Chiricco. Julia Margaret Cameron utiliza el sfumato de Leonardo da Vinci en sus retratos mientras el fotomontaje de la “Firma de la separación de la Iglesia de Escocia” recuerda la portada del disco “Sgt. Peppers” de los Beatles. La aparición de la fotografía revolucionó el arte, que renunció a reflejar la realidad: en los cuadros de Van Gogh desaparecen las sombras, y el cubismo, buscando espacios inéditos, abandona la perspectiva lineal que se venía empleando desde hacía 500 años sustituyéndola por la perspectiva inversa, ya utilizada por los artistas medievales y bizantinos, como se aprecia en “Santísima Trinidad” (1425-1427), donde se ven simultáneamente los dos laterales de la misma mesa.

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“Caballo en movimiento” deEadweard Muybridge

La imagen en movimiento

Una película, como una tira de comic, trata de contar una historia completa, como ya lo hiciera en arte la Columna de Trajano en Roma, Puossin en “Cristo y la mujer adúltera” o Fra Filippo Loppi en “El banquete de Herodes”, donde se muestran simultáneamente la danza de Salomé y cómo ésta entrega a la reina Herodías la cabeza del Bautista en una bandeja.

La fotografía intentó desde muy pronto captar el movimiento a través de procedimientos como los de Muybridge y Étienne-Jules Marey, que influyeron en la pintura de Degas y Marcel Duchamp. Pero la tecnología que consiguió contar mejor una historia completa en una única obra fue el cine. Desde las primeras películas de los Hermanos Lumière el cine no ha hecho más que perfeccionarse para conseguir este objetivo cada vez con más eficacia. El montaje paralelo de Edwin S. Porter, las técnicas de Eisenstein, las tomas iniciadas por Orson Welles fueron los procedimientos pioneros en un arte que desde entonces no ha dejado de aportar nuevas técnicas, desde el sonoro y el technicolor a los efectos especiales por ordenador, que los videojuegos han incorporado a sus relatos, en un universo de imágenes que coexisten y se influyen mutuamente.

Francisco R. Pastoriza
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

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