Una de cada cuatro personas en el mundo no puede estar destinada a la falta de oportunidades y de vínculos sociales sanos, señala Carlos Miguelez Monroy, quien apoya en este artículo el lanzamiento de «rompiendo muros».
Carlos Miguelez Monroy1
“Lo que más miedo me dio cuando me diagnosticaron esquizofrenia fue la etiqueta”, dice Hugo ante los micrófonos en la emisora de una radio en España. La periodista que dirige el programa le pregunta cómo ha cambiado su vida desde que forma parte de uno de los grupos de SOLIDARIOS para el Desarrollo que cuentan también con voluntarios como Elena, quien acude también al estudio para contar su experiencia.
El grupo acaba de lanzar «Rompiendo muros«, un blog con textos y contenidos audiovisuales que pueden contribuir al desmontaje de estereotipos negativos sobre las personas con enfermedad mental.
Algunos tienen que ver con su supuesta agresividad, aunque diversos estudios demuestran que son menos violentos que el promedio de las personas. En cuanto a su “falta de capacidades”, personalidades que han destacado en diferentes ámbitos han padecido enfermedades mentales, como el caso del profesor John Nash. Con un tratamiento adecuado, muchas personas ejercen un trabajo o alguna actividad por la que demuestran interés.
Aunque se les suele considerar insensibles, muchas veces muestran timidez como fruto de su gran sensibilidad. Sólo algunos trastornos mentales pueden desarrollar, en ciertos episodios, conductas agresivas hacia uno mismo o hacia otras personas cuando no hay tratamiento adecuado. Las personas afectadas por una enfermedad mental pocas veces son peligrosas para la sociedad en general.
Una de cada cuatro personas en el mundo sufrirá una enfermedad mental a lo largo de su vida, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En España hay cerca de un millón de personas con un problema de salud mental grave, según la Federación Española de Agrupaciones de Familiares y Personas con Enfermedad Mental (FEAFES). La estadística excluye a quienes padecen depresión, ansiedad y otros trastornos más moderados pero que tienen un impacto en la vida laboral, familiar y social de las personas.
La falta de apoyos y la barrera del estigma son algunos de los obstáculos a los que se enfrentan para romper con el aislamiento y la falta de oportunidades de trabajo y de espacios donde desarrollar su creatividad o tener actividades deportivas, culturales o de ocio como cualquier persona; algo tan “elemental” como salir a comer o tomar algo con otra persona.
Los grupos de SOLIDARIOS abordan esa necesidad al funcionar como si se tratara de amigos que se reúnen para visitar exposiciones, hacer excursiones, pasear por la ciudad, comer algo juntos o tomar un helado. Los grupos los componen personas con una enfermedad mental, sobre todo esquizofrenia, y voluntarios sociales, gente “normal” que decide hacer algo por los demás y por ellos mismos.
Estos grupos se diferencian de otras iniciativas en que sus propios integrantes deciden las actividades cada semana, lo que fomenta la participación, consolida el sentido de pertenencia al grupo, favorece su integración y mejora su capacidad para relacionarse con otras personas.
La mayor parte de personas con enfermedad metal de estos grupos padecen esquizofrenia. Su participación en el grupo cubre la necesidad de contar con espacios de apoyo social que favorezcan una participación real en la vida comunitaria y la ampliación de su red social.
La afición de Hugo por ir al campo para identificar pájaros viene de atrás, cuando soñaba con ser ornitólogo. Se ha dedicado al diseño gráfico, aunque también ha trabajado como monitor de tiempo libre.
“Sobre todo me gusta estar tranquilo. Estar con mi familia, salir al campo, pasear… Aparte de tener la cabeza llena de pájaros, como se suele decir, me gusta ‘irme de pájaros’, hacer barbacoas con los amigos, salir por la noche, tener vida social. Me gusta la música”. Al contarlo, cualquier oyente puede identificarse con Hugo, una persona como cualquier otra al fin y al cabo, pero diagnosticada con esquizofrenia.
Varias organizaciones sociales empiezan a abordar con mayor fuerza el derecho de estas personas a buscar la felicidad por medio de vínculos sociales normalizados. La lucha contra el estigma se erige como un paso fundamental y, para ello, testimonios como el de Hugo y el de Elena tienen que llegar a los medios de comunicación para que lo cuenten a la sociedad.
- Carlos Miguelez Monroy es periodista y editor en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)